Según organizaciones ambientalistas, el 60% de los manglares o pantanos en El Salvador han sido destruidos en el último medio siglo por el cambio del clima y por la instalación de lucrativos estanques para la cría de camarones.
La Tirana, El Salvador/Carti Sugdub, Panamá. En el interior de la costa de El Salvador el avance del mar está tragándose hectáreas de espesos manglares. Cada vez, Nahúm Díaz tiene que hurgar más profundo entre las raíces de los árboles para sacar los cangrejos que son la base de su economía porque el bosque donde siempre han vivido se está destruyendo.
Puede que el joven pescador no conozca la expresión, pero conoce bien los efectos del cambio climático y de la explotación industrial de recursos naturales.
Mientras hunde el brazo en el fango para buscar crustáceos en sus madrigueras, recuerda que en el poblado La Tirana hace solo cinco años había una gran comunidad de cangrejos "punches".
Los pobladores de esta humilde aldea, situada 110 kilómetros al sudeste de la capital, son testigos de cómo la subida del mar extingue al ecosistema e irradia un futuro sombrío para las poblaciones humanas de la zona.
"Nosotros nos preocupamos de que el mar venga secando el manglar porque si se seca el manglar, ya no existen recursos, ya ni nosotros existiéramos", dijo Díaz, cuya comunidad vive sin electricidad y ha visto morir a este ecosistema costero formado por árboles leñosos resistentes a ambientes salinos que se extiende en una amplia franja sobre la playa.
Según organizaciones ambientalistas, el 60% de los manglares en El Salvador han sido destruidos en el último medio siglo por el cambio del clima y por la instalación de lucrativos estanques para la cría de camarones.
Pero no se trata sólo de un problema de comunidades costeras. Los manglares son clave como amortiguadores naturales del oleaje fuerte y las inundaciones, fenómenos frecuentes en zonas tropicales.
Por su ubicación como una delgada franja de tierra entre dos océanos en una zona tropical del planeta, América Central es de las regiones más vulnerables a los gases de invernadero. La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) calcula que perderá US$10.000 millones en los próximos cuatro años por esa causa.
Sus bosques de mangle capturan carbono de la atmósfera y lo fijan en la tierra, donde puede permanecer miles de años. Cuando estos bosques son dañados, sobre todo para desarrollar actividades agrícolas, se liberan grandes cantidades de gases nocivos a la atmósfera.
El deterioro no se remite a El Salvador, el país más pequeño de Centroamérica, sino también se extiende a sus vecinos, donde grandes extensiones de manglar han sido destruidas por la industria camaronera, hotelera, los cultivos de palma africana y caña de azúcar, así como por salineras.
Según un documento de la FAO, los manglares de Centroamérica disminuyeron en su conjunto un 35% entre 1980 y el 2005 en términos de hectáreas, con casos dramáticos como el de Honduras con una devastación de 56%, Nicaragua 37% y Panamá con un 32%.
El aumento de la temperatura global comprometerá seriamente en los próximos años la producción de maíz y frijol, clave en la dieta de los centroamericanos, así como el café, el principal producto de exportación de la región, según estudios de organismos privados.
Y si bien la temperatura tiende a ascender y como consecuencia prolonga la fase seca de la región, por otro lado son cada vez más frecuentes las tormentas tropicales que han causado muerte, daños graves a cosechas y a la infraestructura.
Expulsados por el mar. En la isla de Carti Sugdub, en el Caribe de Panamá, una de las 45 del archipiélago de San Blas pobladas por la autónoma comunidad indígena guna, el mar acaricia cada vez más arriba las piernas de sus pobladores, haciéndoles saber que en los próximos años ya no podrán vivir allí y deberán mudarse a tierra firme.
"Este es otro ejemplo de que el cambio climático está aquí, y se va a quedar entre nosotros", dijo Héctor Guzmán, biólogo marino del Instituto Smithsoniano para Investigación Tropical, experto en el estudio de los corales que rodean las islas.
Inicialmente, muchos pobladores se resistieron a la idea de moverse al continente, pero el embate de la naturaleza los ha convencido, aunque el traslado se ha demorado por cuestiones burocráticas y falta de recursos, entre otros factores.
Las cada vez más frecuentes tormentas hacen que las olas inunden las estrechas calles de tierra de la comunidad, dañando las precarias chozas en las que viven muchas veces apiñados.
"Los niños se enferman, la basura corre por la calle. Estamos listos para irnos", dijo Laura Sánchez, una maestra de 52 años.
El gobierno panameño está asistiendo a los gunas en su mudanza, que comenzaría en unos dos años, pero de todas maneras ellos están buscando ayuda afuera debido a que se calcula en cerca de una década el plazo para mudar a toda la población de unos 65.000 habitantes.
Más temperaturas, menos lluvias. La Cepal dijo en un estudio del 2011 que este fenómeno tendrá en los próximos años impredecibles efectos sobre el ingreso, el desempleo, la migración y la seguridad humana si siguen subiendo las emisiones y la temperatura media del planeta.
El trabajo prevé que la temperatura en la región habrá subido entre 2,2 y 2,7 grados centígrados para finales del siglo y las precipitaciones se habrán reducido en un 11 por ciento promedio para el año 2100.
"Para las economías de Centroamérica resulta crucial identificar y cuantificar los posibles impactos de este fenómeno a fin de instrumentar políticas de adaptación y mitigación que reduzcan los impactos negativos del fenómeno", dijo el estudio.
La efectividad de las medidas a tomar parece limitada para el tamaño del problema que enfrenta una región castigada históricamente por guerras civiles, una exacerbada delincuencia y una pobreza que alcanza a la mayoría de la población.
En Honduras, el país más pobre de América después de Haití y Nicaragua, la situación es apremiante, según el jefe de la estatal Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), Lizandro Rosales, debido a la escasez de recursos del país para implementar programas.
A comienzos de este año, el Centro para la Agricultura Tropical (CIAT) dijo que para el 2050, la producción de café podría bajar un 81% en El Salvador, un 59% en Nicaragua y un 47% en Guatemala debido sobre todo a que cada vez menos suelos serán aptos para el cultivo, que requiere zonas altas.
"Yo soy optimista, pero hay zonas que no van a poder cultivar café", dijo a Reuters María Baca, investigadora peruana que condujo un estudio sobre el tema.
En Costa Rica, un país que ha sabido sacar provecho del ecoturismo a partir de una intensa política de conservación de su rica biodiversidad, un 30% de su flora y fauna estará en peligro debido a una temperatura promedio más alta y al avance del mar, según científicos.
Animales como tortugas marinas o cocodrilos, que se reproducen por medio de huevos, tenderían a engendrar crías de un solo sexo debido a que una mayor temperatura incide sobre este aspecto de la reproducción.
"Este es uno de los mecanismos de desaparición, de extinción de especies que utilizan ese método de reproducción", dijo Guillermo Quirós, oceanógrafo de la Universidad de Costa Rica.