La operación se realizó en hospital de emergencias de Villa El Salvador y estuvo a cargo de un cirujano plástico que se encargó de la reconstrucción.
Una proeza médica lograron médicos del Hospital de Emergencias de Villa El Salvador, al sur de Lima, al extraer un tumor de kilo y medio del rostro de un paciente de 38 años, a quien además le reconstruyeron la cara.
Se trata de Guimo Quinchuya Ascencio, quien nació en Cerro de Pasco con un Hemangioma Gigante, un tumor que con el paso de los años no dejaba de sangrar y se hacía gigante, tanto que comprometió su boca, lengua, cuello y laringe.
Le era imposible masticar cosas duras, hablar con claridad y sobretodo aguantar los dolores que cada vez eran más intensos.
Guimo recuerda que todo era muy difícil y más porque no tenía a sus padres con él, pues se crió con sus abuelos y hermanos hasta que en el 2010 decidió dejar su Villa Rica natal y viajó a Lima en busca de ayuda.
Cuando llegó, comenzó vendiendo caramelos en los micros con la idea de recaudar dinero para su operación, hasta que ya no pudo más. El tumor le impedía subir y bajar de los buses, y entonces decidió pararse en los puentes y semáforos de la capital con carteles en el pecho.
Mientras esperaba la caridad de las personas, recorría todos los hospitales de Lima, con la esperanza de que algún doctor le dijera que sí era posible extirpar el tumor. Escuchar la noticia que tanto anhelaba, se demoró años en llegar.
El camino que decidió emprender Guimo no fue fácil, pero reconoce que siempre se le cruzó gente de buen corazón, como Vanessa Flores, a quien considera como una madre.
“Conocí a Guimo el año pasado por las redes sociales, lo llevamos a varias clínicas pero nos dijeron que no podían hacer nada. Prácticamente Guimo no tenía muchas esperanzas, hasta que le presentamos el caso al doctor Augusto Anaya”, recuerda Vanessa, quien, confiesa, "ayudo a las personas porque eso me llena espiritualmente".
Desde ese momento empezaría una nueva vida para este joven, el último de 6 hermanos y el único que nació con esta malformación en su familia.
Extirpación y reconstrucción
A mediados de enero último, el cirujano plástico Augusto Anaya, de la Unidad de Servicios de Cirugía Plástica, Quemados y Microcirugía del hospital, aceptó el reto y encabezó la riesgosa operación, que duró 4 horas para la extirpación del tumor y luego 12 horas más para la reconstrucción del rostro.
“Yo pienso que Dios nos ha iluminado, Dios lo ha puesto aquí y nos ha permitido sacarlo adelante”, confiesa con mucha emoción la doctora Rocío Coletti. Ella, junto al doctor Anaya, conformaron el equipo de 13 especialistas que participaron en la operación, la primera de tal complejidad realizada en esta institución, inaugurada hace solo un año.
La doctora Coletti todavía recuerda cómo llegó Guimo, un paciente que tenía 7 gramos de hemoglobina: “El sangrado era tanto que vino con un pañal en el rostro. Si no hubiéramos hecho antes la embolización, que consiste en tapar los vasos sanguíneos, no hubiéramos podido retirar con éxito el tumor y definitivamente hubiera significado la muerte del paciente.”
En la intervención quirúrgica participaron un especialista en microcirugía, un cirujano de cabeza y cuello, dos cirujanos plásticos, un neurocirujano, dos médicos anestesiólogos y un cirujano de cabeza y cuello y maxilofacial.
Operación cero costo
Se estima que la operación de Guimo hubiera costado más de 100 mil soles (US$ 30.740) en el ámbito privado, pero en este caso fue cubierto una parte por el hospital y el resto gracias a la cadena de solidaridad vía redes sociales.
“Guimo es un caso muy importante que significó la movilización de la institución en todos sus ámbitos”, señala el director ejecutivo del hospital, Augusto Tarazona Fernández, quien además anunció que en los próximos días se firmará un convenio con el SIS (Seguro Integral de Salud) para seguir ayudando a más personas necesitadas.
Hace unos días Guimo celebró un año más de vida, pero esta vez fue diferente, ya no estaba en su rostro el pesado tumor, ya no había sangrado ni tanto dolor pero sí muchas palabras de agradecimiento. “Le doy gracias a Dios que me tiene con vida hasta este momento. Me siento contento y voy a seguir luchando porque me falta muchas cosas”.
Si bien todavía faltan varias operaciones para Guimo, él sabe que lo peor ya pasó. Por ahora pasa sus días en un albergue de Tablada de Lurín, donde cose unos coloridos morrales y los vende a 25 soles. Mientras enseña cómo los hace, revela que le gustaría recibir clases de costura y más adelante tener una empresa. La vida le ha dado una nueva oportunidad y no piensa desaprovechar ni un minuto.