Shell dio el miércoles 8 de abril un paso importante en esa dirección al anunciar la adquisición de la británica BG Group, descendiente corporativa de British Gas y líder en ventas globales de gas natural licuado
Ciudad de México. El año pasado, Ben van Beurden, nuevo CEO de la gigante petrolera holandesa-británica Royal Dutch Shell, opinó sobre lo que sería necesario para hacer frente al problema mundial de las emisiones de carbono. “Creo que el verdadero reto no es tanto cómo aceleramos las energías renovables, sino más bien cómo podemos descarbonizar el sistema que tenemos”, dijo. “¿Cómo sacamos el carbono y lo sustituimos por el gas?”.
Shell dio el miércoles 8 de abril un paso importante en esa dirección al anunciar la adquisición de la británica BG Group, descendiente corporativa de British Gas y líder en ventas globales de gas natural licuado o GNL, un mercado que se espera que crezca considerablemente en los próximos 10 años.
El acuerdo, valorado en 70,000 millones de dólares, representa la mayor compra de una compañía de exploración y producción en la historia, expuso la firma de asesoría en inversión Raymond James, en una nota a inversionistas. “Esta adquisición sienta un precedente histórico, ya que superará el récord de la transacción de Exxon cuando en el 2009 compró XTO Energy por 41,000 millones de dólares”, explicó.
Shell ya es, por mucho, líder mundial en el mercado del gas natural. Con la compra de BG se convierte en el quinto jugador energético del planeta. “Ya son el número uno, y esto les hará dos veces más grandes que su competidor más cercano, ExxonMobil,” dice Brian Youngberg, analista de energía de Edward Jones.
Es una buena posición para estar a modo ante las preocupaciones por el clima y la contaminación que están impulsando un cambio del carbón al gas natural en naciones tan diversas como EU y China.
La energía renovable no contribuye con algún tipo de emisiones de dióxido de carbono, y la quema de carbono produce la mayor cantidad entre los combustibles fósiles. Pero enclavado en medio está el gas natural que, cuando se quema, produce alrededor de la mitad de los gases de efecto invernadero que se arrojan con el carbón. Es por eso que a menudo ha sido promocionado como un “combustible puente”, hacia un futuro bajo en carbono.