Altos precios cambian patrones de consumo. Ahora se toma más cerveza y baja afluencia de clientes.
Una camioneta negra aguarda frente a la tasca La Huerta, en la avenida Solano López. El parquero espera para entregar las llaves de ese vehículo, mientras se le acerca un hombre canoso y alto, zarandeándose sobre su propio eje. En su mano derecha lleva un vaso de vidrio hasta el tope de whisky, en la izquierda un fajo de billetes de Bs. 100 (US$15,8), cuando el reloj marca las 8:20 pm del lunes 10 de marzo.
Adentro, solo hay siete clientes: cuatro en una mesa, con platos fuertes y bebidas; tres en la barra, acompañados de una botella de escocés 12 años que hoy cuesta Bs. 3.400 (US$539,5) y que hace un año valía la mitad.
Julio Berríos, uno de los encargados de esa tasca, asegura que desde hace un año la afluencia de clientes ha mermado en 40%, y que desde hace tres semanas “se puso peor” por las protestas estudiantiles. “Esto está vacío en comparación a otra época, porque los precios han subido”, asegura Berríos, quien trabaja desde hace seis años en ese local, con más de 30 años de trayectoria.
A las 8:28pm, en El Caserío, otra tasca española de Sabana Grande ubicada al frente de un puesto de la Guardia Nacional, solo hay dos mesas ocupadas y cuatro señores en la barra. José Pérez, el encargado, asegura que en 27 años, el local nunca había vivido una época tan dura como la actual.
“Hace dos años cerrábamos a las 12 de la noche en día de semana, y los fines de semana hasta que los clientes quisieran. Casi tenía que correrlos”, dice entre risas. “Ahora todo depende de cuántos clientes tengamos cerca de las 9pm, pero generalmente a esa hora empezamos a cerrar caja. Todo ha cambiado por la falta de seguridad”, dice, mientras recuerda sus viejas rutinas: después del cierre, acostumbraba caminar una cuadra hasta el Moulin Rouge para ver el show Stand Up Comedy de los lunes. “Eso ya ni lo pienso. Además esta avenida es muy oscura”.
La economía también tiene mucho que ver: “si antes el whisky era lo que más se vendía, ahora es la cerveza. Y si antes te tomabas cinco tragos, ahora te tomas tres”.
Más temprano, en las tascas de la parroquia Candelaria, la noche del lunes es muy parecida a la de Sabana Grande.
En La Cita hay tres mesas ocupadas y solo cuatro clientes en la barra de esa tasca, que es capaz de albergar a 300 personas. Son las 7:40 pm, mientras Fernando Sanmartín, quien tiene 23 años como encargado, explica que desde hace meses tienen problemas con la distribución de cervezas y que por eso el mesonero debe verificar las neveras antes de ofrecer una marca a los clientes. Sanmartín dice que en la hora de almuerzo, se hace cola fuera del local, pero cuando cae la tarde, todo cambia: “Más o menos desde el 15 de febrero las noches son distintas, viene menos gente”.
Al lado de Pablo Electrónica, en la marisquería Las Burgas, todas las mesas están vacías. La barra, en cambio, está repleta de hombres. Juan Carlos Domínguez, encargado desde hace 12 años, se queja del cambio que hizo en la logística del negocio, por la escasez de alimentos y por el alza de precios.
“Ahora me limito a comprar lo que más se vende. Nuestra especialidad es la marisquería pero ya no me piden casi pulpo, porque está muy caro. También vamos reduciendo el inventario de licor, una caja de whisky que en enero del año pasado costaba Bs. 6.000 (US$952,1) ahora vale Bs. 20.000. Por eso ahora vendo más cervezas, cómo se que ocurren en otros sitios”.
Todos los días cierran a las 9pm y los sábados son los de mayor trabajo porque el local se llena desde muy temprano, cuenta Domínguez mientras recuerda los días de las fiscalizaciones en noviembre del año pasado, cuando el local permaneció cerrado al público, “porque la cuadra estaba full de gente por las colas para los electrodomésticos”.
Quienes salvaron esos días que parecían de pérdidas, fueron los policías y los funcionarios de la Guardia Nacional: “Sólo les abrimos a ellos, para que vinieran a almorzar y a cenar”.