La denominada empresa bandera enfrenta una profunda crisis de credibilidad que ha llevado a que firmas clasificadoras de riesgo le quiten el grado de inversión. Los desafíos por delante son tan grandes como su millonaria deuda, producto de la modernización de una refinería que este mes entra en operación y que ansía procesar crudo extraído por la propia empresa.
El próximo 12 de abril la nueva Refinería de Talara de Petroperú, ubicada en la región norteña de Piura, entrará en operación. Así, tras casi 20 años de gestiones, leyes, emisión de bonos y millonarios préstamos y deudas de por medio, el Proyecto Modernización Refinería Talara (PMRT) finalmente será realidad. No obstante, los últimos acontecimientos protagonizados por la petrolera estatal peruana han ensombrecido este tan esperado acontecimiento.
En la primera semana de marzo, la agencia clasificadora de riesgo Fitch Ratings rebajó la calificación crediticia de la compañía al pasar su rating de emisor a largo plazo de BBB a BBB-, así como su perspectiva de estable a negativa. Una semana después, Standard & Poor’s también rebajó la calificación crediticia de Petroperú y pasó de una calificación a largo de plazo de BBB- a BB+, un escaño en el cual ya es considerado como bono basura.
Esta degradación en la calificación de la compañía fue un duro golpe para la compañía, tomando en cuenta su alto endeudamiento para ejecutar el proyecto de modernización. Para construir esta nueva infraestructura Petroperú tuvo que emitir bonos por US$ 3.000 millones y en paralelo adquirir un préstamo de US$ 1.300 millones de la Compañía Española de Seguros de Créditos a la Exportación (CESCE).
Hoy, tanto Fitch como S&P consideran que invertir en Petroperú implica un alto riesgo ya que podría no cumplir con sus obligaciones de pago. Esto, debido a que a fines de febrero la firma internacional de contabilidad y auditoría PwC rechazó realizar la auditoría de la empresa petrolera. ¿La razón? Un desacuerdo en la cláusula de confidencialidad. Por un lado, Petroperú insistía en que la evaluación se realice con una cláusula de este tipo sin límite de tiempo, mientras que la compañía auditora propuso que el secreto se mantenga solo por dos años, tal y como lo habían hecho en los años anteriores.
“Las revisiones y RWN (observación negativa) reflejan la falta de transparencia financiera de la empresa y la gobernanza debilitada, como lo demuestra el retraso significativo en la auditoría financiera de fin de año de 2021 de la empresa”, dijo Fitch en un comunicado.
El futuro financiero de la petrolera estatal no se ve prometedor ya que los contratos de bonos y créditos señalan que la compañía debe presentar su auditoría antes de mayo. No obstante, Petroperú informó que esto recién lo haría en la última semana de junio por lo que entraría en un incumplimiento técnico.
Sin embargo, a pesar de los recientes episodios que involucran a clasificadoras, auditoras y los directivos de Petroperú, lo cierto es que la compañía arrastra desde años una serie lastres que han afectado la rentabilidad y el buen manejo de la empresa, a diferencia de otras petroleras estatales con presencia en mercados regionales y con inversiones que apuntan no solo a proyectos de petróleo, sino también de energía renovable, como es el caso de Ecopetrol de Colombia, que en marzo pasado inició un proyecto de hidrógeno verde en la ciudad de Cartagena.
Para Enrique Castellanos, docente de Economía de la Universidad del Pacífico, una de las razones del esquivo éxito de Petroperú es que, a diferencia de Colombia, Ecuador o Brasil, Perú no es un país petrolero.
“La producción diaria es de 20.000 o 30.000 barriles diarios, muy por debajo de Ecuador o de Colombia. La petrolera estatal básicamente tiene un negocio de refinación y no está en el negocio de upstream (exploración y explotación) porque en la década de los 90, en el primer gobierno de (Alberto) Fujimori se le quitó mucho peso a la gestión empresarial del Estado en Perú. Se privatizaron muchas empresas y entre las pocas que quedaron siendo estatales está Petroperú, aunque sí le desmembraron unidades de negocio, dejándole solo la refinación y distribución”, dice.
Francisco Torres, profesor de la Maestría en Gestión de la Energía de Esan, señala que Petroperú, a diferencia de otras petroleras del mundo, tiene una visión cuyo objetivo principal es el abastecimiento del mercado nacional. “Esto le resta una participación importante que cualquier petrolera podría tener. No me refiero a entrar al mercado mundial, pero sí a nivel regional en Sudamérica, donde existe una demanda tan importante y cautiva como la del mercado chileno, ya que Chile no es productor de petróleo y podría ser uno de los destinos ideales”, dice. “A nivel logístico, Perú cuenta con innumerables ventajas en comparación con Ecuador. El solo hecho de que no pueda abastecer un mercado como el chileno, nos da una referencia de la falta de capacidad que existe para hacer lo que una petrolera estatal a nivel mundial hace: tener una proyección internacional”, precisa.
En ese sentido, Torres da cuenta de las falencias del Oleoducto Norperuano -que transporta el crudo desde desde el nororiente de Perú hasta la refinería de Talara- que está diseñado para trasladar crudo de menor densidad del que se extrae en el país sudamericano. “Esta es una estructura subutilizada. Decir que funciona al 30% de su capacidad sería un gran logro. En Perú se extrae crudo pesado y muchos productores inyectan un diluyente para poder transportarlo. Esto hace que empresas usuarias del oleoducto, que no son pocas, vean con buenos ojos la posibilidad de usar el Oleoducto de Crudo Pesados (OCP) de Ecuador, que sí está diseñado para crudo pesado”, dice.