Como era previsible, la banca latinoamericana en 2011 y 2012 frenó la velocidad con que venía creciendo tras una década de inusitados buenos resultados. Sin embargo, la industria está muy lejos de ser un mal negocio.
El año 2011 cerró con una noticia inquietante. El Banco Santander decidió la venta de su filial en Colombia, por la que finalmente el chileno Corpgroup pagó US$ 1.225 millones. En su momento, el presidente del Santander, Emilio Botín, explicó que la medida se tomó para “fortalecer el balance” del alicaído gigante español. Según explicó, “nuestra cuota de mercado en banca comercial en Colombia está lejos del 10% que aspiramos a tener en los mercados en que estamos presentes”.
Como sea. La noticia fue que Santander perdía un país en el mapa latinoamericano, en circunstancias que esta región representa para el banco español el 19% de los activos y 52% de sus utilidades.
Mientras, en el otro lado de la ecuación, la novedad corría por cuenta de la internacionalización de un nuevo banco chileno, Corpbanca, que no tuvo problemas –en medio de la tempestad– en adquirir Santander Colombia, con su 2,7% de participación de mercado, activos por US$5.000 millones, utilidades por US$36 millones, y con 14.000 empleados distribuidos en 78 oficinas en toda Colombia. Se trata del banco número 100 de este ránking.
Se abría 2012 con la postal que muchos imaginaron: una banca multinacional siendo reemplazada por una multilatina. Pero no fue tan así. Si bien el Santander en su urgencia de caja vendió su filial colombiana y parte de sus activos en México y Chile, aunque sin perder el control de las filiales en esos dos países, sigue manteniendo la más amplia presencia en la región (10% del mercado). “La vocación del banco por América Latina es inequívoca. Santander estará cada vez más presente en la región. Estamos concentrados en crecer, no en vender”, declaró Jesús Zabalza, director general de la División América de Santander en el XI Encuentro Santander-América Latina de junio pasado.
América Latina se ha convertido en un refugio para la banca internacional y para los mismos banqueros de la región. Una vez conjurados los riesgos de un desplome de los precios de los commodities, con un impacto fuerte en el crecimiento y por ende en la capacidad de consumo de los latinoamericanos, la región sigue siendo un buen negocio para la banca. No tanto como antes, cuando el sector crecía a un ritmo muy superior al de la economía real, pero muy bueno hoy después de todo y dado el contexto mundial.
Ésa es una de las principales conclusiones que se extraen del análisis de esta entrega de los 250 mayores bancos de América Latina, que en su versión 2012 muestra un sector bancario que está firme en la tormenta, aunque ya no sea percibido como un Shangri-Lá totalmente desacoplado de la economía mundial.
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