Derrumbes por todo el país e inundaciones en cercanías a los ríos grandes, medianos y pequeños, son parte de los efectos de la ola de lluvias que afecta al país.
Universidades bajo el agua y pescadores improvisados acudiendo a ellas para agarrar con la mano las escurridizas carpas y truchas arcoiris que se tomaron las aulas. Derrumbes por todo el país e inundaciones en cercanías a los ríos grandes, medianos y pequeños. Más de un millón de hectáreas anegadas. Las crecientes súplicas de campesinos, ganaderos, trabajadores de hatos lecheros, floricultores... el invierno tiene en jaque al país.
Es tal la magnitud de los daños en el centro del país, que el martes en la noche el gobernador de Cundinamarca, Andrés González, anunció que 5.116 familias que habitan en zonas de riesgo no mitigable serán reubicadas gracias a un convenio suscrito entre la Gobernación y el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial. Un proceso cuyo costo se calcula en $60 mil millones (US$33,4 millones) y que sería ejecutado a través de las cajas de compensación y ONG.
El desastre sensibilizó a la comunidad internacional. “El gobierno de España nos ofreció traer desde Panamá más de 200 carpas, los británicos están ayudando más, el presidente Chávez dijo que nos iba a mandar unos puentes”, dijo el presidente Juan Manuel Santos.
Tan dramática es la situación, que el primer mandatario tuvo que salir este martes con un anuncio que linda entre el llamado a la unión nacional en momentos de dolor y el reconocimiento de que las lluvias desbordaron los cálculos oficiales: propuso la creación de 100.000 empleos con remuneración y seguridad social para que los propios damnificados reconstruyan las zonas más afectadas. Destinará para ello $300.000 millones (US$167,2 millones). Otros 280.000 millones (US$156 millones) serán para la adecuación de los acueductos vulnerados. Labor descomunal, porque hay 29 departamentos con problemas de este tipo.
Las lluvias no dejarán tranquilo al país para que comiencen a ejecutarse las grandes obras de reconstrucción y las alarmas de deslizamientos e inundaciones no se han apagado en las regiones Andina y Atlántica.
A esta crisis se suma el cierre de 13 vías nacionales y el paso restringido en 337 carreteras, lo cual sigue empañando el panorama para recolectar las cosechas y distribuir alimentos a los más de tres millones de damnificados.
Huila, La Mojana (Sucre), Arauca, la sabana de Bogotá, los valles de Ubaté (Cundinamarca) y Chiquinquirá (Boyacá), y municipios del Magdalena Medio como Puerto Salgar, Puerto Triunfo y La Dorada, no han podido escapar de las crecientes.
En la sabana de Bogotá y en los valles de Ubaté y Chiquinquirá, floricultores y ganaderos ya no saben qué hacer porque sus tierras para trabajar siguen bajo las aguas. En el caso de los lecheros, recuperar los terrenos podría tomar un año y el desempleo ya comenzó a pasar cuenta de cobro. El presidente de la Federación Nacional de Ganaderos, José Félix Lafaurie, señaló que los pequeños y medianos productores de la principal cuenca lechera del país “no tendrán cómo sobrevivir los próximos meses”.
“No sabemos qué va a pasar con los cesantes”, dice el presidente de Asocolflores, Augusto Solano. Además, los despachos para atender la demanda del Día de la Madre tienen contra las cuerdas a los floricultores. La caída del dólar, el vencimiento de la ley de preferencias arancelarias para los países andinos (Atpdea) y la crisis en Japón aumentan sus dolores de cabeza.
Pesca en la universidad. En Bogotá, por fortuna, no todo lo que hay para contar alrededor de la tragedia invernal tiene que ver con desastres y caras tristes. Este miércoles, en medio del caótico y permanente embotellamiento en la vía que de Chía conduce a la capital, anegada hace casi dos semanas, empezaron a aparecer en las orillas de la inundación peces de colores que se esforzaban para no morir en las aguas contaminadas del río Bogotá, y que llegaron con la fuerza de las corrientes, después de que las autoridades abrieran las compuertas de represas que estaban en su máxima capacidad, lo cual terminó por aumentar la creciente.
Los nativos curiosos se percataron de su presencia y alrededor de la misma hicieron una fiesta: Jimmy y su amigo ‘Cachudo’, provenientes de Bojacá, por pura diversión se adentraron en el agua para atrapar peces con las manos.
‘Cachudo’ no tuvo suerte, pero Jimmy guardó en una gorra cuatro pececillos de color naranja que no dejaban de brincar.
Pero el indudable ganador de la jornada fue el mecánico Orlando González, también oriundo de Bojacá, quien pasó por la zona a eso de las 9 a.m. En toda la mañana no abrió su taller de bicicletas llamado ‘Contrarreloj’.
Se regresó a su casa en bicicleta y le pidió a su mujer un balde y un costal, una manguera de gas y un tubo de cuatro metros con los que armó una suerte de red. Al rato, mostraba orgulloso seis libras del pescado llamado carpa, que comió en el almuerzo con toda su familia.
La distracción duró un rato, después hubo que volver a pensar en el agua, cuyo nivel siguió en aumento en la zona, especialmente en los terrenos de la Universidad de la Sabana, por la cual sólo se puede transitar en vehículo acuático.
También en los trancones que azotaron Chía desde las 5 a.m., justo en los puentes que cruzan frente a la universidad y a Centro Chía. Como el acceso a la Autopista Norte (vía para entrar a la capital) permanece la mayor parte del tiempo cerrado debido a la inundación, los conductores no tienen otra opción que llegar a la ciudad por el municipio de Cota y la calle 80. En horas pico el represamiento es total.
El invierno también afecta otras zonas de Bogotá, entre ellas algunos parques que el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) cerró como medida preventiva. Se trata de los parques La Florida, en Engativá, y Zona Franca, en Fontibón, clausurados hasta tanto el alcalde Samuel Moreno levante la alerta roja que declaró en ambas localidades.
A principios de esta semana, el mandatario local anunció que dispondrá de $7 mil millones para hacerle frente a la tragedia.