En oposición a las prótesis biónicas regulares, que pueden llegar a costar hasta unos US$ 15.000, esta tuvo un costo menor a los US$ 100.
El Espectador. Leonardo Viscarra tiene 14 años y es de Bolivia. Desde que estaba en el vientre de su mamá, la mano izquierda se le quedó enredada en la placenta y no se pudo desarrollar del todo. Le diagnosticaron síndrome de la banda amniótica, una enfermedad congénita causada cuando las hebras amnióticas del saco de la madre se entrelazan con las extremidades del feto.
A sus 8 años Leonardo descubrió la tecnología por pura casualidad al romper un carrito de juguete. “Yo le tiré una piedra y el carro se rompió y pude ver la placa y los motores”, relató el niño boliviano, quien asegura que desde ahí se sintió atraído por la mecánica.
Hoy Viscarra, después de mucho trabajo y de manera casi empírica, logró construir su propia mano robótica mediante una impresora 3D, con la que ahora puede “agarrar vasos, frascos y una variedad de objetos que antes no podía sostener”, le dijo el niño a Efe.
Cuando estaba más pequeño, comenzó con una mano muy precaria que era una suerte de pinza. Sin embargo, no era muy funcional y solo le servía para tomar objetos. Más tarde, consiguió una más mecanizada, pero esta no le encajaba del todo y no parecía muy práctica.
Con más investigación, según cuenta, conoció la historia de un niño francés que fue el primero en tener una prótesis de este tipo. Y se enteró de que existía una fundación estadounidense encargada de su fabricación.
Se contactó con una tía que vivía en Estados Unidos y a través de ella le enviaron una primera mano robótica. El problema fue que esa mano le quedó muy grande y de poco le servía.
Pero a Viscarra no le importó el tamaño y decidió inspirarse en esta prótesis para hacer la suya propia que está personalizada con sus medidas. Sacó, entonces, el diseño de Internet y acudió al Instituto de Robótica Sawers, en la ciudad de Cochabamba (centro de Bolivia) donde actualmente vive. Allí le ayudaron a hacer realidad su propia mano tecnológica.
Utilizando una impresora 3D moldeó su nueva mano y, con la ayuda de sus profesores y padres, Viscarra unió todas las piezas mediante hilos y cuerdas de nailon.
La prótesis costó menos de US$ 100. Esa cifra contrasta con los precios de las prótesis biónicas en el mercado que pueden llegar a costar unos US$ 15.000.