“Para nosotros el volcán no es problema, hemos vivido con él durante años. Aquí lo que deseamos es que los alcaldes y gobiernos atiendan nuestra necesidad de desarrollo", describe una persona de la zona.
Para la mayoría de vecinos, evacuar el área durante una emergencia aunque no sepan a dónde ir no es motivo de preocupación, pues para ellos el verdadero riesgo lo afrontan a diario, al atravesar ríos crecidos para ir a trabajar o buscar alimentos y al recorrer caminos en pésimas condiciones. Además, el puesto de Salud más cercano carece de medicinas, y no hay escuela, pues los niños reciben clases en un salón comunal que tiene goteras. Los niños, valientes y llenos de sueños, se esfuerzan a pesar de los charcos.
Los pobladores de Santa Sofía, Morelia y Panimaché, de San Pedro Yepocapa, Chimaltenango, y de las comunidades agrarias Ceylán y Rochela, Escuintla, consideran que para las autoridades municipales y de Gobierno, ellos no existen.
“Las autoridades vuelven a vernos sólo cuando hay elecciones o las erupciones del Volcán nos amenazan, pero sólo es la bulla de un rato, y después nos olvidan de nuevo”, comenta Jerónimo Ortiz, residente de El Rodeo.
Las penas de Ceylán. Ceylán y Rochela se ubican a mil metros sobre el nivel mar, y son las dos comunidades más cercanas al cono volcánico del lado de Escuintla. Para llegar ahí, el camino vecinal hace que el viaje sea lento, debido al mal estado de la ruta, la cual deben recorrer niños enfermos y mujeres embarazadas, durante dos horas, para llegar al hospital.
La lluvia agrava el aislamiento, debido a los derrumbes, los tramos lodosos o el colapso de la carretera.
“Cada año, grupos de hombres damos mantenimiento al camino. Si no lo hacemos, no tenemos cómo salir”, explica Fredy López, vicepresidente del Consejo Comunitario de Desarrollo.
Desde su fundación por colonizadores alemanes, los habitantes de Ceylán y Rochela se dedican al cultivo de café, maíz y hojas de mashán. La venta de esos productos les provee de fondos para subsistir.
Futuro no llegó. Para la generación de pobladores con más de 60 años, como Marcial Zamora, el futuro se quedó varado en algún lugar, pues ellos lucharon hace más de tres décadas por llevar educación, además de energía eléctrica y ampliar la ruta, pero desde hace unos diez años el salón de usos múltiples es el aula única para nueve grados.
Gloria Cardona, directora de la escuela, asegura que han solicitado al Ministerio de Educación la construcción de nuevas aulas.
“Ojalá y las autoridades atiendan la demanda, porque es antipedagógico tener a 250 niños en un solo salón”, declara.
La comunidad cuenta con un centro de Salud, pero lo único que hay en el botiquín son frascos de desparasitantes y unos analgésicos. Nada de antibióticos ni medicinas para bajar la fiebre.
La enfermera encargada de esa clínica explica que los enfermos graves deben recorrer en carro dos horas de ruta para llegar al hospital de Escuintla y atravesar el río, con el riesgo de ser arrastrados por una correntada repentina.
Promesa de campaña. “Para nosotros el Volcán no es problema, hemos vivido con él durante años. Aquí lo que deseamos es que los alcaldes y gobiernos atiendan nuestra necesidad de desarrollo. Aquí estamos olvidados”, expresa José Figueroa, vecino de Santa Sofía.
Para los habitantes de esa aldea, la frase “vamos a construir un puente para ustedes” ha sonado demasiadas veces. “Son palabras de políticos mentirosos”, dice Andrea Ortiz.
En las comunidades del lado de Chimaltenango los problemas son similares e igual de ignorados.
“Cada invierno, para nosotros atravesar el río es un peligro. No hay una ambulancia y las autoridades siempre tienen una excusa”, comenta Mirna Esquite.
Agua y medicinas. Los vecinos utilizan nacimientos, debido a que ven lejano el día en que cuenten con un sistema de agua entubada.
La única oportunidad de acceder a un médico es en las jornadas gratuitas que organizan los partidos durante la campaña, pero eso pasa pronto y el olvido regresa.