De acuerdo con este artículo, quizá en la sociedad digital ya no tenga sentido medir la lectura por número de libros o revistas leídos en un periodo de tiempo, sino por la capacidad de gestión de los recursos de información, o en otras palabras, la competencia lectora.
Por Pablo Rodriguez Canfranc para Blog Think. Una de las grandes preocupaciones que trae consigo la sociedad digital es si por culpa de las pantallas la gente está dejando de leer. Las encuestas en principio no parecen confirmar este particular: la última Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España 2014-2015 arroja la cifra de que el 62,2% de la población analizada lee al menos un libro al año, cifra que representa un incremento de 3,5 puntos porcentuales respecto a 2010-2011. No obstante, cunde la idea de que gran parte de la población se está apartando de la lectura, especialmente los más jóvenes.
La publicación Hacia una antropología de los lectores (descargable de forma gratuita), dirigida por Néstor García Canclini y editada por Fundación Telefónica México, ha analizado los cambios en los hábitos de lectura en ese país, que en muchos casos son extrapolables a otras regiones de América y a Europa.
El punto de partida de este estudio ha sido cambiar la pregunta acerca de cuánto se lee a la cuestión de cuándo y cómo se lee. La visión enfrentada de la lectura y la tecnología audiovisual, comúnmente aceptada, está siendo cuestionada desde hace varios años en los estudios sobre cultura y en los de comunicación.
Los autores del libro hablan de un proceso de recomposición de la cultura a escala mundial: “la convergencia digital está instaurando una integración multimedia que permite ver y escuchar en el teléfono móvil audio, imágenes, textos escritos y transmisión de datos. Ni los hábitos actuales de los lectores-espectadores-internautas, ni la fusión de empresas que antes producían por separado cada tipo de mensajes, permite ya concebir como islas separadas los textos, las imágenes y su digitalización”.
Quizá en la sociedad digital ya no tenga sentido medir la lectura por número de libros o revistas leídos en un periodo de tiempo sino por la capacidad de gestión de los recursos de información, o en otras palabras, la competencia lectora. Se habla de “ejercer la competencia lectora” como de la adquisición de destrezas para localizar, seleccionar o interpretar la información. Se trata de habilidades demandadas por las profesiones más cualificadas, y en este sentido, se concibe la brecha digital no solamente como no poder acceder al mundo de las redes digitales, sino por la falta de capacidad para integrar, evaluar y comunicar información.
En este sentido, Hacia una antropología de los lectores asocia la supuesta “crisis de la lectura” con los nuevos fines que ésta adquiere: “estudiantes de carreras técnicas o superiores, ejecutivos de empresas y dirigentes políticos no son «lectores» en el sentido moderno. En palabras de Anne Marie Chartier, «saben leer y escribir muy bien ya que trabajan durante toda la jornada con pantallas y teclados pero se burlan de las faltas de ortografía, se expresan con una jerga profesional comprensible solamente para iniciados, leen poco los diarios, no compran novelas salvo policiacas, leen historietas, revistas de deportes, pero no leen literatura.»
Por otro lado, gran número de profesiones como la de los abogados, ingenieros, técnicos, comerciantes, políticos o periodistas, hacen un uso constante de la información escrita para desempeñar las tareas que tienen que llevar a cabo, pero con frecuencia no recurren a libros, anuarios o revistas, sino a otras formas alternativas de presentar el conocimiento, como pueden ser Google, Google Earth, apps, programas basados en la tecnología 3D… Los canales tradicionales para recibir la información son en buena parte sustituidos por otros relacionados con los formatos digitales y las redes.
Estas nuevas vías de la información requieren más conocimientos que la mera lectura y escritura: hay que saber navegar por los hipertextos digitales (“usar iconos de navegación, barras de desplazamiento, pestañas, menús, hipervínculos, funciones, dedicar tiempo a conectarse con imágenes, músicas y mapas de sitios”) y adoptar una postura activa frente a la pasividad que implica el texto tradicional. El principal rasgo del medio digital es la interactividad: el usuario se convierte simultáneamente en consumidor y productor de información al enviar correos, redactar posts o comentarios en blogs, opinar en redes sociales y valorar contenidos ajenos… “El lector llega a ser autor, el consumidor produce”, afirma Néstor García Canclini.
Ante este panorama debemos buscar nuevas formas de evaluar a los lectores más allá de los indicadores clásicos basados en las horas de lectura y en el número de libros leídos. Y no se trata de trasladar el análisis tradicional de la letra impresa al entorno digital y pasar a medir los e-books y las bibliotecas electrónicas. La comprensión de los nuevos fenómenos que emergen en la sociedad digital en torno a la competencia lectora y la gestión de la información requiere entre muchas otras cosas estudiar las conversaciones que tienen lugar en las redes sociales, las formas de intercambio de conocimientos basadas en vídeo, la interacción vía YouTube, las descargas de textos, la micropoesía en Twitter, y en suma, todos los comportamientos del usuario de la web 2.0, especialmente de los jóvenes, que constituyen la falange en vanguardia del cambio.
Los autores del libro nos dejan una nota optimista, la cultura no desaparece sino que se transforma:
“Hay vida para la lectura más allá de las bibliotecas y librerías. Hay vida para las bibliotecas, librerías y editoriales si se reinventan como editores, en el sentido de organizadores de textos y otros recursos de conocimiento y entretenimiento de acuerdo con esta etapa del desarrollo sociocultural y tecnológico”.
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