El intercambio de ataques suponen la violencia transfronteriza más grave en el conflicto de Siria, que comenzó como un levantamiento democrático pero se ha convertido en una guerra civil con matices sectarios, y ponen de manifiesto cómo se podría desestabilizar la región.
Turquía devolvió el fuego después de que unos proyectiles de mortero lanzados desde Siria cayeran el sábado sobre un campo en el sur de Turquía, al día siguiente de que el primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, advirtiera a Damasco de que Turquía no rehuirá la guerra si se le provoca.
Era el cuarto día de fuego turco en represalia por los bombardeos de tropas sirias que este miércoles causaron la muerte de cinco civiles turcos en el este del país.
El intercambio de ataques suponen la violencia transfronteriza más grave en el conflicto de Siria, que comenzó como un levantamiento democrático pero se ha convertido en una guerra civil con matices sectarios, y ponen de manifiesto cómo se podría desestabilizar la región.
Turquía, miembro de la OTAN, era aliada del presidente sirio Bashar al-Assad, pero se volvió contra él tras su violenta represión del levantamiento, en el que han muerto más de 30.000 personas, según la ONU.
Casi 100.000 sirios se refugian en territorio del país vecino, que también ha permitido la creación de un santuario para los líderes rebeldes y ha hecho llamamientos para la dimisión de Assad. Sus fuerzas armadas son mucho más numerosas que las de Siria.
Erdogan dijo este viernes que su país no quiere la guerra, pero advirtió a Siria que no cometa un "error fatal" poniendo su decisión a prueba. Damasco sostiene que los ataques sobre Turquía fueron accidentales.
El ministro turco de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoglu, utilizó un tono más defensivo este sábado, y dijo que la autorización emitida por el Parlamento esta semana para posibles despliegues de tropas en el exterior fue diseñada como un elemento disuasivo.
"Con el mandato no dimos un paso hacia la guerra, mostramos a la administración siria nuestra disuasión, haciendo una advertencia necesaria para prevenir una guerra", afirmó.
"A partir de ahora, si hay un ataque sobre Turquía será silenciado", manifestó en una entrevista con el canal estatal TRT.
Davutoglu dijo que el mediador internacional para Siria, Lakhdar Brahimi, irá a Turquía antes de que el presidente ruso, Vladimir Putin, visite Ankara dentro de diez días.
El jefe de la Liga Árabe, Nabil Elaraby, calificó la misión de Brahimi de "virtualmente imposible", en una entrevista con el diario egipcio Al Ahram.
Al preguntársele sobre los esfuerzos del cuarteto Egipto-Arabia Saudita-Turquía-Irán para solucionar la crisis, Elaraby dijo: "La solución debe incluir a Irán. Lo importante es que las cosas se muevan".
Pocas ganas de Occidente. Dos rondas de proyectiles procedentes de Siria cayeron este sábado por la mañana cerca del pueblo de Guvecci, en Yayladagi, dijo la oficina del gobernador de Hatay, que añadió que parecía dirigido por fuerzas gubernamentales sirias a rebeldes en la frontera. No hubo víctimas.
Este viernes hubo dos incidentes similares en Hatay.
"Aquellos que intenten poner a prueba la disuasión de Turquía, su decisión, su capacidad, digo aquí que están cometiendo un error fatal", manifestó Erdogan en un belicoso discurso ante una multitud en Estambul.
"No estamos interesados en la guerra, pero tampoco estamos lejos de la guerra. Esta nación ha llegado a donde está hoy por medio de guerras entre continentes", agregó.
Estados Unidos ha dicho que apoya el derecho de su aliado en la OTAN a defenderse, mientras que Rusia ha pedido a Turquía que mantenga la calma y evite cualquier acción que pudiera aumentar la tensión.
Occidente ha mostrado pocas ganas de repetir una intervención como la de la OTAN que ayudó a derrocar al libio Muammar Gaddafi. Los llamamientos turcos para que se cree una zona segura en Siria requerirían de una zona de exclusión aérea que los estados de la Alianza Atlántica están poco dispuestos a patrullar.
La revuelta que comenzó hace 18 meses se ha convertido cada vez más en un enfrentamiento entre la oposición sunita y la minoría alauita de Assad.
El presidente estadounidense, Barack Obama, se niega a armar a los rebeldes, en parte por miedo a que algunos de los que combaten a Assad, que cuenta con el apoyo de Irán, sean islamistas igualmente hostiles hacia Occidente.