Aunque existen pilares fundamentales en el desarrollo de los niños, el conteo de su crecimiento empieza con la salud de sus madres.
Invertir en el desarrollo de la niñez temprana es esencial para ayudar al crecimiento de los niños, pero también de sus comunidades, según una serie de publicaciones de la revista científica Lancet, replicada por la Organización Mundial de la Salud.
La serie revela que intervenciones de bajo costo en salud, nutrición, cuidado responsable, aprendizaje temprano y seguridad podrían tener un gran impacto en el futuro de los niños.
Los primeros dos años de vida no solo son un periodo de desarrollo acelerado del cerebro, sino que son una etapa crítica para la adaptabilidad y la respuesta al estímulo. “Las ciencias y la economía apuntan a invertir en los primeros mil días de la vid del niño, empezando con el embarazo”, dijo Keith Hansen, vicepresidente de Desarrollo Humano del Grupo del Banco Mundial. “Si no lo hacemos, pueden quedarse rezagados aun antes de entrar en la escuela, y sufrir una vida de desventajas”.
El embarazo es decisivo
La idea de que los primeros mil días del niño tienen impacto en la comunidad en la que vivirá al ser adulto la comparte el doctor Martín Gruenberg, pediatra argentino dedicado a los trastornos del sueño infantil.
Esa etapa comienza con la gestación, por lo que la alimentación materna tiene una gran relevancia. “En los primeros 280 días (la duración del embarazo) la madre debe recibir una dieta variada, con abundante cantidad de fibra, frutas, verduras, carnes magras, grasas poliinsaturadas por sobre las saturadas y limitar la cantidad de sal”, observa Gruenberg.
Luego del nacimiento, aporta el pediatra, los primeros dos años son una ventana de oportunidades nutricionales, inmunológicas y emocionales. “Existen pocas causas médicas que justifiquen la suspensión de la lactancia materna”, dice, citando el VIH, la tuberculosis, la depresión severa o medicamentos que pasen a la leche, como quimioterápicos o psicofármacos”.
Sin embargo, es la hipogalactia (poca producción de leche) la causa más frecuente que se ve en el consultorio, dice Gruenberg. ¿Por qué es tan frecuente? “En mi experiencia, por mal asesoramiento y falta de acompañamiento a la mamá. Si en los primeros días de vida del recién nacido la mamá se encuentra angustiada, dolorida, cansada y no tiene con quién hablar sus dudas, es altamente probable que por recomendación de algún pariente termine dando al niño un complemento que luego va a ser muy difícil de retirar”.
Si se toma esta decisión, la recomendación del pediatra es que el bebé reciba siempre primero el pecho materno y luego la fórmula.
Sobre esta última, Gruenberg explica que, en su opinión, las versiones actuales son cada vez más parecidas en su composición a la leche materna, con la misma cantidad de grasa, proteína e hidratos de carbono.
“Pero el salto cualitativo más importante”, considera, “ha sido el agregado de simbióticos (prebióticos más probióticos), responsables, junto con los anticuerpos, de proteger al bebé de problemas digestivos, alergias e infecciones y de madurar y fortalecer su sistema inmune”.
Cuestión de rutina
Para muchos adultos, la rutina puede resultar insoportable, sin embargo, es muy recomendado tener una para alcanzar un sueño óptimo. En los bebés, la creación de esos rituales antes de dormir es fundamental.
“Se deben respetar las siestas en horarios establecidos y todas las noches a la misma hora se debe comenzar con una rutina nocturna: bajada de revoluciones de la casa, música suave, luces tenues, baño relajante y última alimentación a oscuras, en el ambiente donde el bebé dormirá toda la noche. A los mayores de 3 meses es conveniente no acostarlos cuando ya están profundamente dormidos, sino somnolientos, para que aprendan a dormir solos en su cuna”.
Leyes del sueño
Algunos bebés, sin embargo, pueden tener trastornos del sueño, en los que no pueden volver a dormirse solos. Para retomar el descanso, el niño necesita estar en las mismas condiciones en que se encontraba cuando se durmió la primera vez: en los brazos de alguien, tomando el biberón, siendo paseado por la casa. Si despierta solo en la cuna, no podrá iniciar un nuevo ciclo de sueño y llorará, reclamando la situación en la que se durmió o lo que Gruenberg llama el ‘objeto transicional’: el pecho de la madre, los brazos del padre, la botella de leche.
Así que propone seguir las siguientes leyes del sueño:
–El bebé debe quedarse dormido en la cuna, solo, en presencia del objeto transicional. Si duerme fuera de ella o en contacto corporal, no dormirá más de tres horas seguidas.
–Acueste en la cuna al bebé apenas esté somnoliento, para que reconozca el lugar donde se duerme: los barrotes, los móviles, su muñeco favorito. Al tener el primer despertar, sabrá dónde está, en el lugar natural para dormir, y retomará un nuevo ciclo de sueño.
Terrores nocturnos
¿Le preocupa que su bebé tenga pesadillas? Estas, junto con los terrores nocturnos y el sonambulismo son descritos por Gruenberg como fenómenos normales del sueño en la infancia, que pueden ser fomentados por cuestiones emocionales o falta de relajación antes de ir a dormir.
“Para disminuir la recurrencia, averigüe si existe alguna situación emocional en el jardín de infantes al que acude, trate de que por la noche no vea programas de televisión que puedan asustarlo o excitarlo, y evite el colecho (dormir con los padres) y la desnudez en su presencia”.
En este caso, la rutina nocturna también se aplica. “Mejora todos los trastornos del sueño. Si usted no va a estar en casa, detalle claramente por escrito cada paso de la rutina para que otro pueda realizarla”.
–No permita actividades estimulantes por la noche. Mirar televisión suele ser un estímulo negativo a la hora de ir a dormir.
–El cuarto donde duerme su hijo debe estar oscuro, fresco y bien ventilado.
–Evite el consumo excesivo de cafeína (café, mate, té, chocolate o gaseosas), en especial a partir de la tarde.
–Investigue si existe alguna situación estresante (problemas en la escuela, peleas con compañeritos o hermanos) y planifique la manera de resolverla.
–Asegúrese de que su hijo tenga todas las horas de sueño que necesita: los menores de 6 años requieren doce horas de sueño diarias.
–No caiga en la tentación de dejar que el niño duerma en la cama de usted, porque después será muy difícil volver atrás.
Los trastornos del despertar son fenómenos bien conocidos y estudiados: no se asocian a problemas psicológicos profundos, afirma Gruenberg, y desaparecen con el crecimiento.
Sueño limpio y reparador
A continuación, el médico propone crear un ritual de higiene del dormir, para que sus niños no solo se duerman pronto, sino por más tiempo y profundamente.
Primero, tienen que estar bien alimentados, relajados, sin dolores ni molestias, abrigados adecuadamente y en un ambiente tranquilo. Y debe sentirse contenidos emocionalmente gracias al apego materno.
Apague el televisor, ponga música suave, dé a los niños un baño relajante, alimentélos y acuéstelos en su cuna. “¿Esto nos convierte en esclavos del bebé? Todo lo contrario: un bebé sin rutinas llorará mucho más y dormirá peor, y entonces sí seremos prisioneros de su exigencia desmedida”, dice Gruenberg. En cambio, “la rutina nos dará una libertad enorme”.