La escritora chilena habló con Lifestyle sobre la exposición mediática que ha recibido los últimos años y el trabajo de su nueva novela que espera publicar el próximo año.
Portadas de revista, televisión, programas en internet; en tono serio o a veces en broma, el rostro de ojos pequeños y cabello de colores de Paulina Flores ha estado en variados espacios públicos para hablar sobre su literatura. Luego de la publicación y el éxito de su primer libro de cuentos, “Qué Vergüenza” (publicado en 2015), la escritora chilena se convirtió en un ícono de la ola renovadora de voces femeninas en el país.
Pero para Paulina Flores esta figuración parece sacada de un libreto ajeno.
La historia originalmente iba así: criada en la comuna de Conchalí, en Santiago de Chile, dejó la casa de sus padres a los 18 años. Estudió literatura en la Universidad de Chile y trabajó como mesera. Era otra punk con polera de Los Misfits y pantalones rotos. Pero decidió ser escritora, entró al taller del escritor Alejandro Zambra y en 2014 su cuento “Qué Vergüenza” gana el premio Roberto Bolaño. Un año más tarde, se publica el libro homónimo con Editorial Hueders y ahí comienza la otra historia. Una de reconocimientos y cámaras.
Sentada en su departamento, ubicado en el centro cívico de la capital chilena, sobre el piso de madera y sin decoraciones ostentosas, Paulina Flores parece alejada del eco de los reconocimientos. Una pequeña repisa sin barniz con figuras animé y adornos asiáticos recuerdan su viaje más reciente a Corea, Japón y China, este último país, donde se acaba de lanzar su libro traducido al mandarín. Mientras algunas colillas parecen haberse estrellado con el fondo del cenicero ubicado al lado del computador en el que hoy trabaja su nueva novela.
-¿Cómo recibiste el éxito de tu libro? ¿Ha cambiado algo?
-Nunca lo pienso así... Me han pasado otras cosas en la vida que han hecho que hoy tenga más personalidad. Tiene que ver con el libro, pero también con otras cosas, como una pareja que tuve que era muy social y me enseñó a trabajar con las personas. Escribir es una actividad muy solitaria y al final estoy sola cuando escribo. No llega alguien a decirme cosas de este libro que hice.
Al final, no me ha cambiado (el éxito de su libro). La relación con los textos es súper difícil. Enfrentarse a una novela, yo pensé que iba a ser fácil, porque “ya aprendí a escribir y soy una escritora, y voy a escribir un segundo libro”. Pero cuando escribes, siempre tienes que volver a demostrar que eres escritora. Y aprender a escribir con cada libro. Al principio, fue una frustración que me costara tanto. Pero siempre me voy a estar convirtiendo en escritora.
También me tocó un buen año. No sé si es una revolución, pero las voces femeninas están siendo muy escuchadas, tienen mucha atención. Si hubiese escrito en los 90 no hubiese sido así.
-¿Cómo ha sido convertirte en una figura pública?
-Al principio fue muy mal, porque no tenía ni un tipo de habilidad para manejarme. No es que sufrí, no es tan así, pero me angustiaba mucho por cosas superficiales. Porque quería sentirme bien y verme bien en las fotos... Me ponía nerviosa, preocuparme de posar o algo, no sabía hacer nada y me angustiaba mucho. No me gustaba tampoco que trataran de vincularme tanto con el libro. Pero creo que ahora lo manejo mejor y eso tiene que ver con la experiencia.
También Santiago es así. Instagram revolucionó al mundo. Antes, exponerse era algo muy lento y ahora todo el mundo se expone y juegan a eso.
-Alguna vez mencionaste que esto pasó porque eres bonita.
-Es uno de los tantos factores. Creo que son muchos. Soy buena para tirar cuñas (frases golpeadoras que conectan con el apetito periodístico). No sé por qué. Pero creo que además el libro tuvo buena crítica. Hueders es una editorial con cierto prestigio, medio alternativa.
-¿Cuesta pensar que es “por ser bonita”?
-Es incómodo pensar que te van a prestar atención por eso… No me molesta, pero es duro asumirlo. Porque uno solo quiere ser muy talentoso. Pero está bien. Si piensas en los artistas de antes muriendo sin nada…
-Mencionaste las voces femeninas. Considerando el contexto en torno a las reivindicaciones de género, ¿crees que hay una responsabilidad extra en este momento, al tener una vitrina desde la que hablar?
-No me considero tan militante. No me siento así, porque los hombres no se sienten así tampoco. Yo soy feminista, pero mi obra no se trata sobre el feminismo. Creo que es literatura en un sentido más amplio. Yo sé que hay un foco feminista en la literatura y no sé si el mío lo tiene especialmente.
No sé si el tema del feminismo es lo primero que quiero tratar. Generalmente, está antes la clase (social) y otras cosas... si es que hay algo tan discursivo en mi obra. Realmente, es solo literatura. Yo quiero hacer algo hermoso. Algo que sea bueno y lindo… Siempre he querido decir esto, pero nunca lo digo… No siento que haya una responsabilidad; no soy el Ché Guevara escribiendo un libro: soy una joven que le gusta escuchar Placebo.
UNA FANTASÍA
Aunque dice no sentir una responsabilidad con ser voz de un movimiento que crece y crece, admite que sí se la han atribuido ese rol en algunas ocasiones. Como en 2017, cuando el diputado del Frente Amplio, Gabriel Boric, recomendó su libro luego de las elecciones presidenciales, diciendo que los cuentos representaban a las personas a las que el mensaje de la candidata de su conglomerado, Beatríz Sánchez, había llegado: “Y yo voté por ella, pero no soy un ejemplo para nadie. En mi Instagram a veces subo historias, borracha, y fue lo primero en lo que pensé. Voy a tener que cerrar mi cuenta porque no quiero ser como el ejemplo de persona que votó por ella y parecer una borracha. Pero yo no dije nada, no me corresponde”, aclara Flores.
“Me asustó un poco (la mención de Boric), porque me empezó a seguir mucha gente. Ahora, solo trato de ser yo, y no serlo al mismo tiempo. Muestro un juego, una fantasía de lo que soy yo”, devela.
Pero el juego ha funcionado: su cuenta en Instagram suma más de 4.200 seguidores.
-¿Has pensado en capitalizar alguna vez el tema de las redes sociales?
-¿Como influencer? No sé si uno puede vivir de eso o es una ficción del millennial. Que te regalen chocolates una vez… pero no puedes comer chocolates todos los días. Y no sé cómo se hace.
A mí me gusta salir bien en las fotos, cool, pero eso es un trabajo... Sigo a muchos, pero yo no podría hacerlo. Yo tengo otro trabajo no más; no puedo hacer tantas cosas tampoco.
-¿Qué se siente pasar de ser la que está aprendiendo a la que está enseñando? Tu primer taller literario se inicia en octubre.
-Ellos no saben que yo igual voy a aprender mucho. Voy a escucharlos tomando nota. Ojalá no sea una mala profesora. Porque puedo ser un poco dictatorial, y si no lo hago bien, les pido perdón desde ahora. Se siente raro. Porque me siento un poco confianzuda de hacerlo con un solo libro (publicado). Siempre critiqué a los escritores que viven de los talleres y me siento así…
-¿Y la novela?
-Se supone que tengo que entregarla en marzo para que se publique como en octubre. Estoy muy enfocada en trabajar y en dar todo de mí, por esta onda asiática con que volví. Pero igual si no me sale para marzo, no me voy a preocupar tanto, porque quiero que salga bien y darle todo el tiempo.
Se trata de tres personajes, un papá con su hija y un coreano. Habla de las segundas oportunidades, de si puede uno equivocarse en la vida y empezar de nuevo... no sé cuál es la repuesta a eso, porque todavía no escribo el final y va a depender mucho de si estoy positiva o negativa, y de la comunicación. Ellos no se pueden comunicar en un mismo idioma, porque no tienen uno en común. Está eso de fondo.
También me alejé de situaciones más cercanas, ese mundo que yo conocía muy bien. Esta historia pasa 70% en Punta Arenas, un porcentaje en Corea, Busán, y otro en el océano Pacífico... Ha sido bueno, porque en algún punto me estoy alejando, no al 100%, pero con algunos destellos menos realistas. No hay fantasía, pero sí hay cosas extrañas, sin explicación. Puedo jugar más literariamente.
-¿No podías hacer eso en estos espacios más cercanos a ti?
-No es que no pudiera. Pero yo aprendí a escribir con esos cuentos. Fue un instrumento... no sé si fácil o cómodo, pero estaba aprendiendo a escribir y es lo que me salió. Cuando escribí ese primer libro, yo iba a talleres y escribía cuentos. Resultó que tenía estos que eran buenos y los junté y salió eso que, tuve la suerte, armó un sentido a mucha gente, y a mí igual, cuando ya lo vi reunido. No tenía título ni nada, era como un ejercicio.
Ahora la historia que estoy trabajando me hace pensar mucho más lo que quiero decir. También pensarlo mucho y olvidarme. No me gusta escribir discursivamente y que se note que quiero decir algo específico.
-¿Que quede a la interpretación?
-Sí.