Arturo Escobar, uno de los científicos sociales más influyentes, habló del proceso de paz, de su trayectoria académica y del Pacífico colombiano en un eventual posconflicto.
Descifrar por su acento el lugar de origen de Arturo Escobar es una tarea compleja. Nació en Manizales, pero creció en Cali y desde hace más de dos décadas vive en Estados Unidos. Estudió ingeniería química en la Universidad del Valle y, al finalizar su carrera, sus vivencias e intereses se volcaron hacia los problemas que no se pueden controlar en un laboratorio, como la pobreza, la desnutrición y el hambre.
En Estados Unidos cursó una maestría en nutrición y un Ph.D sobre planeación y desarrollo en la Universidad de Berkeley, en California. En ese mismo centro educativo tomó cursos con Michel Foucault, quien influyó en su pensamiento de forma importante. Desde aquel entonces empezó una brillante carrera académica que lo ha llevado a ser profesor visitante en prestigiosos centros académicos en Argentina, Inglaterra, España, entre otros países.
Su trabajo ha estado enfocado en los estudios del desarrollo y el Pacífico colombiano. Se erige como un pilar del pensamiento social a nivel mundial, integrando colectivos de pensamiento como el del grupo modernidad/colonialidad, donde participan los principales pensadores latinoamericanos, como Enrique Dussel, Aníbal Quijano y Wálter Mignolo. Sus trabajos son ampliamente citados en los sistemas bibliográficos. Su libro, Encountering Development: The Making and Unmaking of the Third World (Princeton University Press), en castellano La invención del tercer mundo, ha vendido más de 50.000 copias y ha sido traducido a diversos idiomas, entre ellos el japonés. Fue apodado por Simon Reid-Henry, en el periódico The Guardian, como El pensador del posdesarrollo y actualmente es profesor distinguido ( Kenan Distinguished Teaching Professor of Anthropology) en la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hil. Por convicción, no tiene fotos de trabajo de campo con las comunidades, “no son un objeto para mostrar”, afirma. Él estará en Cali hasta fin de año participando en diversos eventos y congresos.
¿Cómo se ha sentido siendo profesor entre los antropólogos norteamericanos?
La academia estadounidense es muy rigurosa y demandante, pero siempre está abierta a muchos saberes. La confluencia de la diversidad enriquece el conocimiento, así como el acceso a recursos para, entre otros temas, posibilitar el desarrollo de investigaciones. Pero nunca me he desligado de la academia colombiana, integro los grupos de investigación Nación/Cultura/Memoria y el Grupo de Investigación en Estudios Culturales. Además, mis proyectos de investigación se han desarrollado con base en las problemáticas que aquejan al Pacifíco colombiano.
Usted es uno de los pocos colombianos que conocieron personalmente a Foucault. ¿Qué retomó de su trabajo?
En mi tesis doctoral aplique las teorías de este pensador francés. De cómo aprendemos a investigar en detalle los discursos que nos constituyen como modernos, salirnos de esos discursos y de sus conexiones del poder para reconstruir nuestras subjetividades.
¿Cómo es que pasa de interesarse del hambre al problema del desarrollo?
La desnutrición es una cuestión de poder. Hay suficientes recursos para alimentar a todo el mundo. Me di cuenta de que el problema del hambre está inmerso en uno más grande, que es el del desarrollo, siendo este un discurso impuesto a los países de Asia y América Latina, donde los organismos internacionales los categorizaron e inventaron como subdesarrollados.
Pero diversas realidades cambiaron, mejoró la calidad de vida y las estadísticas de mortalidad bajaron en zonas donde llegaron los dineros de la cooperación internacional…
Muchos organismos se han encargado supuestamente de ayudarnos a desarrollar, pero han traído mayores problemas, ajustes en la economía que han resultado desastrosos en el plano social, alcanzar metas y querer ser como los países del norte global, en una carrera que no va hacia ningún lugar.
¿Existe una alternativa al desarrollo?
Se empezó a generar la idea del posdesarrollo, que consiste en abandonar la idea afanosa del crecimiento económico para empezar realmente a reorientar la vida de los pueblos hacia lo que ahora llaman el “buen vivir”.
Hablemos un poco de la realidad latinoamericana en este escenario. Los gobiernos, a falta de una fuerte industrialización y de lugares estratégicos en el mercado mundial, se han volcado a la extracción de recursos naturales. Algunos definen está situación como “neoextractivismo” y está generando muchos problemas con las comunidades.
Los compromisos con las comunidades tienen que ser primero, pero son subordinados a los dictámenes de las necesidades de acumulación de capital, de deuda de préstamos. Hay que darle vuelta a la película, pero para ello hay que moverse en una estrategia, que en algunos países de América Latina llaman “postestractivista”. Hay un marco de acciones concretas desarrollado por algunas ONG ambientalistas.
En la actualidad se habla del “desarrollo” para el posconflicto. ¿Podríamos resignificar ese concepto?
Definitivamente no. No podemos pensar en el posconflicto con las categorías que generaron el conflicto. Necesitamos pensar de otra forma, una visión más holística donde no se enfatice el factor económico, el consumo, las grandes plantaciones que se han expandido a sangre y fuego a nombre del desarrollo, sino que se enfatice en que lo que hay que maximizar es el bienestar de la gente, la justicia social, la biodiversidad, la reducción del gasto energético, porque estamos acabando con el planeta; si queremos realmente propender por el posconflicto tiene que haber un cambio radical de estrategia.
¿Para usted qué significado tiene el proceso de paz?
El proceso de paz y el fin del conflicto armado es sólo un comienzo para apostarles a la justicia social y a la conservación cultural, que aseguren la pervivencia de los pueblos afrodescendientes e indígenas, de los campesinos, con toda su cultura rural, a diferencia del individuo urbano que le apuesta más a la individualidad, pero tiene que haber otros valores, más colectivos, comunales y comunitarios.
En un escenario de posconflicto usted cree que puede primar está relación orgánica de estos valores rurales con los urbanos…
Pienso que sí, y hacia allá están yendo los nuevos movimientos campesinos que han tomado conciencia que la relación campo-ciudad debe ser repensada. Donde empiece a cultivar las huertas urbanas se producirá alimentación más orgánica, más saludable, todo el modelo tiene que ser repensado a nivel mundial. Movimientos de transición, otras formas más locales.
Su investigación ha estado enfocada en las comunidades negras del Pacífico colombiano, ¿en qué momento esta parte se empieza a insertar con el resto del país?
Antes de las décadas del sesenta y el ochenta el Pacífico estuvo muy aislado. Las personas vivían de la autosuficiencia. Empezaba la década del desarrollo del Pacífico y ahora va de mal en peor, llegaron las carreteras que acaban con el bosque tropical húmedo, los “paras”, la guerrilla, la coca, las retro, el desarrollo que está devastando el Pacífico.
¿Ha cambiado la estrategia del Gobierno para el Pacífico?
Ha sido la misma durante 25 años; camaroneras, puertos y las personas siguen en las mismas condiciones. Mire Buenaventura, el 70% de la globalización entra por Buenaventura y sigue siendo pobre.
Usted ha hecho énfasis en algo clave, y es cómo las comunidades conservaban la naturaleza antes de la llegada de la modernización y la idea de progreso. Esto nos recuerda al actual “ambientalismo de los pobres”, que han definido algunos ecólogos.
Debe haber justicia ambiental tanto en el sur global como en el norte global. Quienes han generado los problemas ambientales son los países ricos del mundo, especialmente el calentamiento global. El ambientalismo de los pobres hace referencia a diferentes estrategias, que en muchos casos no se hacen de forma consciente, sino que forma parte de las prácticas ancestrales de las comunidades; no desechar los residuos, sino que vuelvan a la tierra, cuando son orgánicos, como hacen los campesinos.
Su trabajo también se ha especializado en impulsar y difundir nuevos conocimientos y conceptos, posicionándolos en la academia a nivel internacional. Cuéntenos un poco a qué hace referencia cuando hablamos de “pluriverso”.
El pluriverso se refiere a una visión del mundo que hace eco en la creatividad y dinámica autopoiética de la tierra y al indudable hecho de que ningún ser viviente existe de forma independiente de la Tierra. Este concepto lo hemos venido impulsando para hacer entender que existen conocimientos propios, raizales, campesinos, que deben ser tenidos como válidos en el interior de las academias. Esa tarea sin duda la impulsó Orlando Fals Borda al recoger el término de “Sentipensar”, que debemos seguir avanzando en ese plano.