Con un “balígrafo”, una bala convertida en lapicero, el presidente Santos y Rodrigo Londoño estamparon sus firmas en el Acuerdo Final de Paz.
Las lágrimas del presidente Juan Manuel Santos, mientras repetía la estrofa del himno nacional que dice “cesó la horrible noche”, y el ofrecimiento de perdón de Rodrigo Londoño, el líder de las Farc, a quien el país conoció como Timoleón Jiménez o Timochenko, por el daño causado, pagaron con creces el formalismo diplomático del acto de firma del Acuerdo Final de Paz, realizado ayer en el Patio de Banderas del Centro de Convenciones en Cartagena. (Vea acá el especial "A construir la paz")
Al evento asistieron una docena de jefes de Estado; el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon; el expresidente uruguayo José Mujica y el grueso de la clase política, militar y empresarial del país. Senadores, excongresistas, expresidentes, embajadores y cientos de figuras públicas llegaron todos vestidos de blanco para ver la firma de la paz, sellada entre Santos y Londoño con el llamado “balígrafo”. Una bala punto 50 convertida en bolígrafo como símbolo de que la guerra en Colombia ya es historia.
Hacia las 5:11 de la tarde se inició la ceremonia. Detrás de la tarima una puerta se abrió frente a todos, la de la paz, y por ella salieron el jefe de Estado, el líder de las Farc, los mandatarios invitados y los miembros de las delegaciones que negociaron la paz en La Habana, en medio de aplausos y gritos de “sí se pudo”. Hubo un minuto de silencio en honor a los miles de colombianos ausentes por culpa de la guerra y la intervención de las “alabaoras” del Coro de la Iglesia de Bojayá, Chocó, tierra testigo de la barbarie.
El primero en intervenir fue Ban Ki-moon, quien dio un discurso diplomático y poco emotivo, pero de significado profundo: el de la bienvenida internacional del Acuerdo Final de Paz y la puesta en marcha de su implementación: “Ahora el reto es que los dividendos de la paz lleguen a todos los territorios lejanos de este país, para que las comunidades sientan el alivio del final de la guerra”. Para ese momento, la tarde cartagenera dejó filtrar los colores de un ocaso naranja. (Lea: "Los colombianos deben pasar la página a un futuro en paz": Ban Ki-moon)
Siguió Rodrigo Londoño, quien habló por más de media hora y enfatizó que, de hoy en adelante, su única arma serán las ideas y las palabras. También juró que nunca más volverán a la violencia y su discurso era interrumpido, de vez en cuando, por tímidos aplausos. Hasta que soltó la frase esperada: “En nombre de las Farc ofrezco sinceramente perdón a las víctimas del conflicto, a las que les hayamos causado dolor en esta guerra”. El auditorio rompió en un cerrado aplauso y todos se pusieron de pie. El hecho curioso se dio justo al final de su intervención: tres aviones Kafir irrumpieron sobre el cielo y Londoño no pudo ocultar su sorpresa. Pero le salió al paso al imprevisto: “Por fortuna esta vez vienen a saludar la paz y no a soltar bombas”, dijo. (Lea: “Sinceramente, perdón a todas las víctimas del conflicto”: ‘Timoleón Jiménez’)
Por su parte, el presidente Santos recalcó que la paz es la mejor noticia para un mundo hoy convulsionado por la guerra, los conflictos, la intolerancia y el terrorismo. Sus palabras tuvieron como eje a las víctimas y el agradecimiento a todos quienes apoyaron el proceso de La Habana. Y hubo espacio para el nobel Gabriel García Márquez: “Gabo, el gran ausente en este día, que fue artífice en la sombra de muchos intentos y procesos de paz, no alcanzó a estar acá para vivir este momento, en su Cartagena querida, donde reposan sus cenizas. Pero debe estar feliz, viendo volar sus mariposas amarillas en la Colombia que él soñó, nuestra Colombia que alcanza –por fin–, como él dijo (…), una segunda oportunidad sobre la tierra”. (Lea: “Les doy la bienvenida a la democracia”: Santos a las Farc)
“Hoy los invito a todos –a los jóvenes y los adultos, en los campos y en las ciudades, a los escépticos y a los entusiastas, a todos– a que abramos los brazos, los ojos, las mentes, y demos la bienvenida al nuevo día. Abramos nuestros corazones al nuevo amanecer, al sol brillante y lleno de posibilidades que se asoma en el cielo de Colombia. El amanecer de la paz”, concluyó con los ojos aguados el mandatario, repitiendo la estrofa del himno que dice “cesó la horrible noche”. En su discurso, le hizo también un homenaje a las Fuerzas Armadas, que toda la comandancia de las Farc aplaudió de pie. Al final hubo estrechones de mano y hasta peticiones de fotos y autógrafos a los jefes guerrilleros. Fue el epígrafe de un nuevo capítulo de la historia de Colombia.