Obama según Netflix: cómo Barry se hizo Barack
Jueves, Diciembre 22, 2016 - 13:48
La película relata la juventud del presidente como estudiante universitario en la Nueva York de los 80.
El Observador | La cantidad de películas sobre presidentes estadounidenses es elevada, aunque es poco frecuente que se produzcan cuando ese mandatario aún ocupa su oficina en la Casa Blanca. Pero Barack Obama ha sido una figura de tal impacto que no llama la atención que mientras afronta sus últimas semanas como presidente, Netflix estrene Barry, un filme que explora su primer año como universitario en la Nueva York de 1981 y su intento por encontrar su lugar en el mundo.
El gran conflicto de la película es la dificultad de Barry –así se identifica el protagonista durante toda la película y no adopta el Barack hasta el final, en una carta para su padre– de encajar en diferentes ambientes a causa de sus complejos orígenes y crianzas.
Cada vez que en la película le preguntan de dónde es, el joven comienza un pequeño discurso en el que explica: "Mi padre es de Kenia pero no lo conozco, mi madre es de Kansas pero está casada con un indonesio. Viví en Hawái, en Yakarta y en California, y ahora estoy acá".
Y por esa razón se siente ajeno al mundo afro de Harlem, por más que se interesa por conocerlo y entenderlo interactuando con sus vecinos y leyendo libros que definen la identidad afroestadounidense, como El hombre invisible de Ralph Ellison.
Pero tampoco se siente cómodo en las fiestas de fraternidades universitarias rodeado de muchachos blancos adinerados. A pesar de poder encajar en cualquiera de esos ámbitos, no termina de sentirse cómodo en ninguno.
En el transcurso de la película, Barry tiene una novia blanca llamada Charlotte, y todo el mundo se da vuelta a mirarlos cuando caminan por la calle, lo que también genera una tensión entre ambos.
Las cuestiones de raza e identidad están marcadas a lo largo de la película (desde el momento en que un policía lo detiene cuando lo encuentra caminando por el campus universitario de noche, hasta sus relaciones con sus compañeros de clase, amigos y vecinos, de diferentes orígenes raciales y sociales) y son el eje de una película en la que no hay grandes giros narrativos, ni sorpresas de último momento, ni vueltas melodramáticas gratuitas.
Barry simplemente narra la vida cotidiana de un joven de 20 años que intenta encontrar su lugar y definirse a sí mismo. En el futuro será presidente, pero eso no importa ni se referencia durante los 104 minutos de metraje.
Buena parte del acierto de la película radica en el gran trabajo que hace el australiano Devon Terrell como Obama, al mostrar parte del encanto y el carisma del futuro político, pero no limitándose a una burda imitación de su forma de hablar o de actuar.
De todos modos, Barry es prácticamente un joven modelo, perfecto en todo, que nunca comete un error y que siempre se porta bien, uno de los pocos aspectos en los que el desarrollo de personajes de la película falla.
Los hechos narrados en Barry pueden haber sucedido como no, y ese también es uno de los encantos de la película. Las situaciones representadas son factibles, pero es aceptable creer que se trata de una ficcionalización pura a efectos de crear una historia entretenida pero también íntima e inteligente.
Si bien se basa en elementos de Dreams from my father, el libro de memorias de Obama publicado en 1995, no tiene un sustento tan firme en sucesos reales como sí ocurre con la segunda película sobre el mandatario estrenada este año: Southside with you, que se centra en la primera cita entre Barack y Michelle Obama en la ciudad de Chicago en 1989.
Sean o no verdaderos, los eventos de Barry se sienten auténticos. Y ver a ese joven que fuma un cigarro tras otro mientras debate con el mundo que lo rodea y consigo mismo ayuda a entender el contexto en el que uno de los presidentes más relevantes de la historia de Estados Unidos se forjó.