Los seguidores del músico que forjó bandas como Almendra, Pescado Rabioso e Invisible, han estado en el lugar desde la madrugada, y a minutos de que el cortejo fúnebre parta con destino al Cementerio Parque Memorial de Pilar, logran pasar a despedirlo.
Cerca de 200 fanáticos de Luis Alberto Spinetta están pudiendo coronar tanto respetuoso afecto y, en medio de un silencio absoluto, ingresan de a poco en la funeraria del barrio porteño de Belgrano donde desde el miércoles a la noche descansan los restos del artista rockero fallecido a los 62 años.
Los seguidores del músico que forjó bandas como Almendra, Pescado Rabioso e Invisible, han estado en el lugar desde la madrugada, y a minutos de que el cortejo fúnebre parta con destino al Cementerio Parque Memorial de Pilar, logran pasar a despedirlo.
"Flaco, alma de diamante", se lee en un cartel que porta uno de los admiradores del autor de "Muchacha ojos de papel", "Durazno sangrando" y "Barro tal vez" que espera su turno para el adiós, pero la inmensa mayoría de los presentes no exhibe más demostración que el llanto, un sollozo que quiebra el imponente silencio que reina en el lugar.
Sumándose a la lista de colegas y compañeros del "Flaco" que se acercaron al lugar, acaba de hacerse presente el instrumentista y conductor radial Gillespi.
Figura insoslayable de la canción popular argentina y cerebro mágico del rock nativo, Spinetta venía construyendo, acaso como nadie, una particular forma dentro del panorama de la música local, en la que amalgamaba un lirismo letrístico y melódico sin concesiones junto a una llegada de a momentos masiva y que atravesaba las generaciones.
Además de ser el creador de bandas que perfilaron algunos de los modos del rock argentino como Almendra, Pescado Rabioso e Invisible, era también marca reconocible de una carrera edificada al margen de las modas y las demandas de la industria discográfica, un interrogador permanente.
Su sello era creación, ruptura, cambio. No conservó ninguna banda, las disolvió aun en los momentos de mayor repercusión, viró, buscó en otras direcciones, en sonoridades nuevas, en instrumentaciones diferentes, siguiendo el deseo y no los imperativos.
De la ternura casi lisérgica de Almedra pasó al grito oscuro y aguerrido de Pescado Rabioso y desde allí decidió incursionar en un power trío casi experimental de contundencia monolítica, el jazz rock, las instrumentaciones electrónicas para volver a pensar, diagramar, expresar líneas de sentido en relación con el presente.
Nacido en el barrio de Belgrano el 23 de enero de 1950, Spinetta se presenta en la escena del rock local con la fulgurante y luminosa aparición de Almendra (Emilio del Guercio, Edelmiro Molinari y Rodolfo García), que constituye junto a Manal y Los Gatos algo parecido al trípode arquetípico del rock argentino.
"Tema de Pototo", "Muchacha ojos de papel", "Ana no duerme" y "Fermín" son algunas de las canciones que se hilvanan en ese disco fantástico, que se mantuvo vigente desde el día de su creación y que es una referencia irrenunciable para hablar de rock argentino.
En ese álbum está también "Laura va", grabado con el bandoneón de Rodolfo Mederos y que pone en circulación la más lúcida línea de asociación que encontró el rock vernáculo con el tango y la canción ciudadana.
Un tráfico de sonoridades y sentidos que el músico va a continuar a lo largo de toda su carrera y que tiene hitos letrísticos como "El anillo del Capitán Beto" y musicales como "Los libros de la buena memoria" y "Las golondrinas de Plaza de Mayo", abarcando también la línea interpretativa en su bella versión de "Gricel".
Lejos del polvo especular de la fama y tributando, en cambio, al silencio concentrado de los artesanos, Spinetta escribió ya una marca en la historia de la música argentina que el tiempo, lejos de borronear, se encargará de ir resaltando y destacando nuevas vetas.