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Passenger: "Soy muy malo teniendo tiempo libre"
Jueves, Marzo 14, 2019 - 09:00

El cantante británico, de gira por Latinoamérica, habla sobre sus últimos trabajos y su proceso creativo.

El inglés Michael Rosenberg, quien ha encabezado las listas sin estrategias de marketing, ha hecho del pop/folk un género indispensable en las principales emisoras del mundo y en las playlist de muchos.

Rosenberg empezó a componer a los 14 años y a los 16 se enfrentó al mundo saliendo de casa solo con su guitarra y sus canciones. Nació en Brighton & Hove, una ciudad al este de Inglaterra un 15 de mayo del 84, de madre inglesa y padre estadounidense, dos países que han influenciado en su música y en la forma de materializar la vida en canciones.

Para él la vida no es solo ser feliz o miserable, es un poco de ambas, ser un poco tonto, un poco ridículo, lo que le ha permitido tener la fuerza para enfrentarla. Siendo la música su motor, ha recorrido el mundo con sus canciones y su espíritu libre. Desde plataformas digitales ha sido tan escuchado como Taylor Swift, aun así, confiesa que nunca esperó tener tanto éxito, como tampoco se imaginó que Let her go se convirtiera en su bandera.

Passenger, nombre de la banda que fundó en sus inicios y conserva como solista, se ha convertido en el lugar que habitan los más románticos, los que no se rinden ante el desamor, los que se enamoran del sentimiento más que de las ilusiones, lo que ha hecho que el inglés no sea reconocido por una sola canción, sino por decenas de composiciones que han logrado darles voz a esos sentimientos.

El artista habló con El Espectador de su más reciente álbum, su vida y algunas intimidades:

Runaway es un álbum con una variedad de matices en sus melodías, unos felices, otros melancólicos y algunos que podríamos llamar optimistas. ¿Es esto debido a la influencia folk o a qué?

R.: Sí, creo que siempre es realmente importante proporcionar una mezcla de canciones en un disco. La idea es llevar al oyente por un recorrido de emociones. Pienso que siempre es tentador como vocalista cantar las canciones más tristes, pero no es bueno tener diez así. ¡Ja, ja, ja!

¿Qué experiencias lo inspiraron a componer canciones como Hell or hight water y Heart to love?

R.: Hell or hight water trata sobre una relación que terminó y me dejó muy confundido. La canción es como una investigación de lo que sucedió y de por qué no funcionó. Heart to love es un poco diferente... Es mantener la fe en que algún día encontrarás a alguien que sea absolutamente adecuado para ti y que entienda quién eres.

¿Tiene un ritual para empezar a escribir/componer?

R.: En realidad no, me gusta mantenerme lo más abierto posible. Escribo todo el tiempo y puedo estar en cualquier parte. Creo que ayuda a conservarlo verdaderamente fresco y emocionante.

¿Cree en el amor eterno?

R.: ¡Ja, ja, ja!, buena pregunta. Tal vez, aunque la vida sea larga y estemos cambiando constantemente.

Si tuviera que elegir cinco canciones para un álbum, ¿cuáles serían?

R.: Esa es una difícil. Tengo diez álbumes ahora, así que es mucho para elegir. Let her go creo que tendría que ir; Life's for the living, To be free, Survivors y Riding to New York.

Antes de este álbum, en 2017, anunció que tomaría un descanso, sin embargo, terminó 2018 con Runaway. ¿Siente que las vacaciones fueron suficientes o a qué debemos que haya vuelto a los estudios de grabación?

R.: Sí, soy muy malo teniendo tiempo libre. Lo intenté, pero cuando tenía suficientes canciones para un álbum, solo quería volver al estudio.

¿Qué ha sido lo más difícil de ser músico?

R.: Los primeros años fueron los más difíciles, cuando tocaba en la calle. Mantener la fe y creer en mí mismo era duro a veces. Hoy en día es diferente, creo que la dificultad ahora es estar lejos de casa tanto tiempo.

¿Cuáles son los compositores que más admira o han influido en su carrera?

R.: Paul Simon es mi mayor inspiración. Ha escrito canciones increíbles y ha tenido una carrera tan larga y variada que me impresiona. Amo a Neil Young, Bob Dylan, Joni Mitchel, entre otros.

 

Autores

Liliana Gómez / El Espectador