Ilustraciones y temáticas tan novedosas como desafiantes ganan terreno entre los libros para niños.
A pesar de la avalancha diaria de imágenes electrónicas, el libro no pierde su encanto para los niños. Bien lo sabe la argentina Mariela Nagle, experta en literatura infantil, quien le toma el pulso a las novedades del mercado editorial en Alemania. Como dueña y fundadora de la librería infantil y juvenil multilingüe Mundo Azul, en el corazón de Berlín, conoce los gustos e intereses de los propios niños, la búsqueda de lectura por parte de familias bilingües y la apertura hacia nuevas propuestas.
“Desde nuestra experiencia con editoriales independientes germanas, lo más notorio en los últimos años es la creciente publicación en idioma alemán de licencias extranjeras y la adopción de nuevas técnicas en el libro ilustrado”, destaca Mariela Nagle.
Si bien las editoriales más cuidadosas habían mantenido la ilustración como decorativa o explicativa, y no se atrevían a correr riesgos con propuestas poco convencionales, algunas más osadas están desafiando al mercado ya sea con el formato, la técnica o la edad de los destinatarios.
“El nuevo desafío parece ser cómo hacer de un libro ilustrado una experiencia única, emocional, que vincule al niño y sus padres de una manera diferente, íntima, en un mundo saturado de imágenes y contenidos”, apunta Nagle. La respuesta está en la edición de libros cuidados, que perseveran en el tiempo, con ediciones y producciones de una estética mejorada e ilustraciones que permiten una lectura minuciosa de la imagen. Por su valor decorativo y estético, los libros-objeto, con técnicas y materiales diferentes, hacen de la lectura una vivencia única a la vista e incluso al tacto.
En ese sentido, “la ilustración aparece como un arma para competir en el mercado: no es más una herramienta decorativa, sino que cobra un lenguaje único”, apunta Mariela Nagle.
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Nuevos temas, nuevas imágenes. Los libros para niños están incorporando elementos hasta ahora poco comunes, como el uso de la ironía, finales abiertos, temas desafiantes y contenidos que habitualmente no se tocaban, como las familias patchwork, los padres gay, la discapacidad física o mental, la enfermedad, la guerra o la muerte.
En concordancia con el contenido, la ilustración también corre sus riesgos. “Proyectos como collages o una estética más lúgubre, que antes no funcionaba en Alemania, está apareciendo en libros nuevos. Yo creo que lo que está definiendo la literatura infantil es la lectura de la imagen, que está cobrando más fuerza que la palabra”, agrega Nagle.
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El trabajo de ilustradores como los alemanes Nikolaus Heidelbach, Julia Friese, Barbara Yelin o Sonja Danowski, antiguamente impensado en los libros infantiles, está rompiendo esquemas y ganando adeptos. “Hoy las editoriales se animan a publicar a artistas jóvenes en ediciones cuidadas e innovadoras de libros infantiles que, bajo el criterio de los adultos, no serían infantiles”, apunta Mariela Nagle. Un buen ejemplo es el libro El principio (Der Anfang), con ilustraciones de Sonja Danowski y texto de Paula Carballeira, que aborda los estragos y la crueldad de la guerra.
Como éste, muchos libros infantiles tratan hoy problemas, conflictos y situaciones que antes se ocultaban a los niños. Tradicionalmente, los textos debían tener un final feliz. Hoy, en cambio, se asume que los pequeños también tienen derecho a conocer, desde su perspectiva, la realidad que los rodea. Y la ilustración, como un lenguaje expresivo y artístico, cumple en ello un rol fundamental.