La juramentación de Maduro para un segundo mandato como presidente de Venezuela es percibida como un hito importante en la cronología de la crisis nacional, pero no necesariamente como el episodio final de esa historia.
Este jueves (10.1.2019), Nicolás Maduro será juramentado como jefe del Estado venezolano pese a la falta de reconocimiento nacional e internacional de su reelección en los comicios del 20 de mayo de 2018, tachados de fraudulentos por distintas instancias.
Estados Unidos y la Unión Europea se han pronunciado en contra de un segundo mandato. Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía –integrantes del Grupo de Lima, creado en 2017 para lidiar con la crisis político-institucional venezolana– sopesan prohibir la entrada de funcionarios chavistas a sus respectivos territorios si Maduro se erige en presidente de facto.
El Parlamento local, de mayoría opositora, anunció que asumiría la representación ejecutiva del país ante el resto del mundo si Maduro “usurpa” el cargo. Sin embargo, Maduro no parece prestarle oídos a sus detractores.
“El Grupo de Lima, con excepción de México, le exigió a Maduro que se abstuviera de juramentarse; pero, ¿qué puede hacer si Maduro ignora su exhortación? Hace tiempo, la Organización de Estados Americanos amenazó al régimen chavista con aplicar la Carta Democrática Interamericana en su contra, pero esa es un arma sin filo porque nunca se previeron mecanismos para reforzarla en caso de que hiciera falta ir más allá”, comenta Ivo Hernández, de la Universidad de Münster.
“Las herramientas de presión diplomática a la mano son anacrónicas, no bastan para meter en cintura a autocracias de nuevo cuño como la de Maduro. ¿Cómo intervenir multilateralmente –si es que se decide intervenir– en los asuntos internos de Estados para poner fin a sus crisis cuando éstas alcanzan dimensiones como la venezolana? Esa será la pregunta de rigor de ahora en adelante”, advierte Hernández.
10 de enero, fecha clave. “En Venezuela, lo que viene es un estado de excepción; empezarán a regir reglas de juego ajenas a la Constitución para responder a una emergencia. El artículo 233 de la Carta Magna venezolana establece que el Parlamento puede restaurar el orden democrático en el país en ausencia del presidente legítimo; pero, a falta de legitimidad, Maduro y su entorno tienen el control de las armas, nexos con redes terroristas internacionales y negocios con narcotraficantes", señala el experto de Münster.
El Estado ha sido secuestrado por forajidos. Deberán aplicarse formas de coacción interna y externa para sacarlos del poder, pero ninguna de ellas está regulada constitucionalmente. ¿Cómo va a ser enfrentado ese estado de excepción? En este momento, nadie lo sabe”, agrega.
Ana Soliz, investigadora de la Universidad de las Fuerzas Armadas alemanas, Helmut Schmidt, es más optimista. Según la politóloga, aislar al Gobierno de Maduro es necesario, pero sin cerrar todos los canales de comunicación con el chavismo. Si no se le ofrecen posibilidades de diálogo, el régimen puede terminar endureciendo aún más sus posturas y actuando como quien ya no tiene nada que perder, dice.
Soliz propone preparar el terreno para que Maduro caiga por su propio peso: “Si él inicia oficialmente su segundo mandato este 10 de enero, la ilegitimidad de su Gobierno justificaría las acciones legales del Parlamento para reinstaurar el orden democrático en Venezuela. El camino más razonable para hacerlo sería inhabilitando a Maduro, nombrando al presidente del Parlamento como jefe de Estado y llamando nuevamente a elecciones. En esas condiciones, Maduro debería reconocer que dar su brazo a torcer es la única salida que le queda”, explica.
Maduro, los militares y el petróleo. “Aunque la retórica de Juan Guaidó, el nuevo presidente de la Asamblea Nacional, es combativa, él se ha cuidado de no convocar a protestas. Lo que sí ha hecho es pedirle a las Fuerzas Armadas que respalden al Parlamento”, cuenta Nikolaus Werz, profesor emérito de la Universidad de Rostock.
“No obstante, dados los privilegios de los que gozan muchos militares en el marco de la Revolución Bolivariana, lo más probable es que los uniformados sigan apoyando a Maduro”, agrega. Werz describe al líder chavista flotando en una suerte de limbo; a corto plazo, Maduro sólo puede ser sacado del poder por una “implosión económica” o sacado del atolladero por un incremento en la cotización del petróleo, sugiere.
El economista Alejandro Márquez Velázquez disiente: aún si el precio del crudo subiera intempestivamente, la industria petrolera venezolana no podría beneficiarse de esa tendencia porque carece del personal cualificado para ello. “Lo mismo aplica para otros sectores de la producción nacional. La fuga de cerebros y de mano de obra limita la capacidad de Venezuela para aprovechar coyunturas potencialmente favorables para su economía. Y muchos de los emigrantes sólo regresarán al país cuando existan garantías de cambio y estabilidad política”, arguye Márquez Velázquez, profesor del Instituto Latinoamérica (LAI), de Berlín.