Los dos pontífices que este domingo fueron declarados santos en El Vaticano contribuyeron a vivir momentos históricos del cristianismo, aunque distintos. El punto común es que ambos tuvieron una gran influencia en el mundo.
El Vaticano. Excelsior. En su breve papado, de octubre de 1958 a junio de 1963, Juan XXIII transformó profundamente la iglesia católica por la trascendencia de su Concilio Vaticano II, en el que se giraron invitaciones a religiosos de todo el mundo y a observadores laicos.
Este domingo Juan XXIII fue invocado por los feligreses como uno de los santos católicos más populares, sus biógrafos recuerdan que nunca dejó de comportarse como el “cura de pueblo” que inició su formación religiosa en un seminario franciscano.
Señalan que cuando todavía era el Patriarca de Venecia, Angelo Giuseppe Roncalli acostumbraba quitarse el hábito de cardenal para ponerse un sencillo traje y perderse entre la gente común.
Placer que temió perder cuando conoció que el Colegio Cardenalicio le había dado la mayoría de votos para suceder a Pío XII en la Silla de San Pedro. “Quiero ser cura de pueblo”, aseveró antes a los jerarcas de la iglesia que le insinuaron semejante posibilidad.
Pero una vez confrontado al hecho, se convirtió en el primer obispo de Roma que visitó las parroquias de su diócesis, llevando regalos de Navidad a los niños enfermos en los hospitales y arriesgando el rechazo inicial de los presos de la cárcel Regina Coeli, a quienes recordó que ellos también tienen el perdón y la misericordia de Dios.
Y a riesgo de parecer extravagante, protegió las sencillas costumbres que heredó de su familia campesina de la provincia italiana de Lombardía que lo educó en el seno de la religión, en el amor filial y la obligada sobriedad de la pobreza que lo identificó con su formación franciscana.
Aunque fue un apasionado de los textos de teología en latín, nunca pudo hablar bien esa lengua ni comportarse con la altivez de los jerarcas de la Curia romana. Por eso sus biógrafos insisten en su incredulidad inicial de saberse elegido para suceder a Pio XII.
Rodeado a partir de entonces de los miembros de las altas esferas de la Curia romana echó mano de la valentía con la que soportó en silencio las dificultades de la vida abandonándose, como acostumbraba en esos casos, a los designios del Jesús Crucificado, y anunció la revolución al interior de la Iglesia. Emprendió el reto con el sustento de su fe que no lo abandonó durante la Primera Guerra Mundial cuando era capellán encargado de ayudar a los heridos y aceptó generosamente ayudar a los soldados tuberculosos a sabiendas de que se arriesgaba al contagio.
En la Segunda Guerra Mundial su prudente actitud de neutralidad le permitió desarrollar, desde su cargo como delegado papal en Turquía, una eficaz labor de ayuda a los judíos de Hungría, recatando a decenas de miles de ellos del exterminio nazi mediante su “Operación Bautismo” que, según la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, superó un mínimo de 24 mil y hasta 80 mil según algunas organizaciones católicas.
Pero fue en el ámbito institucional donde su legado de reformas al funcionamiento de la Iglesia en el Concilio Vaticano II permitió por primera vez la participación de observadores laicos de la sociedad civil para hacerla mucho más incluyente.
Por su parte, Juan Pablo II hoy es papa querido por miles, pero criticado y cuestionado por muchos otros. No sólo causó polémica al pronunciarse en contra del aborto y el divorcio, también desató controversias al hablar sobre temas políticos.
Karol Wojtyla nació en 1920 en Wadowice, en el sur de Polonia, en el seno de una familia humilde y fue el primer pontífice no italiano desde la elección del holandés Adriano VI en 1522. Durante su pontificado se publicó el nuevo Catecismo Universal de la Iglesia, se reconoció el Estado palestino y en 1994 el Vaticano estableció relaciones diplomáticas con Israel.
Muchos historiadores lo consideran incluso clave en la reorganización de las fronteras europeas, por la desaparición de la Unión Soviética y la caída del telón de acero, un proceso al que se le adjudica una cercanía e influencia decisivas.
Karol Wojtyla comenzó a estudiar filosofía en Cracovia en 1938, pero abandonó los estudios tras la ocupación de Polonia por parte del ejército alemán en 1939. Fichado por la Gestapo, trabajó como obrero en unas canteras de piedra por las mañanas, al tiempo que estudiaba durante la noche.
Wojtyla fue nombrado obispo titular de Ombi (Polonia) y auxiliar de la Arquidiócesis de Cracovia en 1958; arzobispo de Cracovia en 1963 y cardenal en 1967. En 1962, participó en el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII, hasta su clausura en 1965. Tras la muerte del papa Juan Pablo I, Karol Wojtyla fue elegido sucesor con el nombre de Juan Pablo II. Tenía 58 años y se convirtió en el Pontífice más joven del siglo XX.
Tomó posesión de la Silla de San Pedro el 22 de octubre de 1978 y eligió para su Pontificado el lema “Todo tuyo soy yo”, una frase que lo acompañó durante sus años al frente de la Santa Sede.
El papa Juan Pablo II, preocupado por la renovación de la Iglesia y paladín de la familia, defendió el valor de la vida y criticó los métodos anticonceptivos, el divorcio, el aborto, la eutanasia y los experimentos de clonación humana, opiniones que le valieron críticas de sus detractores.
Lo intentaron matar. El 13 de mayo de 1981 salió con vida de un atentado perpetrado en Roma por el joven turco Alí Agca; posteriormente perdonó al autor del ataque, un suceso sobre cuya trama original hubo un debate que continúa.