En tan sólo cuatro ejercicios, la cifra de inversión directa procedente de México se ha disparado en más de 1.300%.
Universia Knowledge Wharton. España se ha convertido en el centro de la agenda de los inversores mexicanos durante el último año y medio. En tan sólo cuatro ejercicios, la cifra de inversión directa procedente de México se ha disparado en más de 1.300%, ya que ha pasado de una cantidad testimonial de 34 millones de euros, en 2010, a los cerca de 487 millones de euros en 2013, según datos del Ministerio de Economía español. Además, estos datos marcarán un nuevo récord en 2014, cuando se contabilicen las últimas operaciones protagonizadas por compañías mexicanas en España, como la reciente compra del grupo de alimentación Campofrío por parte de Sigma Alimentos.
“En general, las multinacionales latinoamericanas están viviendo un proceso de internacionalización, muy fuerte en el caso concreto de las compañías mexicanas”, explica Tomás Guerrero, investigador de EsadeGeo, el centro de geopolítica de la escuela de negocios Esade. De la misma opinión es Juan Carlos Martínez Lázaro, economista de IE Business School, que considera que “la economía mexicana y las compañías del país han crecido mucho en los últimos años y ahora están inmersas en una estrategia de internacionalización, que en una primera fase se centró en Latinoamérica y Estados Unidos, pero que ahora mira hacia Europa”. Precisamente, éste es uno de los aspectos que explican por qué España se ha convertido, en los últimos meses, en el centro de atención, ya que “es la puerta perfecta de entrada hacia Europa”.
Recorrido histórico. George O. Morgan, profesor asociado de Finanzas y Negocios internacionales de ESCP Europe, señala que para explicar los motivos de este cambio de tendencia, hay que revisar un poco la historia. Morgan comenta que desde hace décadas, las grandes empresas españolas, con la intención de expandir sus negocios y dar empleo a su personal muy preparado (técnicos, arquitectos, ingenieros, directivos, etc.), han promocionado sus negocios en el exterior, especialmente en Latinoamérica, dados los lazos culturales y la lengua. “Esta expansión tuvo especial relevancia entre los años 1993 y 2000, cuando casi la mitad de las inversiones españolas en todo el mundo aterrizaron en Latinoamérica, liderada originalmente por Telefónica, Banco Santander y otras grandes compañías. En esa época, muchas sociedades usaron a México D.F. o Miami como base del desembarco. Sin embargo, el equilibrio entre importaciones y exportaciones de España con la región cambió a favor de Latinoamérica en 2004”, destaca.
El año pasado, volvió a registrarse otro hito que confirma la tendencia de Latinoamérica como región emisora de capitales. “En 2013, inversores Latinoamericanos (en gran parte mexicanos) apostaron decididamente por España, superando por primera vez las inversiones hispanas en esa región”, asegura Morgan. En su opinión, esto se debe a que las compañías mexicanas, “después de varios años de crecimiento interno, han decidido dirigir sus miradas primero a España, donde existen una serie de factores muy positivos para sus inversores. España cuenta con una industria tecnológicamente avanzada, de calidad muy alta y precios razonables debido al impacto de la crisis. Esta situación ofrece una relación precio/valor inmejorable y que no ha sido pasada por alto por grupos inversores aztecas”.
Tanto el economista del IE como el investigador de EsadeGeo coinciden al señalar que la situación de España ha contribuido a dar el impulso definitivo para que los inversores mexicanos apuesten por comprar activos en la Península Ibérica. “Muchas empresas españolas están en venta, con el atractivo añadido de que ofrecen una muy buena relación rentabilidad-precio”, asegura Martínez Lázaro. En opinión de Guerrero, “en toda Europa se está produciendo un proceso de desapalancamiento por parte de las compañías y los inversores mexicanos han percibido que en España hay muchos activos interesantes a buen precio por la crisis económica”. Además, “México está aprovechando esta circunstancia para tomar posiciones en un mercado que no sólo es interesante por sus precios, sino que además es grande y sirve como puerta de entrada a Europa”, dice Guerrero.
España, un ‘hub’ para inversores mexicanos. El profesor de ESCP también reconoce que no se trata sólo de una cuestión oportunista provocada por la caída de los precios: “España y sus recursos de muy alta calidad están de rebajas y las sociedades mexicanas con medios financieros a su alcance están analizando las ofertas y, naturalmente, aplicando sus recursos de manera muy inteligente. También, por razones culturales, España sirve de base principal para canalizar el desarrollo de otras inversiones en el resto de Europa, el norte de África y Oriente Medio, dadas las operaciones de sociedades españolas en estas regiones”.
Precisamente, ésta es una de las ideas en las que más insiste Tomás Guerrero y que hace que, en su opinión, la llegada de inversores mexicanos no sea un hecho puntual, sino una tendencia sostenible en el tiempo. “Aprovechan la experiencia para acceder no sólo a la Unión Europea, sino también a otros mercados donde las empresas españolas tienen presencia; aunque estos inversores ya han hecho negocios en otros países de la UE, su centro de decisión para este continente estará en España, además de abarcar otras áreas geográficas, principalmente el Magreb (Norte de África) y también Oriente Medio e incluso Asia”.
“Los empresarios y directivos mexicanos se sienten cómodos invirtiendo en España, porque más allá de los factores económicos, existen aspectos culturales y lingüísticos comunes, e incluso raíces familiares compartidas”, explica Juan Carlos Martínez Lázaro. El economista de IE Business School también considera que esta tendencia es sostenible a largo plazo, pero reconoce que el hecho de que los activos estén baratos en España es una situación coyuntural que terminará pasando. El aspecto de la rentabilidad es lo que explica la llegada puntual de inversores en busca de rentabilidad.
Es el caso, por ejemplo, de las recientes entradas de familias mexicanas en el accionariado de bancos españoles. Uno de los primeros fue el magnate Carlos Slim, una de las mayores fortunas del mundo y presidente honorario del Grupo Carso, entrando en el capital de CaixaBank, pero este año le han seguido varios compatriotas. David Martínez, otro de los empresarios más ricos de México y dueño del fondo de inversión Fintech, se hizo hace unos meses con cerca del 5% de Banco Sabadell; la familia Del Valle, propietaria del grupo químico Mexichem, ha adquirido el 6% de Banco Popular; y los empresarios Ernesto Tinajero (exdueño de Cablecom, proveedor de servicios de telefonía, televisión e Internet) y Gustavo Tomé (el fondo de capital privado Davinci) han comprado algo más del 9% de Liberbank. Entre todos superan ampliamente una inversión de más mil millones de euros en el sector bancario español en menos de un año.
Sin embargo, Martínez Lázaro considera que, si bien este tipo de inversiones responden a una cuestión de precio y rentabilidad, la llegada de otro tipo de socios, con una vocación más industrial, es una tendencia que se asentará en los próximos años, ya que responde “a la estrategia internacional de las empresas mexicanas, que no pueden ser ajenas al mercado europeo y tienen que diversificar su posicionamiento geográfico, por lo que España se sitúa como el mejor puente de entrada a la UE”. Eso explicaría, por ejemplo, el interés de otros grupos que también han tomado posiciones en el país en los últimos meses. Es el caso de Sigma Alimentos, que controla más del 60% de Campofrío; o la empresa de transportes mexicana Grupo ADO, que ha comprado la compañía de transporte por carretera Avanza.
Una tendencia sostenible. Más allá de las operaciones en el sector servicios, la banca o la alimentación, casi cualquier sector puede ser un punto interesante para el inversor mexicano. George O. Morgan, de ESCP Europe, destaca que “Cemex, por ejemplo, está comprando plantas de cemento y es posible que sea simplemente una cuestión de tiempo hasta que sociedades y grupos mexicanos se enfoquen en otros sectores, como, por ejemplo, telecomunicaciones, industria pesada, minería, energías renovables, logística y servicios, entre otros”.
Martínez Lázaro añade que, en el caso de México, “no es cuestión de hablar de sectores clave, como ocurre en otros países latinoamericanos (por ejemplo, Chile con el cobre), ya que el potencial de la economía mexicana está muy diversificado y, además, cuenta con un desarrollo industrial importantísimo, ya que se ha convertido en una región de aprovisionamiento para el mercado estadounidense”. Por ese motivo, el experto de IE Business School considera que, a partir de ahora, va a ser cada vez más habitual ver empresas mexicanas tomando el control de compañías en España en cualquier sector.
Tomás Guerrero, de EsadeGeo, también se muestra partidario de que esta tendencia se mantendrá en el tiempo y de forma multisectorial. En su opinión, además de por la estructura de la economía mexicana, también influye el hecho de que “España es un país que conocen estos inversores y, por tanto, es más accesible y lo ven como un mercado más familiar en el que adaptarse, por ejemplo, a la regulación de la Unión Europea (UE) antes de abordar nuevos países del entorno”.
Además, los expertos coinciden a la hora de señalar que aterrizar primero en España es una fórmula para que las empresas con sede en México se acostumbren a las diferentes regulaciones de la UE. No se trata tanto de que se vayan a encontrar con barreras de entrada, pues como demuestra las inversiones que han hecho en la Península Ibérica, la libertad de mercado les permite entrar en casi cualquier sector, con excepción de los mercados regulados, donde si bien no está vetada la entrada, sí se trata de operaciones políticamente más sensibles. Sin embargo, hay aspectos regulatorios, como los códigos de buen gobierno corporativo que son diferentes en Europa respecto a los países latinoamericanos e, incluso, Estados Unidos, por lo que la experiencia previa que puedan tener las firmas mexicanas en estas regiones no siempre sirve a la hora de desembarcar en Europa.