Los resultados mostraron que Jonathan, el primer jefe de Estado de la región del Delta del Níger, es el claro vencedor de las elecciones del sábado con cerca de 23 millones de votos frente a poco más de 12 millones de su rival más cercano, el ex gobernante militar Muhammadu Buhari.
Los disturbios tras las elecciones en Nigeria están lejos de la industria petrolera y no representan una amenaza inmediata para la producción, pero tampoco la victoria electoral del presidente Goodluck Jonathan ofrece garantías de paz a largo plazo.
Los resultados mostraron que Jonathan, el primer jefe de Estado de la región del Delta del Níger, es el claro vencedor de las elecciones del sábado con cerca de 23 millones de votos frente a poco más de 12 millones de su rival más cercano, el ex gobernante militar Muhammadu Buhari.
Partidarios de Buhari, que es de la región musulmana del norte, acusaron al partido gobernante de fraude, desatando disturbios en ciudades del norte donde enfurecidos jóvenes quemaron viviendas, iglesias y autos y levantaron barricadas de neumáticos en llamas.
Pero en el Delta del Níger, a cientos de kilómetros de distancia, había una sensación de júbilo -y altas expectativas- por la primera elección histórica de un hombre Ijaw, el mayor grupo étnico de la región, para el cargo más importante de Nigeria.
Miembros de la familia de Jonathan hicieron una fiesta para miles de partidarios cerca de su aldea natal de Otuoke, a la que asistieron jóvenes, ancianos, dignatarios y hasta una estrella de Nollywood, la industria del cine local.
"El presidente es de esta área, así que no hay forma que no haga cosas para su gente. No hay forma que pueda dejar su pueblo detrás", dijo Peter Okoba, un ex combatiente que aceptó una amnistía negociada por Jonathan en 2009.
"Jonathan ha dicho que construirá refinerías de petróleo, carreteras costeras y ferrocarriles en el Delta del Níger. Sí creo que Goodluck hará todo lo que dicho", dijo Okoba.
Okoba era uno de los miles de ex miembros de pandillas que atacaron durante años la industria del petróleo y el gas, reduciendo la capacidad del mayor productor de crudo de Africa.
En el momento de mayor violencia, los ataques costaron a la nación miembro de la OPEP aproximadamente 1.000 millones de dólares al mes en ingresos perdidos.
Los militantes decían pelear por una participación más justa en la riqueza de la nación, que pese a producir más de 2 millones de barriles de petróleo al día es una de las más pobres de Nigeria.
Ex líderes militantes se reunieron para discutir los disturbios en el norte y advirtieron que defenderían el mandato de Jonathan.