Un estudio publicado en el “British Medical Journal” encontró que lo largo del período que tomamos antibióticos no influye la tasa de curación. Los resultados sólo son aplicables para algunas infecciones de la piel y pulmón.
Si alguna vez ha tomado antibióticos es muy probable que su médico, familia o amigos le hayan advertido que si para el tratamiento antes de tiempo no va a funcionar. Es una sabiduría popular que conocen la mayoría de las personas, pero que podría no tener suficiente evidencia científica. Es más, según un estudio publicado recientemente en el British Medical Journal, el número de días que uno toma el antibiótico no está necesariamente relacionado con la tasa de recuperación.
Para probar este punto los autores revisaron los datos sobre la duración del tratamientos en varias infecciones comunes, como el estreptococo, las infecciones de la piel, los tejidos blandos y la neumonía. En la mayoría de los casos encontraron que cuando las personas tomaban el antibiótico por un período corto sus tasas de recuperación eran las mismas que quienes lo hacían por tiempo prolongado. No obstante, afirma el estudio, sí hubo una excepción: cuando se trataba la infección de oído en niños. La tasa de recuperación fue mayor cuando se les formuló10 días de antibiótico que cuando tomaban antibióticos por solo cinco días.
Según explica un artículo publicado en Harvard Health Publication, el portal del Colegio Médico de Harvard, la idea de que un uso más prolongado de antibióticos prevenía la resistencia a ellos se cultivó casi al tiempo que surgieron los primeros tratamientos.
Los médicos de entonces encontraron que pacientes con infecciones en la sangre y tuberculosis recaían después de usar el antiobiótico por un corto período de tiempo. Por esto, hasta el día de hoy, las personas que tienen este tipo de enfermedades deben entrar a un régimen de tratamiento con antibiótico que puede durar meses. El problema es que estos son sólo dos casos entre millones, es decir, no son representativos.
Es por esto que uno de los retos más grandes que tienen los doctores es encontrar herramientas que permitan limitar el uso innecesario de antibióticos. No todas las infecciones, y por ende sus tratamientos, se pueden poner en la misma bolsa. Una de las estrategias que ha surgido, por ejemplo, es usar una prueba de sangre llamada procalcitonina.
Esta molécula aumenta en la sangre cuando las personas tienen una infección severa, pero no se expresa cuando se trata de una enfermedad viral. Por esto la prueba se usa actualmente para decidir cuándo los pacientes que tienen neumonía u obstrucción pulmonar crónica necesitan antibióticos o no.
Regular cuánto o no seguimos necesitando de antibiótico parece ser un camino en el que nos falta mucho por recorrer.