Los consultores privados estiman que el área cosechada en 2013 estará por encima del millón de hectáreas, considerando que tras la encuesta los precios internacionales y la demanda por soja siguen firmes.
Los agricultores y todos quienes de ellos dependen tienen en estos días un ojo en el cielo y otro en las chacras. Y cuando no, miran la pantalla de la notebook para seguir la evolución del precio de la soja en la Bolsa de Chicago. De las lluvias depende buena parte de las divisas que ingresarán al país por el nuevo oro verde del campo uruguayo: la soja.
Los consultores privados estiman que el área cosechada en 2013 estará por encima del millón de hectáreas, considerando que tras la encuesta los precios internacionales y la demanda por soja siguen firmes y que, además, en la zafra de cultivos de invierno le fue muy mal al trigo. Así las cosas, muchos agricultores se jugaron todos los boletos a la soja plantando todo lo que pudieron para corregir los números en rojo que el trigo les dejó.
El año pasado, con datos ya oficiales, de 875,9 mil hectáreas se levantaron 2.112.000 toneladas con un rendimiento promedio de 2.390 kilos por hectárea. Si en el próximo otoño el rendimiento que se logra es solo levemente superior al del año pasado, se podrían recoger desde fines de marzo al menos 2,5 millones de toneladas de la oleaginosa, un nuevo récord.
El cultivo estrella en Uruguay, por otra parte, genera polémica por el manejo y uso de los suelos. Para la buena conservación de las tierras resulta fundamental el rastrojo –restos de tallos y hojas que quedan luego de la cosecha–, porque cubre la tierra y minimiza la erosión que provoca la lluvia. La soja tiene una particularidad: una vez que se extrae de la tierra no deja residuos. Eso es contraproducente si los productores abusan del cultivo y no aplican la rotación o secuencia apropiada intercalando soja con otra plantación.
Para la directora de Recursos Naturales y Renovables del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, Mariana Hill, lo fundamental de aquí a 50 años es “cómo meter la soja en el sistema y no basar el sistema en la soja”. La herramienta para alcanzar la meta se implementará a partir del invierno de 2013. El Plan de Uso y Manejo de Suelos llega para reordenar la normativa vigente y atacar de raíz a la producción cortoplacista. El objetivo es planificar los cultivos en función de la calidad de las tierras. En la primera etapa, se exigirá una declaración jurada a los productores de trigo o cebada que siembren más de 100 hectáreas. El plan consiste en comprometerse con una sucesión de cultivos y una forma de trabajo que no genere pérdidas por erosión mayores a lo que tolera cada pedazo del territorio.