Juan Orlando Hernández, del centroderechista Partido Nacional, asumió en enero de 2014 con la promesa de combatir la delincuencia endémica en uno de los países con más pobreza y más violentos del mundo.
Ocho años después de un golpe de Estado desatado por el coqueteo del entonces presidente con un segundo mandato, los votantes de Honduras estarían dispuestos a reelegir el domingo a un aliado de Washington que logró una disminución de los homicidios con una lucha férrea contra las pandillas y el narcotráfico.
Juan Orlando Hernández, del centroderechista Partido Nacional, asumió en enero de 2014 con la promesa de combatir la delincuencia endémica en uno de los países con más pobreza y más violentos del mundo.
El éxito se ha traducido en un notable descenso de los homicidios y un mayor crecimiento económico en la nación centroamericana.
Su eventual victoria sería aplaudida en Washington, según dos funcionarios del Departamento de Estado, quienes agregaron que Estados Unidos tiene pocos aliados fiables entre los líderes centroamericanos con quienes puede colaborar para combatir la pobreza, la migración y la violencia de las pandillas.
Honduras ha tenido vínculos estrechos y prolongados con Estados Unidos, que vio a ese país como un aliado ideológico y militar durante la insurgencia de las guerrillas izquierdistas que enturbiaron a Centroamérica durante la guerra fría.
Hernández, quien estudió en Estados Unidos, tiene una estrecha relación de trabajo con John Kelly, el jefe de gabinete del presidente Donald Trump.
En el 2009, Estados Unidos batalló con cómo debería responder a la destitución del presidente Manuel Zelaya después de haber propuesto un referendo sobre la reelección.
No obstante, funcionarios estadounidenses ahora dicen que no les preocupa que Hernández pueda consolidar su poder, aunque piden que sea aprobada una ley -que permanece estancada- que impone límites a los periodos presidenciales.
"La reelección sin límites no es buena para la democracia", dijo un diplomático estadounidense. "Nos gustaría mucho ver alguna ley que regule la elección".
Hernández está entre los legisladores que apoyaron la expulsión de Zelaya.
Pero después de una decisión de la Corte Suprema en 2015, que revirtió una prohibición constitucional de reelección, parece probable que Hernández, de 49 años, gane otro mandato de cuatro años.
Los sondeos le dan una ventaja de dos dígitos sobre Salvador Nasralla, quien encabeza una alianza de izquierda-derecha de partidos y agrupaciones políticas de oposición en Honduras, la Alianza de Oposición Contra la Dictadura.
La oposición alega que la candidatura presidencial de Hernández es ilegal y se ha negado a discutir una reforma que impone topes al mandato presidencial.
"Mejor continuar trabajando". Hernández se ha ganado el favor de Estados Unidos al colaborar estrechamente con Kelly en temas migratorios cuando era el jefe del Comando Sur y del Departamento de Seguridad Nacional, dirigiendo una purga en las fuerzas policiales y facilitando la extradición los capos de la droga.
Dos exguerrilleros izquierdistas gobiernan El Salvador y Nicaragua; mientras que el presidente de Guatemala, Jimmy Morales, ha tratado de desterrar a un organismo anticorrupción respaldado por Estados Unidos que investiga a su familia.
"Parece que hay una mayor afinidad en cuanto a cómo ve el gobierno", dijo un funcionario estadounidense en Centroamérica al referirse a Hernández.
El presidente hundureño dice que mantendría a los militares en las calles para ayudar a la policía, de la cual desconfía. Además prometió atraer inversiones extranjeras a los sectores textil, de centros de llamadas y manufacturero automotor con la creación de 600,000 empleos; e impulsar el crecimiento económico por encima de un 6 por ciento con proyectos de infraestructura.
Los hondureños aplauden la manera en que Hernández redujo la tasa de muertes a una proyección de 46 por cada 100,000 habitantes para fines de 2017, desde 79 por cada 100,000 en 2013, mientras aumenta el crecimiento y reduce el déficit.
Pero él no ha sido inmune al escándalo. El hijo de su mentor político el expresidente Porfirio Lobo fue sentenciado recientemente a 24 años de prisión por conspirar para traficar cocaína a Estados Unidos. Durante el juicio, hubo acusaciones de que se destinó dinero de la droga a la campaña de Hernández, un señalamiento que su oficina negó.
En 2015, Hernández admitió que su campaña de 2013 recibió dinero de compañías vinculadas a uno de los peores escándalos de corrupción en la historia del país, pero dijo que él y su Partido Nacional no sabían de dónde provenían los recursos.
Manuel Orozco, miembro del Diálogo Interamericano, con sede en Washington, dijo que a pesar de los defectos del mandatario, Estados Unidos había decidido que aún podía hacer negocios con Hernández, su "aliado más importante" en Centroamérica.
"De todas las personas en aquel país, ellos se dan cuenta de que lo mejor es quedarse con él", dijo.