Pasar al contenido principal

ES / EN

Nueva Delhi, las reliquias del gigante
Viernes, Enero 9, 2015 - 09:16

Magia, misterio y caos. Con 16 millones de habitantes, la capital de la India se funde entre ruinas, bazares medievales y asombrosos edificios que dan cuenta de su pasado y próspero presente.

Durante el siglo XVII el emperador mongol Shah Jahan sorprendió al mundo con la construcción del Taj Mahal, un majestuoso monumento funerario dedicado a su cuarta esposa, Arjumand Bano Begum.

‘El rey del mundo’, como se le conoció, amplió sus horizontes y decidió convertir a Delhi en el centro político y financiero de la dinastía. La ciudad prometida, que brillaba por cuenta de sus mezquitas, palacios y fortalezas, se volvió siglos después el lienzo de los arquitectos Edwin Lutyens y Herbert Baker, quienes tuvieron la misión de crear el área administrativa central, siendo fieles a las aspiraciones imperiales de Gran Bretaña.

La Nueva Delhi que se erigió entre estrechas callejuelas, viviendas y murallas dio lugar a una urbe cosmopolita rodeada de bulevares arbolados, casas y edificios modernos. Hoy, la tercera ciudad más grande del planeta, descresta al mundo por su fusión cultural, religiosa y arquitectónica que inspira a creyentes, amantes del arte y viajeros.

Como si se tratara de un tapiz, las calles se llenan de color gracias a sus tradicionales bazares y pasajes comerciales. Chandni Chowk, la avenida principal de la ciudad amurallada, es uno de los lugares más visitados por los turistas.

Dos kilómetros de tiendas que se levantan de par en par ofrecen una infinita variedad de productos como especias, telas, alfombras, joyas y antigüedades a bajos precios. También confluyen gran cantidad de templos hindúes, islámicos, cristianos y jainistas.

Adentrarse en los tesoros culturales de este exótico destino implica recorrer el Jantar Mantar, la mezquita más grande de la India. Todos los días, desde muy temprano, abre sus puertas para acoger a más de 25.000 fieles musulmanes. Arcos, cúpulas, patios y una torre de 70 metros de altura conforman el patrimonio de esta joya arquitectónica a la que sólo puede ingresarse con pantalón y camisa de mangas largas.

El Fuerte Rojo, que domina el espíritu de la vieja Delhi, es otro de los atractivos imperdibles. Son 6,5 kilómetros de baluartes y almenas de piedra que protegen una serie de complejos del siglo XVII, en donde residían Shah Jahan, su familia y cortesanos. Siguiendo la ruta del imperio mongol se abre paso la Tumba de Humayun, un mausoleo en medio de un jardín geométrico que entrelaza canales, estanques y senderos.

Para escapar de los tumultos y el ruido, los Jardines Lodhi invitan a sus visitantes a disfrutar de un oasis de tranquilidad. En ellos se concentra una extraordinaria colección de árboles e imponentes monumentos del sultanato Lodhi como el Sheesh Gumbad y la tumba de Mohammed Shah.

La cara moderna de la ciudad empieza por el famoso Templo de Loto, un fascinante complejo que es comparado con la Ópera de Sídney por su forma de flor. Cada pétalo de mármol blanco simboliza los nueve caminos espirituales de la fe Baha’i y señala a sus devotos la posición para orar. El salón central, que se levanta a una altura de 30 metros, acoge a cientos de visitantes al día.

Finalmente, no hay que dejar de ir al Museo Nacional de Gandhi, un espacio para conocer la vida y obra del líder que luchó por la igualdad y la libertad de su pueblo.

Inmensa, ruidosa y mágica, Nueva Delhi ofrece decenas de lugares, reliquias y planes. Un viaje que promete transformar el alma y la mente de quienes sólo conocen la historia de la humanidad desde la perspectiva occidental.

Autores

El Espectador