Se anticipa una de las peores campañas en rendimiento por hectárea e implicaría una desplome del rendimiento del 50% respecto a la excepcional campaña del año anterior y la peor zafra productiva al menos desde 2009/10.
El Observador de Uruguay. La agricultura uruguaya sufrirá un duro revés al arranque de 2018 producto de pérdidas millonarias en rendimiento y exportaciones que dejará su cultivo estrella: la soja. La consultora Unicampo actualizó su monitoreo para recabar el estado de la oleaginosa con una muestra de 138 mil hectáreas (ha) -equivale al 13% del área total de siembra- para cuantificar la pérdida de rendimiento que tendrá el principal rubro agrícola.
El trabajo georeferenciado abarca unas 2.184 chacras dispersas en el 90% del área de siembra de la oleaginosa en todo el país, comentó a El Observador el director de Unicampo, Esteban Hoffman. El estudio arroja un techo de rendimiento que estará entre 1.500 y 1.600 kg por hectárea, pero cuyo piso aún no está del todo claro por charcas que directamente no se consecharían o podrían empeorar más aún su desempeño en las próximas semanas.
De confirmarse ese pronóstico, implicaría una desplome del rendimiento del 50% respecto a la excepcional campaña del año anterior y la peor zafra productiva al menos desde 2009/10. Hasta ahora, el registro más bajo se dio en la campaña 2010/11 con un rendimiento de 1.788 kg/ha.
Si se asume que la totalidad de la siembra de la campaña 2017/18 se levanta de los campos (1,060 millones de ha según DIEA), y se toma un rendimiento medio de 1.550 kg/ha, la producción total llegaría a 1.650 millones de toneladas. Ese volumen llevaría a un descenso de 1.550 millones de toneladas respecto a la zafra pasada, que traducido a valores de mercado de la oleaginosa -US$ 378 la tonelada-, arroja unos US$586 millones menos.
Sin mejora. El trabajo de Unicampo -que evaluó el estado de los cultivos entre el 16 de febrero y el pasado 16 de marzo- ratificó un deterioro en términos generales de las plantaciones de soja en la zona del núcleo agrícola, en línea con la ausencia de precipitaciones y humedad en los suelos durante ese período.
"En base a los coeficientes de años anteriores, la condición de pobre, un rendimiento medio de 1.500-1.600 kg/ha se encuentra amenazado para el área muestreada y por tanto podrían ser considerados como el techo de productividad (sin considerar las precipitaciones posteriores al 16 de marzo). Sin embargo los coeficientes que relacionan a cada punto con el rendimiento en grano final (considerando que fueron estimados en años más benignos), pueden ser más bajos aún para esta zafra y es inestimable el área sin cosecha, llevando a que la productividad sobre área sembrada pueda sea aún inferior", advierte Unicampo.
A modo de ejemplo, menos del 7% de los campos en promedio de la muestra que recogió Unicampo están por encima de una condición buena. Entre el relevamiento de febrero y el de marzo, el porcentaje de soja que estaba muy pobre trepó de 4% a 33% y la que estaba pobre de 25% a 44%, mientras que la que estaba bien bajó de 47% a 18% durante el muestreo al pasado 16 de marzo. En tanto, si bien solamente 1% declaró como perdido el estado de su cultivo, Hoffman explicó que este porcentaje puede ser un "poco engañoso" porque los agricultores esperan hasta "último momento" antes de desechar sus cultivos.
El trabajo de Unicampo arroja un claro retroceso en la condición de los cultivos de soja durante el período crítico 2017/18. El 59% de las chacras relevadas empeoró su estados frente a la medición de febrero, 29% no mostró cambios y apenas 12% mejoró.
Cuando arrancó la zafra de la campaña 2017-18, la mayoría de los agricultores era consciente que sería prácticamente imposible repetir la zafra récord en materia de rendimiento que dejó la campaña anterior que llevó a una cosecha de 3,2 millones de toneladas con un promedio por hectárea (ha) de 2.951 kg. Ello empujó a que las exportaciones de la oleaginosa crecieron 40% en volumen y generarán divisas por unos US$ 1.200 millones (tercer rubro por detrás de la carne vacuna y la celulosa).
Con una coyuntura de rentabilidad comprometida, la agricultura tendrá un duro invierno por delante, ya que se estima que para cubrir los costos de producción -con campos arrendados- se debe llegar a un rendimiento de 2.500 kg/ha.
La preocupación del gobierno. Los últimos datos de Cuentas Nacionales que divulgó el Banco Central de 2017 reflejaron un magro desempeño para al agro con un descenso de la producción de 0,8% frente a una expansión del año previo de 2,7%. Por su parte, durante el último trimestre del año pasado el volumen físico de esta actividad experimentó una contracción del 6,4% en términos interanuales. Según el informe del BCU, esto se dio como consecuencia de una caída en el valor agregado de los subsectores agrícolas, que fue parcialmente compensado por un crecimiento en la sector pecuario y la silvicultura.
El último anuario de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa) proyectó sobre fines del año pasado un estancamiento para la actividad para 2018 (expansión de 0,01% interanual), aunque hay que tener en cuenta que esas previsiones no contemplan un impacto tan severo del clima como el que se registró en el arranque del año por la escasez de precipitaciones.
En una línea similar se expresó el ministro de Economía Danilo Astori: "Cómo no vamos a estar preocupados si tiene tanta influencia en la economía y en la sociedad uruguaya desde todo punto de vista", admitió. Agregó que ello conlleva naturalmente a una reducción en los ingresos de los productores.