De acuerdo a el editorial de la última edición del “British Medical Journal” estos efectos de las pastillas han sido descuidados.
El uso de las pastillas anticonceptivas ha sido completamente normalizado entre las mujeres al día de hoy. Por lo menos, en un gran porcentaje de países. Mientras en Reino Unido el servicio nacional de estadística estima que el 42 % de las mujeres usan píldoras anticonceptivas, en Colombia una encuesta de Profamilia realizada en el 2010 encontró que el 60 % de las mujeres encuestadas (53.521) usan métodos anticonceptivos modernos, entre las que se encuentran las píldoras.
Sin duda, el acceso a las anticonceptivas es un beneficio para el feminismo y la salud pública, pero el editorial publicado ayer en el British Medical Journal, titulado “La píldora y la sexualidad de la mujer”, quiso volver a poner sobre la mesa un tema que ha sido marginado: cómo han sido descuidados los efectos secundarios sexuales de las pastillas anticonceptivas durante demasiado tiempo.
Su autora, la doctora Cynthia Graham, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Southampton, Reino Unido, empieza por explicar que desde que se empezaron a comercializar las píldoras anticonceptivas, se ha visto una asociación entre su uso y el funcionamiento sexual deficiente. Pero mientras otros síntomas secundarios, como el dolor de senos y el sangrado por disrupción, se han estudiado a profundidad, es poco lo que se han explorado los efectos que tienen sobre la libido femenina.
“Los efectos secundarios sexuales se han considerado ´extremadamente difíciles de evaluar y se describen en la literatura como triviales o como molestias”, asegura Graham. Una falta de atención que, cree, puede reflejar un sesgo sexual.
Pero algunos, comenta, han resultado en efectos negativos. Cita, por ejemplo, uno realizado con 150 mujeres de las Filipinas y Escocia —para poder tener mezcla de diferentes culturas— que habían sido esterilizadas o cuyas parejas se habían hecho la vasectomía. El grupo fue dividido en tres: uno al que se le dio la píldora anticonceptiva oral combinada, otro al que se le dio una píldora de solo progestágeno, mientras al resto le dieron placebo.
Después de que tomaran el respectivo tratamiento por cuatro meses, en el que se les hizo un seguimiento con cuestionarios, encontraron que las que recibieron la píldora combinada tuvieron “afectos adversos en su sexualidad”. Sobre todo, las mujeres de Edimburgo, ya que la mitad reportaron reducción en el interés sexual. Mientras, con la píldora de progestágeno y con el efecto placebo no se reportó una sensación similar. Vale aclarar que la doctora Graham es autora del estudio que ella misma cita, pero no la hace la primera en cuestionar si los efectos adversos de la sexualidad de la mujer han sido ignorados.
En el 2016 se anunció con éxito, en la revista Jama, que un anticonceptivo para hombres que se estaba probando en ensayo clínico había demostrado tener el 96% de efectividad. Se trataba de una inyección que debían aplicarse los 350 hombres que formaron parte del estudio, cada dos meses, en las que recibían una forma activa de progesterona, que actuaba sobre la glándula pituitaria desactivando la producción de esperma, y testosterona, para compensar la disminución de hormonas masculinas que podía desencadenar la primera.
Pero el ensayo fue suspendido: varios voluntarios empezaron a retirarse por sentir efectos adversos, como “depresión, acné y problemas en la libido”. Los mismos que se pueden encontrar en el reverso de casi cada caja de pastas anticonceptivas.
Mientras los cambios en el deseo sexual de la mujer, sea porque lo incremente o lo disminuya, siguen sin ser estudiados, desde 1982 la Organización Mundial de la Salud financió un macroestudio con seis países para evaluar el impacto que nuevos anticonceptivos masculinos podrían tener en veinte aspectos de la sexualidad masculina, recuerda el editorial de la prestigiosa revista.
“Seis décadas después de la introducción de la píldora, las preguntas fundamentales sobre sus efectos en la función sexual de las mujeres siguen sin respuesta. ¿Cuántas mujeres dejan de usar la píldora debido a los efectos adversos sobre su sexualidad? ¿Qué distingue a las mujeres que experimentan un menor interés sexual con los anticonceptivos orales de aquellas que no lo hacen? ¿Es menos probable que ciertos tipos de formulaciones se asocien con efectos negativos?”. Seis décadas después, son preguntas sin respuesta.