Una segunda explosión en la mina echó por tierra las esperanzas y detonó el enojo de los familiares que reclamaban que socorristas bajaran al yacimiento para rescatar a los trabajadores.
Nueva Zelanda está de luto después de que fueron declarados muertos este miércoles los 29 mineros que permanecían atrapados desde el viernes en una mina de carbón.
Una segunda explosión en la mina Pike River, sepultó las esperanzas, lo que detonó la tristeza y el enojo de los familiares, que reclamaban que rescatistas bajaran al yacimiento para ayudar a los operarios.
Según el hermano de uno de los mineros, “mucha gente por aquí me ha contado que había gente dispuesta a bajar a por ellos, ellos sí son valientes y no sus superiores", informó BBC Mundo.
Incluso el padre de uno de los trabajadores advirtió que si se determina que algunos quedaron vivos tras la primera explosión “va a haber un montón de problemas".
Sin embargo las presencia de gases en el yacimiento impidió que los socorristas pudieran acceder a la mina, ante el peligro que ello significaba.
De hecho, la segunda explosión se produjo probablemente por la acumulación de niveles muy altos de monóxido de carbono y gas metano bajo tierra, y no por los operativos de rescate.
“Tragedia Nacional”. El primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, dijo que la muerte de los mineros significa una "tragedia nacional".
Anunció que se hará una investigación sobre las razones del accidente, que es el peor en un siglo.
Se cree que los obreros se encontraban tan sólo a unos 160 metros de la superficie.
El hecho ocurre poco tiempo después que el mundo siguiera emocionado el rescate de 33 mineros en Chile, quienes estuvieron 70 días atrapados bajo tierra, lo que había despertado las esperanzas de las familias, sin embargo, ambas situaciones no tenían las mismas características. Por ejemplo, en la mina chilena no se temía la presencia de gases que pudieran provocar una explosión, como sí ocurrió en el yacimiento de carbón de Nueva Zelanda. Además, en Chile los operarios pudieron llegar a un refugios donde había agua y alimentos que ellos lograron administrar durante los 17 días que permanecieron sin contacto con el exterior, pero sus colegas neozelandeses no contaban con alimentos bajo tierra y la luz de sus cascos duraría unas 24 horas.