A pesar que se había logrado rescatar a 54 personas con vida, los desaparecidos engrosaban la lista de muertos con cada informe oficial. Según el último, los fallecidos sumaban 480.

Pedernales, Ecuador. Tres días después del feroz terremoto que estremeció a Ecuador, miles aguardaban resignados los cuerpos de sus familiares para poder despedirse por última vez. Otros, optimistas, continuaban en vigilia a la espera de que rescatistas hallaran a los suyos.

A pesar que se había logrado rescatar a 54 personas con vida, los desaparecidos engrosaban la lista de muertos con cada informe oficial. Según el último, los fallecidos sumaban 480.

Una mujer que llegó de la capital, Quito, le rogó al jefe de la Policía para que maniobraran con cuidado las excavadoras que removían escombros en un destruido hotel de Pedernales.

"Por favor, queremos que nos entreguen al menos los cuerpos completos", dijo refiriéndose a su hija y una sobrina que llegaron a esa ciudad para pasar el fin de semana en la playa.

En un principio, el Gobierno de Rafael Correa dijo que el sismo había sido el peor desde hace casi 40 años, pero tras conocerse la magnitud del daño, aseguró que es la peor catástrofe desde el terremoto de Ambato, que mató a más de 5.000 personas en 1949.

La tragedia puso más presión sobre la ralentizada economía del miembro más pequeño de la OPEP, y el mandatario calculó que le costará al país andino hasta US$3.000 millones, o tres puntos de su Producto Interno Bruto (PIB). 

"Todavía tenemos un pequeño margen de tiempo con la posibilidad de encontrar sobrevivientes", dijo Correa, quien ha recorrido las zonas más afectados por el sismo de magnitud 7,8.

"Pero no quiero dar excesivas esperanzas. Hay que rescatar los cadáveres", agregó en Tarqui, uno de los poblados afectados.

Más replicas. Las imágenes de destrucción se repetían a lo largo de los más de 200 kilómetros de litoral afectado: sobre calles en las que solían levantarse casas, edificios y hoteles, ahora se apilaban toneladas y toneladas de escombros.

En Portoviejo, el incólume estadio de fútbol servía de centro de acopio, improvisado mortuorio y de morada para evitar que los lugareños volvieran a pasar la noche a la intemperie por temor a que las incesantes réplicas, que ya sumaban más de 400, tumbaran sus casas.

La madrugada del miércoles, un fuerte temblor de 6,1 de magnitud despertó a los pobladores de la localidad de Muisne, una pequeña isla apenas separada del continente. 

Según el Instituto Geofísico de Ecuador, unas 17 replicas de menor magnitud le siguieron al temblor.

Los cientos de rescatistas y los 14.000 efectivos de seguridad desplegados para mantener el orden empezaban a usar mascarillas para combatir el intenso olor a descomposición.

Las autoridades llamaron a la calma y aseguraron que, por el momento, no se había detectado la presencia de vectores, como mosquitos o roedores, que puedan transmitir enfermedades y aseguraron que los cuerpos recuperados estaban siendo retirados por sus familiares.

Sin embargo, para prever el peor escenario, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, ACNUR, envió un primer lote de repelente contra mosquitos ante el riesgo de una epidemia del virus de Zika que azota Latinoamérica.