Esos microorganismos, que también pueden ser perjudiciales para los seres humanos, constituyen lo que hoy se conoce como "microbioma". Aunque es posible que nunca haya sido bien comprendido por la comunidad científica, eso está empezando a cambiar...
Universia Knowledge Wharton. En el cuerpo humano hay cantidades enormes de bacterias y hongos -unos 100.000 millones de microorganismos, a veces llamados "microbios"- que ayudan a digerir los alimentos, combaten infecciones y realizan otras numerosas tareas para el mantenimiento de las funciones vitales. Esos microorganismos, que también pueden ser perjudiciales para los seres humanos, constituyen lo que hoy se conoce como "microbioma". Aunque es posible que nunca haya sido bien comprendido por la comunidad científica, eso está empezando a cambiar gracias a iniciativas como el Proyecto de Microbioma Humano de los Institutos Nacionales de Salud, lanzado en 2008, y que ya ha reunido y publicado datos genómicos de más de 175 microbios. En el futuro, el proyecto pretende catalogar 900 genomas de microbios obtenidos de voluntarios sanos y enfermos.
No es ninguna sorpresa, por lo tanto, que la industria de biotecnología esté descubriendo numerosas oportunidades en el microbioma. Han surgido varias empresas en los últimos años empeñadas en desarrollar terapias que alteren el microbioma en beneficio de la salud humana. Otras empresas emergentes están intentando capitalizar lo que el microbioma puede enseñar a los médicos: ¿por ejemplo, por qué algunos pacientes responden mejor que otros a ciertas drogas? Esas empresas se enfrentan a un gran número de desafíos -entre ellos, uno de los más preocupantes es la estructura regulatoria incierta-, sin embargo los empresarios continúan acudiendo a la llamada del campo del descubrimiento del microbioma y del desarrollo de productos.
Uno de esos empresarios es Peter DiLaura, consejero delegado de Second Genome, en el Sur de San Francisco. "Somos portadores de 100.000 millones de bacterias y desempeñan un papel fundamental en cosas como nuestro sistema inmunológico y en la forma en que procesamos la energía'", dice DiLaura. "En el pasado, dábamos prioridad al componente patógeno de la bacteria. Pero la realidad es que esa comunidad de bacterias que llevamos en nuestro cuerpo puede ser muy beneficiosa. Está teniendo lugar una enorme transformación en la forma que tenemos de pensar en la salud".
Second Genome fue fundada en 2009 sobre una tecnología desarrollada en el Lawrence Berkeley National Laboratory que permite a los científicos identificar microbios y analizar su ADN. "Hoy tenemos una capacidad que jamás tuvimos antes y que nos permite interrogar y comprender esa población realmente compleja de bacterias y de qué modo ellas interaccionan con su huésped, la biología humana", dice DiLaura.
La empresa de DiLaura está estudiando las sustancias que las bacterias segregan, tales como proteínas y metabolitos, con el objetivo de desarrollar drogas para manipular el microbioma y, con eso, cambiar el curso de enfermedades específicas. "En los casos de enfermedades, hay algo equivocado en la forma en que el microbioma y el huésped interaccionan", dice DiLaura. "Creemos que las reacciones biológicas entre uno y otro pueden ser inhibidas o activadas para mejorar estados específicos de las enfermedades".
Second Genome aún está en la etapa preclínica -eso significa que la empresa aún no ha identificado las posibles drogas que desea probar en las personas-, pero ya ha identificado algunas prioridades para su investigación, entre ellas la enfermedad inflamatoria del intestino y la diabetes tipo 2, dice DiLaura.
Los inversores de riesgo parecen entusiasmados con la oportunidad proporcionada por el microbioma: Second Genome ya ha recaudado US$115 millones de Advanced Technology Ventures, Morgenthaler, Wavepoint Ventures y personas físicas, entre ellas Corey Goodman, uno de los fundadores de Second Genome que participa también en otros proyectos en el área de la biotecnología. Otras empresas emergentes que también cuentan con una buena financiación en ese segmento son Vedanta Biosciences, Seres Health, Microbiome Therapeutics y ViThera Pharmaceuticals.
Stephen Sammut, investigador senior del departamento de gestión de salud de Wharton y profesor del programa de emprendimiento de la institución, compara el entusiasmo actual en torno al microbioma con la explosión de la genómica a principios de la década de 2000.
"Podemos recurrir a algunas analogías para ilustrar de qué manera eso debería evolucionar en términos de oportunidad de negocios", observa Sammut, que es también socio de Burrill & Co., empresa de capital riesgo de San Francisco que actúa en el segmento de ciencias de la vida. "Cuando se publicó el genoma humano, un gran número de empresas que se introdujeron en el sector de la genómica y de la proteómica. Había entonces una expectativa muy grande de que el mapeo y, en última instancia, el secuenciamento del genoma humano abriera nuevas perspectivas que facilitarían los descubrimientos farmacéuticos apuntando hacia centenares, sino miles, de posibles nuevas drogas".
Hubo un momento en que había 60 empresas haciendo negocios en Wall Street, dice Sammut. Muchas de ellas no sobrevivieron. "Algunas entraron en el negocio de desarrollo de medicamentos, pero en muchos casos ellas lo hicieron con medicamentos que no estaban basados, de hecho, en la ciencia fundamental" del descubrimiento genómico en la cual habían trabajado anteriormente.
Nuevos desafíos para los órganos reguladores. Uno de los principales investigadores en ese nuevo campo es Gary Wu, profesor de Gastroenterología de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania. Según Wu, ya hay evidencias que indican una serie de posibles papeles para el microbioma en el tratamiento de enfermedades. "La idea es que si se consigue hacer que el microbioma parezca más saludable, podrá ser usado para tratar enfermedades o prevenir el desarrollo de las mismas".
La manipulación del microbioma podría tener como resultado efectos positivos no sólo en los casos de enfermedades digestivas y metabólicas, añade Wu. "Las enfermedades alérgicas, por ejemplo, tienen un componente genético -nuestro genoma los predispone- pero también está el efecto del medio ambiente. Los microbios están por todas partes. Hay evidencias de que los microbios localizados en el intestino desempeñan un papel en los trastornos del espectro autista por medio de la producción de pequeñas moléculas exóticas. Hay evidencias de que la microbiota pueda transformar los constituyentes de la dieta en un gas capaz de acelerar la enfermedad vascular coronaria. Está también el microbioma de la piel, que juega un papel en el desarrollo de la psoriasis y en la cicatrización de heridas".
Wu es presidente del comité consultivo científico del Centro de Investigación y Educación del Microbioma del Intestino de la Asociación Americana de Gastroenterología, que funciona como órgano centralizador de información y orientación para las investigaciones en ese campo. Una de las prioridades del grupo consiste en ayudar a amoldar la estructura regulatoria a la terapéutica del microbioma, una terapéutica aún en gran medida indefinida, dice Wu.
Lo que complica, en parte, el escenario regulatorio es que ya existen productos nutricionales en el mercado dirigidos al microbioma, los cuales no siguen, en gran medida, ninguna regulación, por lo menos desde el punto de vista médico, dice Wu. Son ellos, entre otros, los "prebióticos", constituidos de fibras dietéticas cuyo propósito es promover el crecimiento de bacterias saludables en el aparato digestivo, y los "probióticos", bacterias vivas encontradas en el yogur y en otros alimentos a base de lácteos, así como píldoras vendidas sin receta médica. Los probióticos son alabados por favorecer la digestión, y tal vez el más conocido de ellos sea Activia, de Danone.
"Esos probióticos, en general, tienden a tener uno, o tal vez dos o tres organismos. No hay evidencia segura de que ellos trabajen realmente en el aparato digestivo después de digerirlos, porque no son resilientes", dice Wu. "Se debe aprovechar la oportunidad para tratar enfermedades según la biología de esos organismos. En el futuro, creo que habrá gran interés por el desarrollo de poblaciones específicas de microbios".
En ese momento, la FDA (Food and Drug Administration) y otros órganos reguladores tendrán que intervenir, ya que tales productos serán vendidos como medicamentos para tratar enfermedades. "Una comunidad microbial compleja es una comunidad viva que puede cambiar con el tiempo. Todos creemos que por una cuestión de seguridad para las personas que reciben tratamientos de ese tipo, debería haber patrones a seguir", dice Wu. "Es un desafío, porque se trata de una área muy nueva para las agencias regulatorias".
Ellas tendrán que definir, por ejemplo, si un consorcio de microbios constituye una droga "biológica" (moléculas grandes) o una droga química, o una combinación de las dos cosas, porque esa definición determinará el camino de la regulación. "¿Cómo elaborar una definición si va a cambiar con el tiempo?", se pregunta Wu. "Hay muchas preguntas que, creo yo, la FDA y otras agencias regulatorias aún no han respondido por sí mismas. Por lo tanto, cualquier empresa que trabaje en ese espacio tendrá que trabajar de forma colectiva con la FDA para definir el camino a seguir a continuación".
Lecciones de la fiebre de la genómica. Stephen Tang, consejero delegado del Centro de Ciencias de University City -que hace la incubación de empresas emergentes locales- dice que ya ha sido testigo de numerosas estrategias que ayudaron a empresas con tecnologías muy nuevas a tener éxito. Uno de sus ejemplos preferidos es Avid Radiopharmaceuticals, cuya tecnología de imagen de primera calidad desarrollada en la Universidad de Pensilvania sirve para la detección de placas beta-amiloides en el cerebro que son indicadoras de la enfermedad de Alzheimer. Avid comenzó en el Centro de Ciencias y fue adquirida en 2010 por Eli Lilly por US$ 300 millones por adelantado, más US$ 500 millones en pagos condicionados por hitos.
Llevar a cabo una alianza con una empresa grande y experta al principio del proceso de desarrollo es una forma de facilitar la aceptación tanto por los órganos reguladores como por el mercado, dice Tang. "Quiere que el cliente entienda rápidamente su producto, pero es preciso que comprenda también la necesidad de un examen minucioso por parte de los órganos reguladores. Antes de la invención de Avid, la única forma de diagnosticar el Alzheimer era por la autopsia. Por lo tanto, Avid tuvo que seguir la vía de la regulación para probar que su diagnóstico era seguro y eficaz". Lilly no sólo tiene experiencia para moverse a través de los procesos de la FDA, tiene también una amplia operación de investigación dedicada a la neurociencia, lo que le dio un know-how que puede ser de inmensa valía para Avid. "Alinear intereses siempre ayuda", observa Tang. La FDA aprobó el producto de Avid, conocido como Amyvid, en abril de 2012.
En junio de 2013, dice DiLaura, Second Genome formó una asociación de investigación con Janssen Biotech, una unidad de Johnson & Johnson, peso pesado del sector. El acuerdo tiene como objetivo proponer drogas para el tratamiento de la colitis ulcerativa. El interés de J&J no sólo contribuirá al avance de la ciencia desarrollada por Second Genome, observa DiLaura, sino también contribuirá con un importante sello de aprobación para todo el campo del microbioma. "En cualquier campo emergente de la ciencia, es apasionante cuando la industria farmacéutica reconoce su importancia para el trabajo de esa industria en casos de enfermedades específicas. Al ser una empresa de biotecnología que comenzó pronto en su sector, tenemos que colaborar con la innovación".
Mirando hacia adelante, y en retrospectiva, ¿qué pueden los empresarios del microbioma aprender con la fiebre de la genómica? Sammut cree que los pioneros en ese campo deberían pensar más allá del mero desarrollo de la droga. Un área prometedora, por ejemplo, es la de la liberación de fármacos y la que trata del metabolismo. "Eso podría añadir toda una nueva dimensión a la medicina personalizada", dice él. "En general, solamente un tercio de las personas que toman un medicamento específico responden al mismo. Sólo nos queda imaginar si los 2/3 que no responden tienen un perfil de microbioma que interfiere con la forma en que el medicamento debe ser absorbido. Es una situación que suscita preguntas fascinantes" y que puede llevar a nuevos productos diagnósticos de predicción de respuesta a las drogas.
Pero Sammut advierte que empresarios e inversores necesitan tener cautela y acordarse de cómo fue difícil lucrarse con las innovaciones de biotecnología. "Lo que las personas no tomaron en cuenta [en la genómica] fue que el descubrimiento de una droga fue dividida entre una docena de empresas diferentes, y todas ellas esperaban ganar cuotas significativas de valor en forma de royalties", dice. "En realidad, ellas tal vez hayan contribuido de 2% a 3% del valor de un nuevo producto farmacéutico, que fue dividido entre ocho de los doce diferentes participantes en los procesos. Por lo tanto, simplemente no ha habido generación de valor suficiente para respaldar los esfuerzos de esas empresas". Esa historia saca a relucir una pregunta importante sobre el escenario actual, añade Sammut: "¿El papel que desempeña la microbiómica en el descubrimiento de medicamentos también será dividido entre varios participantes, y habrá espacio suficiente en la cadena de valor para que las empresas sean debidamente recompensadas? Pienso que no obtendremos la respuesta durante un buen tiempo".