'Patafísica, la ciencia del absurdo que abrazaron Cortázar y Dalí
Miércoles, Agosto 24, 2016 - 14:09
Movimiento de origen francés estrena en librerías la cuarta edición de sus ensayos.
Agencia SINC | Si busca una novela al uso, no lea este libro. ‘Patafísica junto con Especulaciones describe qué es esta ciencia de ciencias, surgida en Francia en 1948 y con seguidores tan conocidos como Dalí, Duchamp, Cortázar o Miró. Por encima de todo, la ‘patafísica es la ciencia de la curiosidad, del humor y de la excepción, pero le avisamos: cuando termine de leer los doce capítulos, tendrá más dudas que cuando empezó.
Para hacer honor a la ‘patafísica (con apóstrofo inicial) deberíamos empezar por el final. No pretenda comprender lo incomprensible, ni buscar el raciocinio en las páginas de este libro. Más bien siéntase como Alicia cuando celebraba el feliz no cumpleaños. O piérdase por los capítulos sin el orden establecido, como propuso Cortázar en su Rayuela. El escritor argentino fue patafísico. “El conocimiento de Jarry y la ‘patafísica habría de cambiarme la vida”, afirmó. Pero, ¿quién es Jarry?
Vamos a tratar de explicar lo inexplicable antes de continuar. Alfred Jarry (1873-1907), excéntrico escritor francés, es el inventor de este saber, aunque después de muerto. Es decir, la ‘patafísica se describe por primera vez en una de sus obras póstumas. Como homenaje a su figura, un grupo de seguidores deciden fundar el Colegio de ‘Patafísica el 11 de mayo de 1948, el 22 de Palotin 75, según el calendario patafísico.
El universo simbólico de la disciplina abarca desde su propio calendario –cuyo primer día coincide con el nacimiento de Jarry–, a un organigrama con títulos basados en la nobleza de Polonia –el director del colegio es el Vice-Curador Inamovible–. El símbolo del saber es una espiral interminable llamada Gidouille, presente en todos los órdenes y en todos los campos de la vida, según sus miembros.
En palabras del propio Jarry, la ‘patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias, la ciencia de lo particular. Estudia las leyes que rigen las excepciones; aquel universo suplementario al nuestro. Algo así como lo que ve Alicia al otro lado del espejo.
Como en ‘La vida de Brian’
Aunque se autoproclame ciencia, en estas páginas no va a encontrar ni una sola fórmula, ni una teoría, sino ensayos y cavilaciones que le irán enroscando en la espiral del movimiento sin que encuentre una salida. Porque no la hay. El saber es curiosidad y ese es el objetivo de los patafísicos, si es que tienen alguno.
En la docena de capítulos que conforman el libro encontrará pinceladas del movimiento, descrito por sus miembros. También Especulaciones de Jarry, traducidas del original Spéculations. El humor absurdo en el relato La Pasión, considerada como una carrera de bicicletas cuesta arriba recuerda mucho al que casi un siglo después utilizarían los Monty Python en La vida de Brian (1979).
“En la bastante difícil carretera del Gólgota hay catorce curvas. En la tercera de ellas, Jesús cayó por primera vez. Su madre, en la tribuna, se alarmó”, escribía Jarry con sarcasmo.
O en otro ensayo, de carácter más científico, el artista explica la relación que hay entre la velocidad centrífuga y la danza, que permite que la falda larga no se enrolle en las piernas de las bailarinas y no se caigan.
Los hermanos Marx, Duchamp, Dalí y Miró son algunos ejemplos de patafísicos, aunque existen muchos otros que lo son pero no son conscientes de ello. Incluso antes de que se fundara el movimiento, en Lutero, Santo Tomás y Pío XII ya había vestigios patafísicos, por lo que se les puede considerar patacesores.
Averiguar cuántos años se mantuvo operativo el colegio solo es posible con cálculos matemáticos. Tenga a mano papel y bolígrafo porque el calendario gregoriano aparece en contadas ocasiones. Si las cuentas no fallan, desde que se creó la institución en 1948 hasta 1975, fijado como el año de la ocultación, hubo tres magisterios diferentes.
Los discursos, los diseños de sus publicaciones (“ediciones para leer acostado sobre la espalda”) y las conferencias donde trataban de reclutar a adeptos propiciaron su expansión internacional, sobre todo a Argentina.
El crecimiento hizo que se perdiera la esencia del movimiento, minoritario por naturaleza, y en 1975 sus miembros decidieron iniciar el período de ocultación hasta 2000. El simpar Fernando Arrabal es uno de patafísicos que celebraron con alborozo que el saber volviera a la luz.
No todo vale
En el período de tinieblas, en 1990, se fundó el Otro Ilustre Colegio de ‘Patafísica de Valencia. Como detalla José Manuel Rojo en el capítulo final del libro, sus máximas son el humor, la provocación y el caos.
En su opinión, la ‘patafísica oficial se fosilizó en el dogma y por eso patafísicos valencianos hicieron performances en la calle, como tomar el té entre los semáforos de la ciudad, o participaron en una edición del Festimad, en el Círculo de Bellas Artes (Madrid). Rojo reconoce que, en aquella ocasión, al bromear sobre una víctima de ETA, pisaron una línea roja y se dieron cuenta de que no todo vale, ni siquiera en el mundo patafísico.
Porque no hace falta herir sensibilidades para despertar la curiosidad en el público. Certámenes como el de los Ig Nobel, donde se premian logros científicos que “primero hacen reír a la gente y luego le hacen pensar” son un claro homenaje a esta ciencia del absurdo, aunque, probablemente, sus fundadores ni siquiera sepan que existe. No hay que culparles: son patafísicos pero no lo saben.
Lo que es una verdadera incógnita es qué le deparará al movimiento en los próximos años, si abrirá nuevas delegaciones o volverá a sumirse en la más profunda oscuridad. Si no quiere perderle la pista, no se preocupe. Solo tiene que seguir a un conejo con mucha prisa.