El empresario Vladimir Yakunin es el impulsor de la iniciativa, desde que el pasado año anunciara el plan en la Academia de las Ciencias de Rusia.
Unir Moscú y Nueva York por carretera parece una idea sacada de la Guerra Fría, una suerte de teléfono rojo de más de 15.000 kilómetros de largo y un símbolo del pretendido entendimiento entre las dos potencias de aquel momento. A estas alturas un proyecto así ha perdido gran parte de su componente simbólico, son los factores económicos los que sirven de motivación. El pasado año surgió una propuesta en Rusia para construir una carretera desde Londres a Nueva York, pasando por Moscú.
El proyecto, nada concretado aún, tendría que salvar grandes retos de ingeniería y asumir unos costes que se miden en billones (en castellano) de dólares. El empresario Vladimir Yakunin es el impulsor de la iniciativa, desde que el pasado año anunciara el plan en la Academia de las Ciencias de Rusia.
La carretera Moscú -Nueva York partiría desde Londres hacia la Europa continental y cruzando Alemania, Polonia y Bielorrusia hasta llegar a Moscú. Desde la capital rusa quedan más de 10.000 kilómetros de taiga siberiana hasta el estrecho de Bering, el principal escollo a salvar. Son 82 kilómetros de agua, con dos islas a mitad de camino, hasta tocar la Tierra de Alaska. Desde ese terreno helado la mayor parte del año se desciende hasta Canadá y de ahí en progresión hasta Nueva York.
En total serían más de 20.000 kilómetros, aunque por ahora no se puede hablar con cifras precisas pues la información que hay es escasa y no hay definido nada que se le parezca a un plan de obra. Lo primero que habría que hacer es encontrar financiación, algo en lo que los impulsores de la propuesta están trabajando, mirando hacia instituciones públicas y fuentes privadas.
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Los beneficios de una carretera Moscú -Nueva York estarían en el transporte de mercancías, pero también en la creación de asentamientos y actividad económica en ciertas zonas de Siberia. Aunque los costes del proyecto serían tan altos que lo normal es que cueste encontrar a entidades dispuestas a poner dinero para que este se lleve a cabo.
Las dificultades técnicas. Aun en el caso de que se encuentre financiación, la carretera Moscú -Nueva York tendría que tender un puente de cientos de kilómetros entre Rusia y Alaska. Es la parte más compleja del recorrido. La latitud es tan septentrional que las aguas están gélidas y muchos meses del año las navegan vastos témpanos helados. En invierno las orillas se extienden hacia el mar como una manta de hielo y con el tiempo cálido se deshielan, un proceso que ocurre todos los años y que supondría un desgaste mayúsculo para cualquier construcción.
Por tanto, no es solo la distancia el reto en el estrecho de Bering, también lo es el clima. En lo que se refiere a los 82 kilómetros (en su recorrido más directo) que habría que salvar, aún está por decidir si lo más adecuado sería construir un puente o un túnel. Aunque también podrían emplearse ambas soluciones. La obra del estrecho de Oresund, que une Dinamarca y Suecia, combina el túnel y el puente para completar el trayecto.
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Eso sí, por ahora el túnel más largo que hay bajo el agua es el del estrecho de Tsugaru, de 53 kilómetros, que conecta las islas japonesas de Honshu y Hokkaido. Mientras que el puente más grande sobre el agua, de 42,5 kilómetros, es el de Qingdao Haiwan, e China.
La construcción de carreteras a lo largo de Siberia también entraña dificultad, en tanto es una región donde apenas hay infraestructuras, con lo que tanto máquinas como materiales tendrían que llegar desde lejos. Tampoco será fácil ni barato crear una carretera desde la costa de Alaska hasta zonas más aprovisionadas de la región helada. Sin olvidar que para unir Londres con la Europa continental por carretera se necesita construir otro túnel.