Tal constatación surge del interés de ecuatorianos con nacionalidad española de dirigirse hasta Alemania ante el creciente desempleo que se registra en España. Sin embargo, sin los conocimientos apropiados, como el manejo del inglés y contar con una profesión, Alemania no es el paraíso que muchos pintan.
Emigrar de España a Alemania no es fácil y las perspectivas de futuro son nulas si una persona tiene más de 40 años de edad, no sabe hablar inglés y tampoco cuenta con una profesión, preferentemente relacionada con las nuevas tecnologías.
Tal constatación surge del interés de ecuatorianos con nacionalidad española de dirigirse hasta Alemania ante el creciente desempleo que se registra en España. Sin embargo, sin los conocimientos apropiados, Alemania no es el paraíso que muchos pintan.
“Esto ya no es lo que era”, dice Carlos Vega, ibarreño que emigró a Alemania en 1981 y que a sus 61 años trabaja como contador de una empresa en la mañana, mientras que en las tardes se dedica a vender artesanías de cuero diseñadas por él mismo en la calle Zeil, situada en el centro de Fráncfort.
“Antes no se veía pobreza, pero tras la caída del Muro de Berlín (1989) la situación comenzó a cambiar, porque la Alemania Federal absorbió a la Alemania Oriental. Se abrieron las fronteras, vino mucha gente del otro lado, comenzaron a escasear los puestos de trabajo y aparecieron los pobres”, dice.
En este contexto, el quiteño Wilson Ruiz afirma de manera tajante que en Alemania no hay futuro para quien tiene más de 40 años y que no sabe ni inglés ni alemán. Su aseveración parte de una experiencia de más de ocho años en Fráncfort, donde se estableció con su esposa, de nacionalidad alemana, tras 32 años de residir en Canadá.
“Si posees nacionalidad española o de otro país de la Unión Europea tienes todo el derecho de vivir y trabajar en Alemania. Pero sin conocimientos de buen nivel, no encontrarás trabajo más allá de algo en el sector informal”, refiere.
Desde que la crisis prendió en España, miles de jóvenes españoles han llegado a Alemania buscando trabajo “en lo que sea”. Pero su alemán es pobre y su inglés casi no existe. Por lo tanto, trabajo para ellos no hay y muchos ya retornan a España, comenta Ruiz, que se dedica a la producción de documentales de televisión, muchos de ellos relacionados con inmigración.
Ruiz señala que en Alemania solo tienen opciones reales de trabajar quienes poseen conocimientos o experiencias en las nuevas tecnologías que mueven la economía globalizada, porque hay una deficiencia de personal en este tipo de áreas.
En cambio, los puestos de trabajo para gente no cualificada están saturados. “En Alemania viven 10 millones de inmigrantes (africanos, turcos, pakistaníes, etc.) y muchos de ellos desempeñan trabajos sucios o peligrosos. Es decir, ese sector del mercado laboral está copado.
Por otro lado, hay cientos de miles de inmigrantes llegados de los países que formaban la Unión Soviética, quienes son inmediatamente aceptados si es que pueden probar que tienen ascendencia alemana, manifiesta.
La comunidad ecuatoriana en Fráncfort es pequeña y se encuentra plenamente integrada en la sociedad. Carlos Vega, por ejemplo, se casó en 1986 con una alemana con la que ha procreado tres hijos: el mayor tiene 24 años, la segunda 23 y el más pequeño ya cumplió los 5 años.
“Yo vine a Fráncfort por insistencia de uno de mis hermanos. Desde el principio me impresionó esta sociedad, porque la gente es abierta, amable, no existen los complejos ni hay el qué dirán”, indica.
Ruiz describe a la comunidad ecuatoriana como un colectivo que tiene un nivel educacional/cultural más alto que el promedio en Ecuador.
“De hecho, todos los ecuatorianos que conozco en Fráncfort, que son unos 30, hablan alemán bastante bien y sus hijos e hijas se integran sin problemas en el medio. Resulta divertido cuando asisto a una velada social con ecuatorianos ver que los niños y niñas hablan simultáneamente español y alemán entre sí, y de la misma manera lo hacen con sus padres”.