Un detective privado que recibe una solicitud compleja: su ex novia le pide buscar a la actual pareja de la chica, de quien se ha perdido el rastro. Es sólo el comienzo de un largo periplo que parece no tener fin ni dirección.
"Magnolia", "Petróleo sangriento", "Boogie nights" y "The master" forman parte de una tríada intensa en la oferta cinematográfica de las últimas décadas. Detrás de esos proyectos ha estado la mirada inquieta del director Paul Thomas Anderson.
La última propuesta del cineasta es una revisita a otro creador intenso, el escritor Thomas Pynchon. Anderson trae desde el mundo de la literatura las vicisitudes de Doc Sportello, un particular detective privado en la película que lleva el mismo nombre que la novela en la que se inspira: “Inherent vice” ("Vicio propio").
En América Latina se conoce, eso sí, como "Puro vicio".
Joaquin Phoenix da vida al investigador contratado por una ex novia con la intención de que encuentre al actual hombre de la chica, un adinerado promotor inmobiliario, quien no da señales de vida desde hace muchos días.
Las acciones se centran en California en los años 70. El detective inicia así un periplo complejo que lo llena de tribulaciones en ambientes disímiles como grupos hippies, policías corruptos, personajes racistas y ex Panteras Negras, entre otras expresiones de un desopilante bestiario urbano, pero que bien puede ser aplicado al mundo de hoy.
A pesar de las complicaciones, Anderson trastoca la crudeza y propone una mirada sarcástica, hasta humorística, del mundo en el que debe introducirse el personaje de Phoenix. De hecho, para quienes han tenido acceso al filme, anotan que es la película más cómica del director.
El elenco de actores lo completan, entre otros, la cantante Joanna Newsom, Benicio del Toro, Martin Short, Reese Whiterspoon, Josh Brolin, Jena Malone y Katherine Waterston.
Lo interesante del filme es que se combina con acierto el dinamismo en la narración y el look retro de “Boogie Nights” con la solemnidad de otras cintas del director, resultando una obra divertida que desprende singularidad y extravagancia en su guión, en los actos de sus personajes y en su propuesta audiovisual –fantástica la banda sonora de Johnny Greenwood y el aroma epocal que desprende la cinta-, pero resultando comedida en todos sus aspectos, sin llegar a desatarse del todo.
Visual y narrativamente, la playa y sus infinitos granos de arena se ven progresivamente invadidos por el asfalto y los adoquines, de manera que la única escapatoria es sumergirse en el mar.
En un mar de dudas, eso sí. Porque las preguntas nutren y son el hilo conductor de este filme en el que, junto a Doc, se emprenda un viaje único.