"No hay que ver por sí mismo como un problema los megaproyectos, las carreteras, las hidroeléctricas. El tema no es si es mega o micro, el tema es cómo hacemos que esa escala fortalezca los ecosistemas –aunque siempre los transformará de algún modo- en dialogo con la economía local, pero también con la economía nacional", resaltó el secretario de Estado boliviano.
-En las Jornadas Europeas de Desarrollo, especialistas como usted han apostado por el nexo “agua-energía-alimentos” como un aporte sustancial a conseguir los Objetivos de Desarrollo Sustentable de Naciones Unidas hasta el 2030. Ejemplos recientes de El Salvador, Guatemala y Honduras –también expuestos en estas jornadas- muestran que en el altar del desarrollo y la búsqueda de nuevas fuentes de energía la ofrenda son las comunidades campesinas. ¿Cómo ve usted esto como ministro de Planificación de Bolivia y jefe negociador por su país en la Conferencia sobre el Clima de París?
-Bolivia tiene un déficit enorme en infraestructura, tenemos gran parte del país desconectado de las vías de comunicación centrales, grandes regiones sin presencia del Estado. Eso supone construir carreteras, puentes, aeropuertos. Por tanto el reto que tenemos es justamente avanzar en la construcción de infraestructuras tanto de comunicación como de energía, buscando la complementaridad con los ecosistemas.
-Para la explotación de hidrocarburos, ¿está buscando convenios con países europeos como Reino Unido?
-No. En junio tuvimos en Reino Unido un foro de negocios para atraer inversión directa a Bolivia. También lo hemos hecho en Nueva York, en Hamburgo, en India y en China. Se trata de presentar las ventajas de invertir en turismo, en industria, también en el sector minería y energía. Es parte de una estrategia; según nuestro plan quinquenal la inversión extranjera hasta 2020 deberá generar el 8% del PIB. Aunque el Estado seguirá siendo el motor de la inversión, necesitamos la inversión privada para transformar el país, diversificar y no ser dependientes de las materias primas.
-Su país es uno de los dos únicos de América del Sur que recibe aún ayuda al desarrollo de la UE. ¿Qué papel desempeñan los europeos en este plan?
-La UE ha jugado un papel histórico en el desarrollo de Bolivia, por ejemplo en el campo del agua y el saneamiento. Fui ministro de Agua y Saneamiento en 2008 y 2009 e hicimos proyectos importantes en poblaciones rurales, que tuvieron gran impacto. Eso ha contribuido a mejorar las condiciones de vida, las necesidades básicas insatisfechas.
Hoy tenemos una agenda más compleja con la UE: con retos nuevos, sujetos a nuestro plan hasta 2025. Hemos definido varias áreas: forestación y reforestación, nuestra contribución a la lucha contra el cambio climático que es un plan presentado a Naciones Unidas. Vamos a forestar 4 millones de hectáreas en los próximos 15 años, empezando con 750.000 estos cinco años. Un reto gigantesco. Ahí hemos pedido el apoyo de la UE, además de temas ambientales, pymes, género y justicia.
-Bolivia impulsa el acceso al agua como derecho humano. ¿No crea esto discrepancias con una UE que no ve mal que el agua se privatice?
-Bolivia no promueve la mercantilización del agua. Ese modelo lo hemos vivido dramáticamente y ha provocado mucha pobreza. No vamos a repetirlo. Recomendamos a los países que estén en esa dirección que vean experiencias tenebrosas que han vivido países como el nuestro que han aplicado recetas del Banco Mundial y FMI que explícitamente promovieron la privatización del agua en los años 90.
-¿Esto no causa desconfianza en los inversionistas extranjeros que Bolivia quiere atraer?
-No, porque la inversión extranjera va a encontrar otras ventajas, como incentivos para la producción, infraestructura, servicios. Acabamos de aprobar una norma legal de parques industriales y zonas francas donde van a tener flexibilidad absoluta en temas tributarios. Estamos preparando paquetes de incentivos para el sector minero y empujando la industrialización de la materia prima con normas ambientales claras.
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-La responsabilidad de las inversiones en terceros países ha sido tema del panel “Prácticas empresariales para el desarrollo”. Se trata de la búsqueda de espacios internacionales en donde se pueda plantear que las empresas cumplan con sus obligaciones en cuanto a derechos laborales, ambientales y humanos. ¿Cómo ve usted esta propuesta ahora que Bolivia se abre más a la inversión extranjera?
-El objetivo del desarrollo es la gente, los pueblos, las comunidades, la madre Tierra. Los negocios no pueden ser un fin, deben ser un medio. Allí donde los negocios, los mercados, afecten los derechos sociales, la demanda justa es que éstos se subordinen al objetivo mayor del desarrollo global y local. El empoderamiento de los más pobres y la garantía de fuentes de vida segura y de bienestar es un principio de nuestro desarrollo. Invitamos a la inversión, pero tiene que armonizarse con el “Vivir bien”.
-Estamos hablando de esto en una semana crucial. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos se queda sin fondos. Bolivia es uno de los países que no ha aportado a esta comisión aunque se declara a favor de los derechos humanos. ¿No ve usted una contradicción?
-No. Bolivia es un país que vela por los derechos humanos, pero también por los de la humanidad. Y los derechos humanos tienen que verse también desde una perspectiva integral. Nos preocupa el uso político del concepto de los derechos humanos, como se hizo con Cuba. Nosotros apoyaremos sólo a las instituciones que efectivamente cumplan con el rol de fortalecer los derechos humanos. Estos organismos deberían juzgar y perseguir a esos Estados que han promovido la guerra y han generado esas migraciones tenebrosas del hambre y la miseria.
-Retomemos los Objetivos de Desarrollo Sostenible: en la campaña por #ZeroHunger2030, se le da mucha importancia a los pequeños agricultores. ¿Caben éstos en la agenda de desarrollo boliviana?
-Para nosotros son muy importantes. Son ellos los han dado a luz este proceso de cambio. Su empoderamiento económico –tierra, financiamiento, infraestructura, protección de su biodiversidad, su fortalecimiento con nuevas tecnologías- es otro de nuestros grandes retos.Hay que recordar que en este momento hay 500 millones de unidades productivas agrícolas en el mundo de no más de 2 hectáreas que generan 1,5 billones de empleos en el mundo.
-¿Su supervivencia no se contradice con los megaproyectos?
-Eso es un falso debate. No hay que ver por sí mismo como un problema los megaproyectos, las carreteras, las hidroeléctricas. El tema no es si es mega o micro, el tema es cómo hacemos que esa escala fortalezca los ecosistemas –aunque siempre los transformará de algún modo- en dialogo con la economía local, pero también con la economía nacional. Eso es parte del modelo boliviano. No lo planteo para los demás. Bolivia está creciendo así. Va a tener megaproyectos de gran dimensión.