“Tan lejos del mar. Bolivia entre Chile, Perú y Paraguay en la década extraviada 1919-1929” explora las relaciones del país andino con sus vecinos.
La Paz. El origen de este libro de Robert Brockmann –Tan lejos del mar. Bolivia entre Chile, Perú y Paraguay en la década extraviada 1919-1929– tiene algo de novelesco.
A mediados de 2008, el autor recibió una llamada de un amigo suyo que entonces hacía su pasantía de la carrera de Historia en el Archivo del ministerio de Relaciones Exteriores.
“He encontrado un documento que te podría interesar”, le dijo. “El hallazgo”, cuenta Brockmann, “era en verdad impresionante”. Se trataba de un enorme dossier encuadernado. En la tapa se leía: “Legación de Bolivia. Recortes de la prensa europea referentes al conflicto Boliviano-Paraguayo recolectados por Ernesto Fricke Lemoine. Berlín 1928-1929”.
El conflicto aludido era el incidente de fortín Vanguardia, tomado y destruido por tropas paraguayas el 5 de diciembre de 1928. En represalia, fuerzas bolivianas ocuparon el fortín paraguayo Boquerón. El incidente motivó la ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países. La guerra estuvo a punto de estallar. Sin embargo, esta vez el derecho se impuso a la fuerza y en septiembre de 1929, con la intervención de la diplomacia internacional, el incidente quedó saldado y las relaciones reanudadas.
¿Por qué la prensa alemana, pero no sólo la alemana, se había ocupado tan extensamente de un conflicto entre dos pequeños países en el otro lado del mundo?
Presión. Esa pregunta alentó inicialmente la investigación de Brockmann. Pocos meses antes de los incidentes de fortín Vanguardia, en agosto de 1928, Francia y Estados Unidos impulsaron la firma de un Pacto para la proscripción de la guerra. El Pacto, al que se sumaron la mayor parte de los países del mundo lleva el nombre del canciller francés Briand y del Secretario de Estado norteamericano Kellogg. Entre los pocos países que no se sumaron a la iniciativa antibélica estaban, por diversas razones, Bolivia y Paraguay.
El hecho de que a poco de firmarse este Pacto esté a punto de estallar un conflicto bélico en Sudamérica explica la atención que, en ese momento, le brindó al asunto la prensa europea. En ese contexto, explica Brockmann, “quienes tomaron las banderas de las negociaciones internacionales para evitar el conflicto entre Bolivia y Paraguay fueron precisamente Briand y Kellogg”. Esa presión facilitó la solución diplomática en 1929.
Así, el hallazgo del “dossier Fricke” puso a Robert Brockmann en la pista de un interesante episodio de la historia política y diplomática de Bolivia. Su libro, entonces, comenzó a escribirse por el final: por el incidente de fortín Vanguardia y sus consecuencias, sucesos con los que se cerró la década de los años 20. La “década extraviada” como la llama el historiador.
¿Por qué el momento del conflicto con Paraguay, en cuya solución hubo una activa participación internacional, Bolivia no formaba parte de la Liga de las Naciones, la entidad internacional más importante de ese entonces? Esa pregunta llevó a Brockmann al otro extremo de la “década extraviada”: a 1919, año de la creación de ese organismo.
“La fundación de la Liga de las Naciones, de la cual Bolivia participó”, dice el historiador, “es consecuencia de la Primera Guerra Mundial. Estados Unidos y los países victoriosos buscaban que ese horror no se repitiera”.
Bolivia, que en 1904 había firmado con Chile un Tratado por el cual resignaba su soberanía sobre las costas del Pacífico, vio la fundación de la Liga de las Naciones, “un instrumento internacional sin precedentes”, como dice Brockmann, “una oportunidad para buscar una salida al mar; ese organismo le permitía atisbar una solución internacional multilateral”.
Y a ese intento diplomático boliviano Brockmann dedica el primer capítulo de su libro.
Esa iniciativa diplomática –tal como queda detalladamente explicado en Tan lejos del mar, que en breve será publicado por Plural Editores–tuvo dos momentos.
El primero, bajo el gobierno de Gutiérrez Guerra, fue comandado por Ismael Montes, entonces embajador de Bolivia en Francia. “La guerra del Pacífico”, explica Brockmann, “terminó en 1883 con la firma del Tratado de Ancón. En ese Tratado quedó en suspenso la soberanía de Tacna y Arica, los territorios peruanos ocupados por Chile. En los siguientes diez años debía llevarse a cabo un plebiscito a través del cual los ciudadanos de esas ciudades debían decidir si pertenecían a Chile o a Perú”.
“Hasta 1919 ese plebiscito no había sucedido. Ismael Montes vio la oportunidad de reclamar la soberanía de esas dos ciudades a través de la Liga de las Naciones”.En la elaboración del alegato que Bolivia debía presentar al organismo internacional que tenía su sede en Ginebra, Suiza, jugó un papel importante el escritor Alcides Arguedas.
“Montes tenía la intención de aliarse con Chile para obtener los territorios que habían sido peruanos”, explica Brockmann. “Regresó a Bolivia desde Francia para encabezar una serie de disturbios antiperuanos. Hubo ataques a la Legación diplomática peruana en La Paz, ataques a los ciudadanos de ese país, a sus comercios e intereses”. Las cosas llegaron tan lejos que el presidente Gutiérrez Guerra tuvo que pedir disculpas al Estado peruano. Montes, sintiéndose desautorizado, renunció a su cargo de embajador. Al final fue ratificado y continúo con su estrategia en la Liga de las Naciones.
Faltaba muy poco tiempo para la presentación del alegato boliviano ante el organismo internacional cuando Montes recibió un telegrama. El presidente Gutiérrez Guerra había sido depuesto y el nuevo mandatario, el republicano Bautista Saavedra, le ordenaba entregar la legación boliviana. Ahí terminó el intento de los liberales de reclamar Tacna y Arica.
Saavedra. El gobierno de Bautista Saavedra retomó la iniciativa, pero bajo su propia visión. Uno de los motivos que esgrimió su partido para sacar a los liberales del poder fue precisamente la denuncia de su estrategia de reivindicación marítima a la que calificaba de “practicista”.
Entre los nuevos delegados ante la Liga de las Naciones estaban Félix Avelino Aramayo y otro escritor: Franz Tamayo. La estrategia –como la describe Brockmann– fue distinta: se trataba, en una acción conjunta con el Perú, de impugnar los Tratados de 1904 y de Ancón de 1883. Sin embargo, la víspera de la presentación de la impugnación, el Perú decidió retirarse de la acción. Bolivia quedó sola. Finalmente, ante esa situación, los delegados nacionales decidieron no presentar la impugnación. Lo hicieron un año después. Los delegados ya eran otros y la iniciativa fue rechazada.
La “década extraviada” se iniciaba así con uno de los mayores fracasos diplomáticos en la historia de la reivindicación marítima.
En el otro extremo de la “década extraviada” está, como ya se vio, el incidente de fortín Vanguardia y, en esa oportunidad se trató, en contraste, de una efectiva y exitosa gestión diplomática. Son los dos extremos de un período histórico del cual Robert Brockmann ya se ha ocupado, aunque con una perspectiva diferente en su anterior libro titulado El General y sus presidentes. Vida y tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes de Bolivia, 1911-1939 (2008).
A lo largo de la década de los 20 hay otros sucesos importantes en la vida política y económica del país que también son tratados por Brockmann en Tan lejos del mar. Ambos, de alguna manera explican el curso que siguió la historia.
Uno es la “pérdida de la soberanía económica de Bolivia”, es decir, el denominado empréstito Nicolaus, un millonario préstamo suscrito, después de una intensa batalla política, por el gobierno de Bautista Saavedra con un conglomerado de bancos privados. El otro es la presencia de la Standar Oil en Bolivia, empresa petrolera norteamericana a la que se le otorgaron extensas concesiones para la exploración y la explotación de petróleo.
En el razonamiento del libro de Brockmann, ambos hechos están estrechamente relacionados. Saavedra endeudó al país convencido por la Standar Oil de que, según sus exploraciones, Bolivia se convertiría rápidamente en una potencia petrolera.
Así nació, pocos años después, una de las versiones más difundidas sobre el origen de la guerra del Chaco: fueron los intereses de las empresas petroleras internacionales los que empujaron a Bolivia y Paraguay a enfrentarse en el Chaco.