Muchos residentes almacenaron alimentos y se quedaron en sus hogares o simplemente se fueron, transformando a una de las ciudades más grandes y densamente pobladas del planeta en un espectro de su imagen habitual.
Tokio ha cambiado en los últimos días: los restaurantes de sushi que suelen estar colmados de oficinistas estaban vacíos, muchas escuelas permanecían cerradas, las compañías permitían a sus empleados trabajar desde sus casas y en los aeropuertos había largas filas.
Mientras las autoridades japonesas intentaban evitar un desastre en un complejo nuclear afectado por el sismo a 240 kilómetros al norte, algunas partes de la capital parecían una ciudad fantasma.
Muchos residentes almacenaron alimentos y se quedaron en sus hogares o simplemente se fueron, transformando a una de las ciudades más grandes y densamente pobladas del planeta en un espectro de su imagen habitual.
"Mire, es como un domingo, no hay autos en la ciudad", dijo Kazushi Arisawa, un taxista de 62 años mientras esperaba desde hacía más de una hora en un edificio de oficinas donde generalmente encuentra pasajeros en cuestión de minutos. "Hoy no puedo hacer dinero", reconoció.
La radiación en Tokio ha sido insignificante, triplicando los niveles normales brevemente el martes, lo que ni siquiera equivale a una radiografía dental. Este miércoles, los vientos sobre la planta nuclear Fukushima soplaban hacia el mar, manteniendo los niveles cerca del rango normal.
Pero eso no ayudó a aliviar la angustia frente a la posibilidad de una catástrofe nuclear. En el complejo de 40 años de antigüedad, los expertos trabajaban a contrarreloj para evitar una tragedia luego del sismo y el tsunami del viernes pasado.
"La radiación se mueve más rápido que nosotros", dijo Steven Swanson, un estadounidense de 43 años que se mudó a Tokio en diciembre con su esposa japonesa para ayudarla en la empresa familiar.
Hasta ahora permaneció en su casa pero está tentado de irse. "Es aterrador. Es una amenaza triple con el terremoto, el tsunami y las fugas de radiación nuclear. Uno se pregunta 'y ahora qué'", aseguró.
Una serie de eventos han sido cancelados, como el Campeonato Mundial de Patinaje Artístico, la Semana de la Moda de Japón y la Feria Internacional de Animé de Tokio, cuyos organizadores citaron "circunstancias extremas".
Algunos banqueros extranjeros están huyendo en aviones privados. BNP Paribas, Standard Chartered y Morgan Stanley fueron algunos de los bancos cuyo personal se ha ido desde el viernes, según fuentes de la industria.
Miles de personas han inundado las compañías de aviones privados pidiendo vuelos de evacuación, provocando una suba de precios.
"Ayer recibí un pedido para trasportar a 14 personas de Tokio hasta Hong Kong (...) no les importaba el precio", dijo Jackie Wu, presidente operativo de Hong Kong Jet, una subsidiaria de aviones privados recientemente establecida del Grupo HNA, de China.
Un avión privado de Tokio a Australia, sólo de ida, costó US$265.000, 20% más de lo normal, puntualizó.
Las tiendas de productos electrónicos están vendiendo detectores Geiger pequeños y portátiles, que miden la radiación. Strawberry Linux, un compañía basada en Tokio, se quedó sin stock, informó su dueño, Masahiro Ochiai.
En las oficinas centrales de Sony Corp en el distrito Shinagawa, en Tokio, estaban trabajando sólo 120 empleados de un total de 6.000. La empresa le dijo al personal que se quede en su casa todo el tiempo posible debido a las dificultades con el transporte en tren, dijo la portavoz Mami Imada.
Las personas buscaban provisiones de alimentos, leche y otros elementos, vaciando los estantes de los supermercados y almacenes. Algunos vecinos llenaron maletas. Y miles se acercaron a los aeropuertos sin boletos, esperando encontrar alguna forma de salir de Tokio.