Los estadounidenses tienen que recurrir a la tecnología para bajar los precios, pero los sauditas tienen a su favor a Alá, que les ha bendecido con sus campos petroleros.
La credencial internacional de Arabia Saudita es la de ser el mayor productor mundial de petróleo, ostentando el primer lugar del “club de los Tres” —Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos—, los cuales suministran más de la tercera parte del petróleo que se consume en el mundo.
Pero además, Arabia Saudita, es el protector de los sitios sagrados de Mahoma, una de las religiones que tiene más seguidores que el cristianismo, y es algo así como el Papa.
Pero en los últimos años se ha convertido en un reino beligerante.
Arabia Saudita están liderando una coalición militar contra los rebeldes chiíes en Yemen; financia armas, equipos y combatientes sunitas sirios que intentan derrocar al presidente Bashar al-Assad, un aliado de Irán. Un tercer frente no petrolero de los sauditas es enfrentarse también al Estado islámico, que estableció su califato extremista en la frontera entre Siria e Irak hace un año.
Otro frente no petrolero es financiar a los grupos sunitas que están combatiendo a los grupos respaldados por Irán, que crean disturbios en Bahrein, un rico enclave petrolero.
Durante varias décadas Arabia Saudita era el “productor de equilibrio” de la Opep, hasta que decidió en noviembre de 2014, renunciar a ese título. Eso explica también que no le tiembla el pulso que los precios del petróleo caigan a US$30. Irónicamente los conductores de vehículos de EE.UU. y Europa están felices, porque la gasolina del auto y la calefacción de los hogares es más barata.
Los estadounidenses tienen que recurrir a la tecnología para bajar los precios, pero los sauditas tienen a su favor a Alá, que les ha bendecido con sus campos petroleros.
Toda esa actividad la hace Arabia Saudita sin tener el mayor ejército, las armas más sofisticadas y ni siquiera ha ubicado una nave en el espacio, que en estos tiempos es parte del ranking mundial, ni es miembro del “club atómico” al que pertenecen India y Pakistán.
El secreto es que Estados Unidos para producir 10.4 millones de barriles diarios necesita bombear petróleo de 35.699 pozos, y Rusia para producir 10.9 millones de barriles diarios requiere extraer petróleo de 8.688 pozos. Pero Arabia Saudita para producir 11.4 millones de barriles diarios, extrae el crudo de sólo 399 pozos. Además, tiene un campo que bombea 4,4 millones de barriles diarios.
Llevado a cifras más espectaculares, tomando datos de la firma de servicios petroleros Schlumberger Limited, en una reciente presentación a futuros inversionistas (empresas petroleras mundiales y gobiernos con petróleo), reveló que perforar un pozo de esquisto cuesta como promedio US$8 millones en Estados Unidos.
Con esos números, la perforación de los más de 35 mil pozos estadounidenses han costado US$285.000 millones y Arabia Saudita sólo gastó US$3.000 millones en perforar 399 pozos. Una brutal diferencia económica, a lo que también se agrega la necesidad del mantenimiento de los pozos. Los costos de Rusia, habitualmente como era en la Unión Soviética, son difíciles de conseguir.
Eso explica lo que en el lenguaje vernáculo se dice “abrir los grifos de la producción”, es bastante fácil para los sauditas que en varias semanas pueden subir o bajar producción, según el ritmo del mercado.
Eso también es un problema para los países de la Opep, cuando la organización les indica que tienen que bajar producción. Eso es terrible para los perforadores, y más aún cuando les dicen “levanta” la producción. En Venezuela es un problema, porque el promedio de producción es de 277 barriles diarios por pozo, pero más grave aún sería para EEUU, ya que el promedio de producción es de 9 barriles diarios por pozo.
Cuando se trata del mantenimiento, mientras los sauditas hacen mantenimiento de un pozo, que produce varios miles de barriles diarios, Venezuela tiene que hacerlo en 20 o 30 pozos, lo que equivale a un costo impresionante. Claro, los estadounidenses no tienen que seguir las órdenes de la Opep.
En medio de esas guerras y egresos multimillonarios, y en medio de la caída de los precios, los saudíes lanzaron un programa de obras públicas de más de US$50.000 millones.
Y tienen reservas suficientes, “porque ese es otro asunto”, que nada tiene que ver con la contabilidad de sus pozos.