A pesar de que la popularidad de Maduro ronda el 20%, se espera que gane las elecciones, en parte debido a la baja participación de la oposición.
Caracas. La estudiante universitaria Ana Romano había decidido no votar mucho tiempo antes de que la oposición pidiera a los venezolanos abstenerse de sufragar en las elecciones presidenciales del domingo.
Cuando trabajó como testigo de mesa para la coalición opositora en un pueblo rural en las elecciones para gobernadores en octubre pasado, vio como activistas del oficial Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) entraban continuamente a las cabinas con el pretexto de "asistir" a electores, una táctica señalada por la oposición como de intimidación.
Trabajadores pro gobierno, en un centro de votación ubicado en el estado Portuguesa en el oeste del país, también se negaron a cerrar sus puertas a las seis de la tarde, según Romano, manteniéndolo abierto por una hora más mientras activistas del Partido Socialista redondeaban hacia su lado la cifra de votos.
La experiencia de Romano ilustra por qué algunos en oposición venezolana están llamando a la abstención en las elecciones presidenciales del domingo, a pesar del descontento de las naciones sudamericanas con el gobierno del presidente Nicolás Maduro.
"Eran cuatro de ellos, y yo de 20 años, ¿qué iba a hacer?", dijo Romano, agregando que no había presentado una queja oficial de estas irregularidades porque los otros trabajadores del centro no la hubiesen firmado y porque tampoco había papel.
"No quiero tener nada que ver con estas elecciones", agregó. "Ya hemos cometido ese error".
El Consejo Nacional Electoral de Venezuela, encargado de organizar las elecciones, no respondió a las llamadas telefónicas para solicitar comentarios.
Reuters no pudo obtener comentarios de otros trabajadores del centro de votación ni de la oficina del consejo electoral del estado Portuguesa.
El otrora rico país de la OPEP está sufriendo una hiperinflación y una escasez generalizada de alimentos a medida que su economía colapsa, llevando a cientos de miles a huir a los países vecinos.
Sin embargo, a pesar de que la popularidad de Maduro ronda el 20%, se espera que gane las elecciones, logrando un segundo mandato de seis años en un país profundamente dividido, en parte debido a la baja participación de la oposición.
Críticos de los opositores dicen que la participación sería inútil frente a los esfuerzos por inclinar la balanza a favor de Maduro, un exconductor de autobús que fue elegido en 2013 tras la muerte de su antecesor, el fallecido líder Hugo Chávez.
Citan tácticas que van desde artimañas como las descritas por Romano, hasta la detención del líder opositor más popular, Leopoldo López, la coacción a los trabajadores del gobierno para votar por Maduro y el uso de recursos estatales en su campaña.
El Observatorio Electoral Venezolano, un grupo local de monitoreo de elecciones, también mencionó una serie de problemas con el proceso, que incluye un plazo demasiado corto para actualizar el registro electoral, menos auditorías de resultados en tiempo real y un plazo insuficiente para reunir grupos de testigos en las mesas de votación.
Rompiendo con el abstencionismo está el exgobernador Henri Falcón, quien se postuló contra Maduro pese a sus propias quejas por falta de garantías para elecciones libres y justas, incluida la falta de observadores electorales independientes, cuya presencia, según el gobierno, violaría su soberanía nacional.
Los líderes opositores ven a Falcón, un antiguo aliado de Chávez, como un títere que sólo compite para legitimar la reelección de Maduro. El exsoldado y dos veces gobernador del estado central Lara rechaza la idea. Según el, los opositores están cediendo el poder a Maduro sin pelear e insiste en que ganaría si los venezolanos descontentos acudieran a votar.
"Entonces, ¿ahora soy chavista, simplemente porque tengo criterio, tengo posición y soy responsable frente al país?", dijo Falcón cuando periodistas le preguntaron sobre las críticas de la oposición.
Reuters no entrevistó a Falcón para esta historia.
Maduro y sus aliados niegan que las elecciones sean injustas e insisten en que la oposición, notoriamente fracturada, fue vencida en las regionales de octubre porque sus votantes no participaron, un argumento respaldado por las estadísticas que muestran una baja participación en sus bastiones.
"Tenemos una ventaja, que es la fuerza de la gente. Eso no se puede llamar una ventaja injusta", dijo Maduro el mes pasado.
Los pronósticos de participación varían, pero, en general, los encuestadores creen que la afluencia del domingo será mucho menor al 80% de las últimas elecciones presidenciales de 2013, cuando Maduro derrotó por estrecho margen al opositor Henrique Capriles, quien esta vez tiene prohibido postularse.
Un sondeo de la respetada encuestadora Datanálisis mostró que el número de personas que dijeron que era "muy probable" que votaran había caído cerca del 30% en marzo.
Washington, que ha impuesto sanciones al gobierno de Maduro, ha dicho que no reconocerá los resultados del domingo.
Fraude sin evidencia. En sus 14 años como presidente, Chávez acumuló repetidas victorias en las urnas gracias a su carisma y al gasto generoso de los ingresos petroleros, en gran parte en programas populares de salud y nutrición, y en sus propias campañas electorales.
La oposición ha gritado fraude en el pasado sin mostrar evidencia de ello, incluso después de un referéndum revocatorio de 2004 que ganó Chávez.
Pero el voto de octubre incluyó un incidente que algunos simpatizantes de la oposición ven como un punto de inflexión: funcionarios electorales cambiaron manualmente los resultados en varios centros de votación en el estado Bolívar para inclinar el resultado a favor del candidato del Partido Socialista, según testigos de la oposición en el centro electoral.
Los testigos emitieron actas oficiales de sus centros de votación que mostraban que los votos del candidato de la oposición eran más de los que el Consejo Nacional Electoral reportó para esos mismos centros.
Los críticos de Maduro lo describen como el acto más descarado de manipulación del voto hasta la fecha. El Consejo Nacional Electoral nunca ha aclarado el problema y no respondió preguntas de Reuters sobre el incidente.
El gobierno de Maduro nunca ha comentado el caso.
La oposición se ha quejado de los obstáculos que reducen la probabilidad de que sus seguidores voten, pero son difíciles de clasificar como fraude en un sentido estricto, como los cambios de último momento en la ubicación de los centros de votación.
En el estado Lara, Alfredo Álvarez sólo supo días antes de la votación de octubre que el Consejo Electoral había cambiado su centro de votación, junto con el de otros 700.000 venezolanos, casi todos de distritos altamente opositores.
Así que Álvarez, un periodista de 62 años, tuvo que conducir durante varias horas por la ciudad de Barquisimeto, capital de Lara, porque no pudo obtener información clara sobre dónde debía votar.
"Tuve que indagar, tuve que ir como para cinco centros de votación, ¿qué elector vota en esas condiciones?", preguntó Álvarez, quien finalmente sufragó en un centro dirigido por activistas del PSUV y que no tenía testigos opositores.
"Yo estoy votando desde el 1973, pero no puedo en estas circunstancias", agregó.
Las autoridades electorales han dicho que los cambios en los centros eran necesarios debido a la preocupación sobre la seguridad, dado que algunos de ellos estaban ubicados cerca a sitios donde hubo violentas manifestaciones opositoras. Esas protestas terminaron casi tres meses antes de los comicios.
Funcionarios del Consejo Nacional Electoral no estaban disponibles de inmediato para explicar la discrepancia.