El parto domiciliario es una práctica vigente a lo largo del mundo, aunque la OMS sostiene que, desde 1930, tiende a desaparecer en la mayoría de los países desarrollados.
A partir del fallecimiento cuando daba a luz de Caroline Lowell, una de las primeras defensoras del parto en casa, se reabrió el debate internacional sobre los riesgos o beneficios de la práctica, dando lugar a súbito reverdecimiento de opiniones a favor y en contra de la metodología.
Las posiciones expuestas por mujeres y por especialistas sobre la conveniencia se pusieron de manifiesto en los últimos días a lo largo y ancho del planeta, tras la desgraciada muerte de la australiana Lowell, quien ya había tenido a la primera hija en su casa.
Aunque los detractores responsabilizaron al método, los creyentes del parto en la casa sostienen que los peligros son mínimos y destacan las ventajas por encima de las acechanzas.
Lowell murió el 23 de enero a raíz de un paro cardíaco cuando alumbraba a su segunda hija. Tras el suceso, la asociación Homebirth Australia publicó un comunicado donde explicaba que los riesgos son mínimos.
Según la Organización Mundial de la Salud, a pesar del “considerable debate y estudios realizados a lo largo de muchos años, el concepto de normalidad en el parto y en el nacimiento no está estandarizado ni universalizado”.
“Una mujer debería dar a luz en el lugar en que ella se encuentre segura, y en el nivel de asistencia inferior, capaz de asegurar un manejo correcto del parto”, remarca el informe de la OMS redactado en 1996.
Así el parto sea domiciliario o en un hospital debe ser una elección de cada mujer y el lugar no variará la salud del bebé ni de su madre mientras estén dadas las condiciones indispensables de seguridad, aconsejan los especialistas.
Las mujeres que eligen este método del parto en la casa, lo hacen por convicciones que exceden el lugar físico. “El parto natural consiste en dar a luz el bebé fuera de toda asistencia médica. Es volver a lo original”, explicó a Télam Sabrina Carnino, de 29 años, que experimentó el nacimiento de su beba en su casa acompañada por una partera, su pareja y tres amigas. “Es recuperar el simbolismo del nacimiento”, agregó.
“La embarazada no es una enferma y por lo tanto no hay por qué ir a parir a un hospital salvo que ese embarazo sea de riesgo, por hipertensión o diabetes, por ejemplo”, amplío Carnino.
De acuerdo a esta teoría, si una madre tiene problemas de salud, entonces deberá tratarse dentro de un establecimiento médico pero para atender puntualmente esas complicaciones y no por el embarazo en sí.
La decisión es personal y según los seguidores del “parto en casa” surge de un proceso interno. “Comenzar a leer sobre el tema me ayudó a hacerme cargo de mi cuerpo, de mi embarazo, de mi parto y de mi hija y no delegar estas cosas tan preciadas en profesionales que nos tratan como pacientes”.
“No es bueno escuchar consejos desde el miedo y la mayoría de los que recibimos las embarazadas son desde ahí, todos producto de la ignorancia cultural que nos rodea a las mujeres. El parto es una experiencia sexual y espiritual que ninguna mujer debería poner en manos de nadie y, menos aún, de un médico”, resumió Carnino.
En cambio, para Vanesa Wagner, la decisión a la hora del nacimiento de su primera hija fue más dudosa. “Me encantaba la idea de volver a lo natural, pero no me daba seguridad por si surgía una urgencia, antes cuando no se paría en los hospitales era más natural pero también había muchas más muertes”, argumentó.
Uno de los mayores cuestionamientos de las defensoras del parto natural radica en la prohibición por parte de los hospitales de la libre elección de la postura para parir o de la aplicación de anestesias.
“Yo intenté elegir pero el ginecólogo no me dejó, así que tuve que olvidarme de sacar los oxitocicos, postura libre, deambulación en dilatación”, relató Wagner.
El parto domiciliario es una práctica vigente a lo largo del mundo, aunque la OMS sostiene que, desde 1930, con la institucionalización del nacimiento, tiende a desaparecer en la mayoría de los países desarrollados.
La concepción en la que se enmarca el parto hogareño supone una explicación histórica y cultural. Según el libro “Mamíferas” -recopilación histórica del tema escrito por una joven bajo el seudónimo “Tatiana”-, el parto domiciliario existe desde hace 30.000 años, de la época en que las mujeres eran el núcleo de la sociedad y la acción de parir en casa era la única opción. Las sociedades fueron cambiando con la llegada de nuevos sistemas de producción.
En la Argentina, una de las mayores defensoras del método es la partera Raquel Schallman, quien afirmó al sitio mujerdespierta.es que “cuando la cesárea no es necesaria tiene severos riesgos para la madre y deja cicatrices no solamente en el cuerpo sino en la emocionalidad de la mamá”, explicó.
“El parto natural devuelve a las mujeres su tremendo poder: concebir, gestar, parir, criar a un ser humano", sintetizó Schallman.