Un grupo de científicos dio a conocer la primera representación del campo magnético de la Vía Láctea, importante acercamiento para entender el origen del universo.
Desde que en mayo de 2009 la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzó el satélite Planck, los astrofísicos esperaban hacer algún hallazgo que les permitiera entender mejor cómo había nacido el universo y qué detalles han estado ocultos detrás de la Vía Láctea. Ayer, después de cinco años de investigación, hicieron público uno de esos descubrimientos claves: cómo es el campo magnético que cubre nuestra galaxia, lo cual, en pocas palabras, ayudaría a entender qué es lo que separa a la Tierra del origen de todo, del Big Bang.
La publicación se da un mes y medio después de que un grupo de investigadores del Bicep2 (Background Imaging of Cosmic Extragalactic Polarization) anunciaran el descubrimiento de una de las primeras pistas del nacimiento del universo: las ondas gravitacionales, que son la evidencia de lo sucedido justo después de la gran explosión.
Pero ahora, con la primera medición de este nuevo campo magnético, que muestra, entre otras cosas, cómo la galaxia está repleta de incontables partículas microscópicas llamadas polvo interestelar, los astrofísicos tienen más herramientas para develar cómo fue el Big Bang. (En la imagen, por ejemplo, las partes oscuras equivalen a mayores concentraciones de estas partículas).
“Cuando presentó sus resultados, el grupo de Bicep2 estaba observando un cielo limpio que no tenía este polvo. Era una fracción pequeña, equivalente a cuatro veces el área de la Luna. Pero nosotros, con el satélite Planck, lo medimos todo. Y puede que de este modo cambien las cifras del hallazgo que ellos presentaron hace poco. Eso es lo que vamos a confirmar. Es apenas una gota, pero muy importante, en la investigación que vamos a dar a conocer en octubre. En otras palabras: nos dimos cuenta de que para tomarle una foto al Big Bang hay que traspasar una serie de muchos vidrios”, explica Juan Diego Soler, colombiano que trabaja en este proyecto desde el Instituto de Astrofísica Espacial.
Además de permitir mediciones más precisas de esas ondas, este nuevo campo, detectado a partir de sensores de nueve colores (entre los que están radiaciones infrarrojas y frecuencias de microondas) que captan el plano en el que vibra la luz, constituirá un elemento esencial para entender el proceso de formación de las estrellas.
Eso, en palabras de Soler, es importante porque es justamente a partir de las estrellas que se forman las galaxias, los planetas, y, por ende, la vida misma. “Es —dice— un paso más para entender de dónde venimos, para entender de dónde viene el Big Bang”.