En diciembre las exportaciones venezolanas se recuperaron a 1,1 millones de barriles por día (bpd), muy por debajo de los niveles previos a las sanciones, pero una mejora constante desde agosto, cuando las exportaciones se hundieron a menos de 800.000 bpd.
Caracas. Las exportaciones de petróleo de Venezuela han aumentado constantemente en los últimos meses y han sido un salvavidas para el presidente Nicolás Maduro, porque Washington no ha cumplido con amenazas de asestar un golpe mortal a la industria petrolera desde que sancionó a la estatal PDVSA hace un año.
Tras la prohibición del 28 de enero de 2019 a las empresas estadounidenses que importan crudo venezolano, Estados Unidos no ha cumplido con las amenazas de extender las sanciones a cualquier empresa extranjera que haga negocios con PDVSA.
El resultado: las compañías que dejaron de sacar crudo directamente de los puertos venezolanos a raíz de las sanciones, como Chevron, Reliance de India y ENI de Italia , ahora están enviando nuevamente cargueros al país.
Y Rosneft de Rusia, que se convirtió en el mayor intermediario del petróleo venezolano el año pasado cuando pocos estaban dispuestos a comerciarlo, no muestra señales de retroceso.
Rompiendo con dos décadas de ortodoxia socialista, PDVSA también ha dado más margen a los socios del sector privado en empresas conjuntas para manejar exportaciones de crudo y ejecutar operaciones, ya que busca resistir el impacto de las sanciones.
Como resultado, en diciembre las exportaciones venezolanas se recuperaron a 1,1 millones de barriles por día (bpd), muy por debajo de los niveles previos a las sanciones, pero una mejora constante desde agosto, cuando las exportaciones se hundieron a menos de 800.000 bpd.
"La fuerza laboral patriota petrolera convirtió el bloqueo imperial en un reto y oportunidad", dijo PDVSA en un comunicado del 16 de enero promocionando el desempeño de algunos de sus mejoradores de petróleo, ubicados cerca al terminal de Jose, que son cruciales para convertir el crudo pesado de la Faja del Orinoco en un crudo de calidad exportable.
Ni PDVSA, el gobierno venezolano ni el Departamento de Estado de Estados Unidos respondieron a las solicitudes de comentarios.
La modesta recuperación no sugiere que Venezuela haya vuelto a los tiempos de auge de principios de la década de 2010, cuando la producción de más de 2 millones de bpd financió un generoso gasto social del difunto presidente Hugo Chávez.
Las exportaciones totales del año pasado no se recuperaron de la pérdida de compras por parte de las refinerías estadounidenses y promediaron 32% por debajo de los niveles de 2018.
Eso tuvo un impacto descomunal en el flujo de caja de PDVSA: las refinerías estadounidenses, que anteriormente eran sus clientes más asequibles, pagaban principalmente en efectivo.
Por el contrario, sus envíos a China y el petróleo cargado por Rosneft se destinan principalmente a reembolsar miles de millones en acuerdos de petróleo por préstamo, sin dejar efectivo en las arcas de PDVSA.
Las sanciones estuvieron lejos de ser el único problema que enfrentó PDVSA el año pasado. Los apagones a nivel nacional en marzo y abril paralizaron la producción y dejaron a muchos de los mejoradores con problemas de electricidad operando por meses por debajo de la capacidad.
La compañía también lucha con otras dificultades que la acosaron mucho antes de las sanciones.
Entre esos problemas está una fuga de cerebros ocurrida cuando trabajadores altamente calificados renunciaron en masa en medio de la hiperinflación que erosionó sus salarios, y la corrupción y la mala gestión que se intensificó desde que Maduro instaló un liderazgo militar en PDVSA a fines de 2017.
"Entre el trabajador común hay un solo deseo: salir corriendo", dijo el lunes un gerente de PDVSA, que habló bajo condición de anonimato.
Drenar inventarios, realizar reformas. PDVSA se ha mantenido a flote tanto porque Estados Unidos no ha vigilado las sanciones tan duramente como se temía inicialmente y porque Venezuela ha encontrado formas creativas de llevar su crudo a compañías en otros lugares, que desconfían de cargarlo directamente.
Un indicio de cómo podría ser una espiral mortal se produjo en agosto, cuando Washington amenazó con sanciones secundarias a las empresas que hacen negocios con la petrolera: China National Petroleum Corp Ltd, un importante cliente e inversor en Venezuela, que dejó de cargar directamente en los puertos venezolanos.
Pero con Rosneft, actuando como intermediario y ayudando a resolver los cuellos de botella en los envíos, PDVSA continuó despachando crudo a China, su mayor destino este año, a través de transferencias de barco a barco en alta mar, ocultando el origen del petróleo, según datos de Refinitiv Eikon.
Y como Estados Unidos no cumplió con sus amenazas, Repsol de España, Reliance, Chevron y Eni de Italia han reanudado las cargas desde el tercer trimestre.
Las compañías han dicho que reciben el crudo a cambio de productos refinados o para pagar deudas comerciales, no en efectivo, y por lo tanto cumplen con las sanciones.
Washington ha renovado en repetidas ocasiones una licencia que permite a Chevron y a un puñado de empresas de servicios estadounidenses mantener operaciones con PDVSA a pesar de las sanciones.
A pesar de la naciente liberalización de la industria fuertemente controlada por el Estado, su destino está vinculado a la forma estricta en que Estados Unidos decide hacer cumplir las sanciones.
Washington se ha comprometido a "mirar más de cerca" el papel de Rusia, pero aún no ha sancionado a Rosneft por las actividades de Venezuela.
"Las sanciones seguirán siendo el tema más importante para la industria petrolera venezolana en 2020", dijo Francisco Monaldi, del Instituto Baker de la Universidad de Rice. "La incógnita es que tanto hará cumplir Estados Unidos" esas medidas.