Aunque no legalizada, la droga podría ser investigada para conocer sus efectos mejor, ya que incluso ha sido utilizada en ocasiones para intentar tratar desórdenes mentales.
La historia del ácido lisérgico, más conocido como LSD, ha sido controversial. Desde que el químico suizo Albert Hofmann descubrió por error sus efectos en 1943, esta sustancia psicoactiva ha tenido contradictores y defensores. En la década del 70 quedó clasificada en la misma categoría que la marihuana y la heroína, y hay quienes la han satanizado y quienes insisten en que sus efectos no tienen punto de comparación. Aunque la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos la registra como una sustancia alucinógena no adictiva pero que puede producir ansiedad y alterar el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, entre otras cosas, lo cierto es que sigue sin haber claridad sobre sus beneficios y perjuicios.
Esa falta de claridad fue la que llevó a la Corte Suprema de Noruega a replantearse la manera como estaba siendo penalizado su consumo. Tras revisar el caso de Henrik Akelsen, un programador de computadores de 36 años al que la policía le encontró esta sustancia en su apartamento, ese tribunal decidió analizar lo relacionado con el LSD, partiendo de una pregunta: ¿Una revisión científica del perfil de riesgo del LSD amerita reducir la sanción que le impusieron a Akelsen? En principio, tuvo condena de cinco meses de cárcel incondicional.
Sin embargo, tras consultar con científicos, con institutos y médicos, la Corte Suprema noruega optó por reducir la pena. Al final, la condena se tradujo en 45 horas de trabajo comunitario. La conclusión a la que llegaron los jueces es que el LSD es menos peligroso que sustancias como las anfetaminas. Pese a que la decisión no quiere decir que entre en la categoría de legal (de hecho, quedó clasificada como una droga que puede causar adicción), parece abrir una puerta para mejorar el conocimiento que hay sobre esta sustancia que, incluso, ha sido utilizada en ocasiones para intentar tratar desórdenes mentales.
Como David Nutt, profesor de neuropsicofarmacología del Imperial College de Londres (Inglaterra), le dijo a Vice, es un gran paso que “Noruega haya tomado la iniciativa en la revisión de política de penas de drogas de acuerdo con la evidencia sobre el daño que producen”. Hasta el momento, de acuerdo con este experto, ha sido muy difícil hacer estudios estándar de seguridad humana, debido a que el LSD se encuentra en un estado de ilegalidad. “Pese a ello, tenemos datos que sugieren que no hay daños aparentes a largo plazo”.
“Es muy poco probable que las drogas psicodélicas muy fuertes produzcan adicción. Es posible que se formen hábitos, pero no hay evidencia de que las personas desarrollen la necesidad de que entren a su sistema”, advirtió a ese portal Robert Heimer, profesor de epidemiología en la Escuela de Salud Pública de Yale. A su parecer, haberse precipitado en los juicios desde hace varias generaciones, prohibiendo los estudios médicos en torno a las sustancias psicodélicas, “ha impedido nuestra habilidad para tomar decisiones racionales en torno a ellas”.