Por Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
En la lucha antitabaquismo México se durmió y, así como va, se rezagará respecto del resto de América Latina (AL).
Hasta el 2000 habíamos sido líderes en el tema y avanzaban muy bien las políticas y resultados antitabaco en el país. Íbamos a la cabeza entre los 14 principales de AL, y disminuía de manera importante la prevalencia anual del tabaquismo.
Pero en cuestión de 10 años nos fuimos al otro extremo. Los últimos indicadores nos colocan en el segundo peor lugar, sólo antes de Guatemala.
Pasamos de la luz a la oscuridad. Conforme la última Encuesta Global de Tabaquismo en Adultos, México registra una prevalencia de 20% de fumadores en la población de 12 a 65 años de edad. Tenemos más de 17,3 millones de fumadores y, el problema es que en ese grupo están entrando cada vez de menor edad. La edad de inicio ha bajado a tal grado que hoy niños de primaria de entre 11 y 13 años están empezando a fumar.
No es gratuito. Desde el 2008 no se han reforzado las políticas recomendadas en el Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco firmado por México desde el 2003. Empezamos muy bien, pero desde hace más de una década —prácticamente en los últimos dos sexenios priistas— la lucha antitabaquismo dejó de ser prioridad dentro de las políticas nacionales de salud.
Brasil, junto con Panamá, en cambio, fueron los que del 2005 al 2015 más avances lograron en bajar la proporción de fumadores diarios. Ambos ya alcanzaron prevalencias de menos de 10% y están frenando el daño del tabaco a la salud de su población.
Esto de acuerdo con The Lancet que recién publicó un estudio sobre el impacto de la epidemia del tabaquismo en el mundo, donde estima la prevalencia de fumadores diarios en los últimos 25 años en 195 países, así como la proporción de fumadores con mayor nivel de adicción, índices altos de enfermedades y muertes prematuras.
Conforme a un análisis de la Fundación InterAmericana del Corazón México sobre dicho estudio de The Lancet, el último avance importante de México fue entre 1990 y el 2005, cuando fue el país con mayor disminución de prevalencia anual en fumadores diarios. Sin embargo, ese esfuerzo se paralizó pues entre el 2005 y el 2015, México tuvo uno de los dos peores desempeños en disminución de la tasa anual de fumadores diarios. Hubo cambio nulo en hombres y aumento de 0,3% en mujeres. Le acompaña Guatemala que en ese periodo aumentó fumadores diarios 0,9% en hombres y 0,2% en mujeres.
Es el resultado de no haber hecho la tarea: no adoptar espacios libres de humo en todo el país (apenas se cumple en 11 entidades), no prohibir totalmente publicidad, promoción y patrocinio de productos del tabaco, no ampliar los pictogramas en los empaques y no vincular a la inflación el impuesto a la cajetilla. Si consideramos la inflación del 2010 a la fecha, el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios al tabaco ha perdido su valor y ya no es el desincentivo que era hace siete años.