Ante las dificultades académicas generadas por el paro, las directivas le pidieron a un grupo de profesores que trabajaran un mes “ad honorem”.
El viernes 16 de enero, los estudiantes de la Universidad Nacional (UNAL) volverán a clases luego de una larga pausa. El paro que vivió el país en los últimos meses de 2019 impidió que el calendario académico se completara de manera habitual y varios profesores tuvieron que posponer sus cursos.
Por eso, si todo sale como está planeado, mañana los retomarán y terminarán el semestre en las próximas cuatro semanas. Solo hay un detalle con el que muchos de los docentes no están de acuerdo: deberán hacerlo de forma gratuita.
Así se lo notificó a los decanos, el 17 de diciembre, Alba Lucía Marín, directora de personal de la UNAL sede Bogotá. En un breve correo les pidió que en caso de que los profesores no hubiesen “alcanzado el total de los objetivos de la asignatura”, deberían culminarlos entre el 16 de enero y el 14 de febrero. Para ello, advertía, “se efectuará una vinculación en la modalidad de docente ocasional ad honorem”. Es decir, los maestros que hacen parte de esa categoría (docentes ocasionales) deberán terminar sus clases sin cobrar salario durante ese lapso.
La idea comunicada por Marín no cayó nada bien entre los profesores. A medida que se fueron enterando de la decisión, empezaron a organizarse y a redactar varios comunicados en los que mostraban su desacuerdo. Los “docentes ocasionales” de la Facultad de Ciencias Humanas expidieron uno el 18 de ese mes. Un día más tarde, junto a los de la Facultad de Derecho, crearon una red interfacultad de docentes ocasionales. Luego, se pronunció el Departamento de Lenguas Extranjeras y la Mesa Amplia Nacional de Profesores de Universidades Públicas (Manpup). También lo hicieron los profesores de la sede de Palmira y los estudiantes de varias facultades. Todos criticaban la decisión de las directivas.
“Entendemos la difícil situación por la que atraviesa la universidad pública, pero tales dificultades no pueden servir de fundamento para vulnerar los derechos de quienes venimos trabajando mancomunadamente con la comunidad académica”, rezaba uno de los comunicados. “Los profesores y las profesoras que firmamos consideramos indigno de la UNAL que se le haga este tipo de propuestas a colegas que, por su misma condición contractual en las universidades públicas, trabajan en condiciones laborales precarias”, se lee en otro.
“Consideramos irrespetuoso proponernos realizar nuestra labor docente sin recibir remuneración alguna (ad honorem). Esto nos lleva a deducir que el profesor ocasional es tratado como el actor menos importante en el ámbito académico”, escribieron los profesores de Ciencias Humanas. “La vinculación en la modalidad docente ocasional ad honorem desconoce la situación laboral de los docentes ocasionales, cuyas principales característica son la inestabilidad económica y la falta de garantías laborales”, anotaron los estudiantes del Departamento de Lenguas Extranjeras.
Óscar Bello, profesor de esa facultad, prefiere explicar lo que está sucediendo con una frase: “Esta propuesta es una falta de respeto. ¿Por qué a los profesores de planta no les piden trabajar ad honorem? ¿Por qué solo a nosotros, los ocasionales?”. Y otra profesora, que prefiere mantenerse en el anonimato, dice: “Queremos mucho a la universidad, pero es irrespetuoso que nos pidan trabajar gratis por amor”.
Aunque reconocen que durante el paro les pagaron su salario en el 2019, les parece injusto que, a diferencia de los de planta, las directivas no les quiera pagar por un mes más de trabajo. “Muchos de nosotros tenemos más contratos en otras entidades. Como somos contratados por horas, la compensación no suele ser alta”, añade otro docente.
¿Por qué la U. Nacional tomó esa decisión? ¿Qué sucederá si algunos profesores, como le contaron a este diario, no están dispuestos a dictar clases ad honorem? ¿Cuál es la solución a ese posible escenario? Pese a que desde el lunes por la tarde nos comunicamos con la universidad en busca de una explicación, sus directivas no se habían pronunciado antes del cierre de esta edición.
Pero este nuevo capítulo, a los ojos de tres profesores más con los que conversamos, revela un problema mucho más profundo del sistema de educación superior. En 2016 el entonces rector de la UNAL, Ignacio Mantilla, lo sintetizó en una columna escrita en El Espectador. Este tipo de docentes, que en algunas universidades también llaman “profesores de cátedra”, que contratan por horas y que a veces superan en número a los de planta, apuntaba, se ha convertido en una “desafortunada salida” que no parece tener fin.
“En los últimos años la decisión de ampliar el número de cupos para estudiantes en las universidades públicas es premiada con algunos recursos adicionales que no van a la base presupuestal de las universidades. Estos recursos son, por lo tanto, inciertos y estimulan la contratación de más docentes ocasionales para poder responder a la enorme responsabilidad”, escribía.
Contratar a más profesores bajo esta modalidad, anotaba Mantilla, poco a poco, se convirtió en un “flagelo académico”: “La docencia ocasional es inconveniente para quienes la realizan continuamente, semestre a semestre, durante décadas, sin posibilidad alguna de una vinculación estable o ascenso en la universidad, pero también lo es para la institución que aparentemente resuelve el problema ante sus estudiantes”.
Al final era claro con su llamado: “Una universidad que dependa de la contratación de profesores ocasionales no está respondiendo a los retos contemporáneos de su misión y está poniendo en riesgo la estabilidad de su calidad”.