Podría tratarse de otro de los miles de árboles talados cada año en la porción brasileña de la mayor selva del mundo excepto por un detalle: un microchip adherido a su base que almacena datos sobre su ubicación, tamaño y quién lo cortó.
Nova Mutum. Una sierra eléctrica zumba, se rompen ramas y un árbol de la Amazonía se desploma sobre el suelo.
Podríatratarse de otro de los miles de árboles talados cada año en la porciónbrasileña de la mayor selva del mundo excepto por un detalle: unmicrochip adherido a su base que almacena datos sobre su ubicación,tamaño y quién lo cortó.
Con un dispositivomanual, el ingeniero forestal Paulo Borges recoge las vitalesestadísticas del chip en un árbol de 14 metros de alto conocido como"mandiocao", cortado en el estado de Mato Grosso, el extremo sur delAmazonas donde la selva ha sido despejada para crear tierra de cultivo.
Sóloes un pequeño proyecto piloto, pero sus líderes dicen que el sistema demicrochips tiene el potencial de ser un gran paso adelante en labatalla por proteger el Amazonas.
Los chipspermiten a los terratenientes que usan prácticas forestalessustentables distinguir su madera de la adquirida por medio de la talailegal que cada año destruye extensiones de selva.
Cadamicrochip cuenta la historia de un árbol desde el momento en que fuetalado hasta el aserradero que procesó y vendió la madera, informaciónclave para los compradores que quieren saber de dónde provino.
"Lagente habla mucho estos días de que la madera proviene de prácticasforestales sustentables, este es un sistema que puede probarlo", dijoBorges, de la organización Acción Verde, que está supervisando elproyecto en una enorme granja.
Brasil está bajopresión internacional para reducir la deforestación que destruye milesde kilómetros cuadrados del Amazonas cada año y hace del país una delas mayores fuentes del mundo de gases invernadero.
Elproyecto es parte de una creciente tendencia hacia un certificadomaderero que de a los compradores la garantía de que la madera fueproducida sin dañar la selva.
A diferencia de lapráctica ilegal de tala y quema, cortar árboles selectivamente puedereportar ganancias madereras sin dañar bosques y, según expertos enciencias forestales, en algunos casos incrementar la cantidad dedióxido de carbono que los bosques retienen.
AcciónVerde dice que el uso generalizado de chips en los árboles ayudaría aeliminar la corrupción que permite que la madera talada ilegalmentepueda ser "limpiada" mediante certificados falsos, y ayudar a fomentaren Brasil el movimiento de prácticas forestales sustentables.
Proyectossimilares en Bolivia y Nigeria usan tecnología como lectores de códigosde barras o rastreos satelitales para ayudar a reducir la tala ilegal ypreservar los delicados ecosistemas.
Atacar el fraude. Esa tecnología ayudaría a aislar el fraude originado en el lugardonde los árboles son cortados, dijo Gary Dodge, director de ciencias ycertificación en la organización sin fines de lucro Consejo deAdministración Forestal (Forest Stewardship Council), que ha encabezadouna campaña global en pos del certificado maderero.
"Sitiene lugar un fraude entre el propietario de la tierra y elaserradero, entonces un microchip sería de gran ayuda para combatir latala ilegal", dijo Dodge.
Los costos más elevadosson una desventaja para los sistemas de rastreo de alta tecnología,según el Consejo, si bien un sistema más fuerte de certificación podríaincrementar los precios de venta de la madera en algunos mercados.
AcciónVerde recolectó datos de árboles en 100 hectáreas de bosque en la fincaCaranda, que produce soja y maíz pero mantiene la vegetación autóctonaen un tercio de su superficie tal como lo establece la ley.
Losingenieros forestales adosan a cada árbol chips contenidos en cuadradosde plástico blanco similares a tarjetas de identificación para oficinas.
Losterratenientes que adopten el sistema podrían reducir el tiempo queconsumen los trámites y la necesidad de inspecciones por parte deautoridades ambientales, que durante años han mantenido una tensarelación con las agroindustrias de la región.
Losgranjeros en Mato Grosso, muchos de los cuales fueron alentados por elGobierno militar de Brasil de la década de 1970 a convertir la selva entierras de labranza, están entusiasmándose con la conservación y seenfadan ante las acusaciones de que no son considerados con el mundonatural.
"La gente aún piensa que los rancheroscomo nosotros estamos destruyendo el medio ambiente. No es cierto yqueremos dejar en claro que no es cierto", dijo Patrick Lunardi, de 26años, cuya familia permitió que el proyecto se llevara a cabo en sugranja.
La principal organización deagroindustrias del estado comenzó este año a realizar auditorias depropiedades agrícolas para determinar cuáles podrían vender créditos decarbono a cambio de conservar la selva dentro de su propiedad.
Elproyecto de microchips incluso ha obtenido la aprobación de aquellos dequienes menos se esperaba que respaldaran medidas de conservaciónforestal: los taladores.
"Pienso que es una granidea. Nosotros no queremos cortar toda la selva, por el contrario,queremos asegurarnos de que permanezca en pie para que podamos seguirtrabajando", dijo Arístides Ferrari, un leñador de 52 años.