En cuanto a las teatralizaciones, Londres aún tiene un camino por recorrer para igualar a Juegos Olímpicos anteriores, pero ya ha aportado momentos memorables donde la pasión derivó en protestas y petulancia, frustración y enfado.
Londres. Perder en los Juegos Olímpicos duele. Pero sufrir una injusticia, real o imaginaria, es directamente una agonía.
Los Juegos de Londres han estado marcados por arbitrajes discutidos: un problema técnico en esgrima, una descalificación posterior a una carrera y -por primera vez- la polémica expulsión de ocho jugadoras de bádminton por violar el espíritu -aunque no las reglas- del deporte.
Si a eso se suma un hecho vergonzoso con un error de banderas nacionales y una justa medida del poder del público, Londres también ha aportado momentos memorables donde la pasión derivó en protestas y petulancia, frustración y enfado.
Los favoritos a la medalla de oro al drama incluyen a la tiradora de esgrima surcoreana Shin A-lam, que se sentó durante una hora en la pista, llorando, en protesta por su eliminación en las semifinales de espada.
Entre ellos también está la selección norcoreana de fútbol femenino, que se negó a entrar a el campo en la ciudad de Glasgow en un partido ante Colombia porque una pantalla gigante mostró por error la bandera de su vecino y tradicional enemigo Corea del Sur.
Mientras el boxeador iraní Ali Mazaheri abandonó repentinamente el cuadrilátero tras haber sido descalificado, la ciclista británica Victoria Pendleton simplemente movió la cabeza con incredulidad tras su descalificación en una prueba en la que podría haber ganado el oro. Luego estalló en lágrimas en una entrevista.
"Muchos atletas han trabajado con sus equipos sobre posibles resultados", dijo Andrew Lane, profesor de psicología deportiva en la Universidad de Wolverhampton, en Inglaterra. "Pero ante estas decisiones inusuales uno no puede estar preparado".
Histriónicos históricos. En cuanto a las teatralizaciones, Londres aún tiene un camino por recorrer para igualar a Juegos Olímpicos anteriores.
En Seúl 1988, el boxeador surcoreano Jung-Il Byun se negó a dejar el cuadrilátero durante 67 minutos tras perder una pelea y se quedó a oscuras después de que los organizadores decidieran apagar las luces.
Sin embargo, el campeón olímpico de los berrinches podría ser el luchador cubano de taekwondo Ángel Valodia Matos, que tras ser descalificado por tardar demasiado tiempo siendo atendido una lesión en Pekín 2008, dio una patada en la cara al árbitro.
El luchador fue suspendido de por vida.
Algunas de las escenas más emocionantes en Londres han sido oscurecidas por quejas razonables.
Shin, la tiradora de esgrima de Corea del Sur, pensó que había ganado frente a la alemana Britta Heidemann, pero más tarde vio como se repitió varias veces el único segundo que quedaba de tiempo y, en la última de esas ocasiones, quedó eliminada.
Abandonar la pista habría implicado que aceptaba la decisión, por lo que su larga espera -en la que supo estar tranquila y también llorando de nervios-, fue para esperar el resultado de una apelación.
Las fotos de la afligida deportista desplomada y apenas iluminada por las cámaras con la oscuridad de fondo estuvieron entre las más destacadas de la primera semana de los Juegos.
Dos días antes de la ceremonia inaugural, el equipo femenino de fútbol de Corea del Norte abandonó el campo de juego y se quedó en los vestuarios tras ver en pantalla la bandera de Corea del Sur. El inicio del partido se retrasó más de una hora.
"Mala maniobra coreana", fue el titular del periódico británico Sun, aunque el error de confundir los dos países que se encuentran técnicamente en guerra fue claramente de los organizadores.
En tanto, la protesta del boxeador Mazaheri fue más corta pero más explosiva.
Al comprender que había sido descalificado por agarrar persistentemente al cubano José Larduet Gómez, el púgil de peso pesado dejó el cuadrilátero antes de que el juez levantara la mano de su rival en solitario.
"Fue un arreglo", declaró el iraní.
La Asociación Internacional de Boxeo Amateur (AIBA) defendió la descalificación, aunque otros resultados del boxeo en Londres han sido muy discutidos e incluso un árbitro turco fue expulsado de los Juegos por errar.
Lágrimas de boxeador. También en boxeo, el jefe del equipo de Angola, Antonio Monteiro, arremetió contra el entrenador de púgiles de su país por no lograr que su único representante en la disciplina, Tumba Silva, sobrepasara el peso. Eso significó su descalificación automática.
"El atleta estaba desconsolado", dijo Monteiro. "Lloraba como un niño".
El público también ha jugado un papel importante en Londres.
El ExCel Centre estalló en abucheos cuando los jueces decidieron que el surcoreano Cho Jun-ho había perdido con el japonés Masashi Ebinuma tras una equilibrada lucha de judo.
Los jueces, espantados, derivaron su fallo a un jurado de revisión, que tomó la decisión sin precedentes de revocar el resultado.
Tal vez otros deportistas olímpicos puedan aprender de Cho.
A pesar de verse perplejo por el extraño giro de los acontecimientos, el surcoreano abandonó el tatami sin discrepar y no criticó a los árbitros.
"Pensé que había ganado", sostuvo Cho. "Ambos ganamos medallas de bronce, así que estoy muy feliz", añadió.
El público también silbó y abucheó fuerte en el Wembley Arena durante dos partidos femeninos de badminton cuando las parejas de China, Indonesia y Corea del Sur intentaron deliberadamente perder sus partidos para garantizarse un cuadro más favorable en las rondas siguientes.
Las vergonzosas escenas rápidamente llamaron la atención de las autoridades y los medios, derivando finalmente en la expulsión de las ocho jugadoras involucradas. Una de ellas, la china Yu Yang, dijo a directivos del deporte que estaba jugando dentro del reglamento y anticipó que se retiraría del deporte.