Grupos de derechos humanos estiman que la cifra de muertos en los últimos días supera los registrados en otras protestas en el norte de Africa, pero las restricciones a los medios y el bloqueo de las comunicaciones han mantenido la mayoría de los acontecimientos fuera de la vista.
Londres. Al igual que Irán y Myanmar, el relativo aislamiento de Libia da a sus gobernantes mucha más flexibilidad política para lanzar sangrientas represalias que la que tuvieron los líderes de Egipto, Túnez y Bahréin, pero eso podría no bastar.
Este lunes por la mañana, uno de los hijos del gobernante libio, Muammar Gaddafi, dijo que su padre combatiría la revuelta popular hasta "el último hombre".
Grupos de derechos humanos estiman que la cifra de muertos en los últimos días supera los registrados en otras protestas en el norte de Africa, pero las restricciones a los medios y el bloqueo de las comunicaciones han mantenido la mayoría de los acontecimientos fuera de la vista.
"Lo que hace a Libia diferente es que está mucho más aislada, relativamente", dijo Sarah Leah Whitson, directora para Oriente Medio del grupo activista Human Rights Watch.
"Es casi una Corea del Norte. No hay periodistas extranjeros, muy poca sociedad civil. Es mucho más difícil sacar información que influya", sostuvo.
Gaddafi reforzó sus lazos con Occidente - y con las firmas petroleras - en los últimos años, desde que renunció a su programa nuclear. Pero las capitales occidentales aún tienen mucha menos capacidad de influir en él que en aliados desde hace más tiempo, como el ejército egipcio, la élite tunecina o la familia real de Bahréin.
El ahora ex presidente egipcio Hosni Mubarak se vio forzado a abandonar el poder a principios de este mes por una revuelta popular que se produjo tras la caída del gobernante tunecino, y las protestas se han extendido por toda la región, desde Argelia a Bahréin y Yemen.
Países muy dependientes de la ayuda de Estados Unidos y otras naciones occidentales han encontrado que ordenar al ejército que deje de disparar contra la multitud puede ser diplomática y políticamente imposible.
Sin embargo, Libia está en una posición muy diferente.
Poca influencia
La Unión Europea podría suspender las negociaciones comerciales e instar al retiro de las firmas de turismo y energía. Pero, como después del aplastamiento de la "revolución verde" en Irán en 2009 y las medidas de fuerza en Myanmar en 2007, los gobiernos occidentales y los defensores de derechos encuentran que tienen poca influencia real.
Los líderes libios han sobrevivido por décadas a su aire antes de comenzar a tender puentes con Occidente.
"Los libios tienen mucha confianza en sí mismos", dijo Sir Richard Dalton, ex embajador británico en Libia e Irán. "El estado de sus relaciones internacionales no es un factor que influya mucho en la toma de decisiones nacionales y la Unión Europea y otros no tienen mucha influencia", aseveró.
Hasta ahora, las imágenes de Libia han estado limitadas a fragmentos grabados con teléfono móvil. Las cadenas extranjeras han podido hablar ocasionalmente con quienes están dentro del país, pero eso es todo.
Este viernes, la cobertura en Bahréin del Ejército disparando a manifestantes desató airadas peticiones de Washington a los líderes locales, que retiraron al Ejército de las calles. Por el contrario, el comienzo de la revuelta en Libia quedó relegado a un segundo lugar en muchos boletines de noticias.
"Los periódicos han mandado a equipos completos a Bahréin porque pueden obtener visados", dijo Whitson, de Human Rights Watch. "La primera página termina siendo todo sobre Bahréin, con apenas mención a Libia. Pero el uso de la fuerza en Libia ha sido desproporcionado frente a lo ocurrido en Egipto, Túnez u otros lugares", declaró.
Libia tiene bastante menos inversión extranjera que sus vecinos pero bastante más que Myanmar o Irán. En último caso, Gaddafi, como otros líderes africanos, sabe que puede recurrir a otros lados, particularmente a China, si las firmas de Occidente se ven sometidas a presión para dejarlo de lado.
Sudán, Zimbabue, Sri Lanka, Myanmar e Irán se han beneficiado del comercio, la ayuda y el apoyo diplomático de Pekín ante las críticas, y algunas veces sanciones occidentales por supuestos abusos de derechos.
Pero pocos ven un éxodo inmediato de inversión extranjera de Libia, dadas sus lucrativas reservas de crudo.
Revuelta convertida en tsunami
Buena parte del compromiso con Libia ha estado limitado a la inversión directa extranjera ligada a los recursos, difícil de retirar de repente sin obtener grandes pérdidas.
En cambio, Egipto, Túnez y hasta cierto punto Bahréin están muy expuestos a una inversión extranjera que podría huir mucho más rápido.
La penetración de internet es también mucho mayor en esos tres países, y crucialmente, sus economías se han centrado cada vez más en los servicios. Eso hace que el cierre de internet sea difícil de mantener sin un daño económico considerable.
La mayoría de los expertos piensan que la forma en que transcurran los eventos en Libia dependerá bastante más de factores políticos internos que de influencia externa. La lección con Egipto y Túnez, dicen, es que los autócratas caen cuando ya no pueden ordenarles a las fuerzas de seguridad que restauren el orden.
"Un factor importante es el compromiso de aquellos listos para aplicar una represión violenta", dijo Nikolas Gvosdev, profesor de estudios de seguridad nacional en la estadounidense Naval War College. "En Egipto, los soldados no iban a seguir con lo necesario para garantizar la supervivencia política de Mubarak", indicó.
En tanto, la Guardia Revolucionaria de Irán y las milicias, y el ejército de Myanmar, han demostrado durante mucho tiempo su voluntad para hacer lo que fuera para proteger a sus gobernantes. La mayoría piensa que en Libia el ejército hará lo mismo, dado que su futuro está ligado a la familia Gaddafi.
Sin embargo, eso podría no bastar. Los manifestantes libios pueden pensar que la corriente de la historia está con ellos.
El analista de Nomura Alastair Newton piensa que la caída del régimen podría ser inminente, y advirtió que el aumento de las revueltas regionales llegó a un punto en el que representa una amenaza para el suministro energético mundial.
"La caída el 11 de febrero del presidente Mubarak en Egipto está demostrando ser un momento decisivo para convertir las revueltas en un tsunami", escribió.